Por: Max Baldivieso (*)
“El hombre nació libre, y en todas partes está encadenado. Quiero saber si en el orden civil puede haber alguna ley de administración legítima y segura, tomando a los hombres como son, y leyes como pueden ser «. Jean- Jacques Rousseau.
El retorno a la democracia en 1982, después de 18 años de dictaduras, donde las Fuerzas Armadas entrega al Congreso de la República la banda presidencial, para que este entregue el gobierno a la UDP, que ganó las elecciones en 1980 con un 38,74%. Lo contrario paso el 2019, donde los militares después de sugerir al caudillo que renunciara, entregan el gobierno a Janine Áñez, y la pregunta es; ¿en qué democracia realmente vivimos?
Las demostraciones de civismo electoral, como la de 1980 que sacan como ganador a Hernán Siles Suazo, el cual no tuvo una brillante actuación, con una crisis económica que llevo al país a una devaluación de la moneda y escases de alimentos.
La COB en 1985, logra derrocar al gobierno de la UDP y al mejor estilo de comedia yanqui se llama a elecciones, es ahí la puesta en escena del ex dictador rehabilitado y fanático demócrata Hugo Banzer Suarez, para sorpresa de muchos desaparecidos y exiliados gana esa elección con el 32%, pero al no alcanzar la mayoría, su futuro se juega a las cartas, con una partida de “Calzón Sucio”, donde el nuevo poseedor de la silla electoral lo define el parlamento, obteniendo la presidencia el segundo en contienda y este encarna en Víctor Paz Estenssoro, que logra negociar de manera brillante con otros frentes democráticos.
La democracia boliviana fue rifando pegas, desde ministerios hasta servicios de limpieza, todos querían un pedazo de este Estado democrático que surgía en el corazón de Sudamérica. Entre las anécdotas electorales está la de 1989, donde el amigo del Oso Chavarría, llega a ser presidente con tan solo un 19% de votación, con el apoyo militante del General, al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y lo dejan fuera al MNR, partido popular campesino – minero, el cual años después con un acento gringo logra vender las empresas estatales y marca las directrices en políticas, que hasta nuestros días se siguen aplicando, como el despido en masa, reducción de salarios o el trabajo en negro.
En el periodo de gobierno del ADN de 1998 al 2002, donde el General, fue víctima de un golpe de estado, dado en el interior de su cuerpo por el cáncer y deja a su joven Padawan a cargo del gobierno, que según las malas lenguas era el responsable de la masacre de Sacaba el 2002, el año que asume Gonzalo Sánchez de Lozada, el hombre del documental de HBO, el gringo boliviano que tiene que dejar el Estado tras los levantamientos de octubre, un mes de trasformaciones bruscas dentro de la historia de la política de los bolivianos y el actuar violento de las fuerzas armadas que enlutan a la familia boliviana.
El 2005 luego de la renuncia de Carlos de Mesa, se llaman a elecciones, año de muchos cambios para la democracia boliviana, donde el triunfó del sindicalista cocalero con un 53%, que se hizo dueño de los movimientos de octubre y enarboló la lucha de los indígenas. Como dato curioso, en su gobierno se legalizo el bolo camba.
Dentro de su primer periodo presidencial encontramos una Nueva Constitución Política del Estado, nacionalizaciones y la lucha por la tenencia de la tierra. En su segunda reelección el 2008, con un 67,43%, el 2014 con el 61,36% una sucesión de triunfos con el apoyo de su base social y política firme, la cual se fue cansando de tanta re elección.
Pero como todo lo que sube baja, las consecuencias de un mal cálculo político y soberbia del poder, clásico síndrome de los caudillos, el 21 de febrero del 2016, se llama a un referéndum para la aprobación o rechazo del proyecto de modificación constitucional para permitir al presidente o vicepresidente del Estado Boliviano postularse a ser reelectos.
Para sorpresa de todos y más de la joven ex pareja del caudillo, conocida por el sobre nombre la “Cara Conocida”, (la cual rondaba por oscuros ministerios haciendo la parodia del artista, según Fito Paez), y la alegría de los opositores que, al fin les salía una y esa allí el Titanic Masista comienza a hundirse, el «No», ganó con un total de 51,30% de los votos, mientras el «Sí», obtuvo el 48,70% de votos restantes.
Desde ese momento la corrupción, ataques y represalias de la oposición fueron sumando y debilitando al Estado, el mismo que subestimo al movimiento cívico que logró, en el mes de octubre de 2019, hacer bajar de sus edificios, salir de los condominios a la clase más conformista y menos luchadora de Bolivia, la que con una bandera y una pita lograron paralizar al país, armados de resentimiento de ver convertido la Republica en un Estado Plurinacional.
Estos luchadores cívicos logran la renuncia del Caudillo, con biblia en mano y arma en el hombro, entran al palacio de Gobierno, donde los militares posesionan a la Senadora del Beni, la mujer que manejaría esta última etapa de la historia política del país.
Tarea difícil le toco a la nueva gobernante, que llego el fin des u mandato presidencial, el cual fue marcado por su candidatura a la presidencia y al día siguiente dejar de ser una opción para el votante. A esto se suma los errores cometidos por su entorno, la mala planificación, una deficiente construcción política, el auto saboteada por la corrupción de cuello blanco, compra de armas, entrada y salida de ministros como cambiarse de calcetines por docena y un endeudamiento público, donde aún no se rinde cuentas por los gastos dentro de la cuarentena.
La democracia en Bolivia es más parecida a algunas dictaduras, donde primó la negociación para coactar el poder al costo que sea y lo último que importa, es el votante que encarna la democracia, en ese acto de decidir quién manejará por 5 años y dejar al azar o a la conciencia del político ganador el bienestar de su familia.
(*) Max Baldivieso es periodista