Windsor Hernani Limarino
La economía boliviana atraviesa una situación crítica. La escasez de divisas ha presionado las reservas internacionales, llevándolas al borde del agotamiento. El endeudamiento externo es creciente, a mayo de 2025, alcanzó los 13.345 millones de dólares. Los principales acreedores multilaterales son el BID (31,7 %), la CAF (21,5 %) y el Banco Mundial (12,2 %). En el ámbito bilateral están China (9,1 %) y Francia (5,1 %). Se trata de cifras inéditas, que junto a otros indicadores económicos, han provocado que la calificación de riesgo país escale a riesgo sustancial de incumplimiento de pagos (CCC—).
Por la inacción, parecería que al gobierno no le importa y la solución quedará en manos del próximo. La mayoría de los candidatos, con matices, coinciden en la necesidad de solicitar ayuda al Fondo Monetario Internacional. Ni duda cabe, negociar un stand-by es parte de la solución para tener liquidez inmediata de divisas. El problema es que es muy poco probable que el FMI otorgue un crédito de la magnitud requerida.
La situación es tan grave que cualquier otra fuente de financiamiento adicional resulta útil. Una opción es el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES). Este banco tiene como misión apoyar el desarrollo sostenible y competitivo de la economía brasileña, ofreciendo préstamos para la adquisición de bienes o servicios producidos en Brasil.
Bolivia bien podría solicitar un crédito al BNDES para adquirir maquinaria, equipos e insumos brasileños destinados a sectores estratégicos o esenciales que actualmente tienen dificultades en el acceso a divisas.
La ventaja de esta alternativa es que, aunque el Estado boliviano tomaría el crédito, la responsabilidad del pago recaería en las empresas o instituciones que se beneficien del acceso a estas compras. De este modo, el Estado no asumiría una carga financiera directa.
Este esquema permitiría impulsar sectores claves, como por ejemplo la agroindustria y el sector salud, sin comprometer las finanzas públicas. La agroindustria es estratégica, ya que genera divisas, alimentos y empleo. El sector salud —ampliamente dependiente de equipamiento, insumos y medicamentos importados— es esencial, porque está relacionado con un sector de la población altamente vulnerable, como son los enfermos.
Las ventajas de esta propuesta son: 1. No genera deuda pública directa, ya que el pago está a cargo de los beneficiarios; 2. Está enfocada en sectores que generan valor o prestan servicios esenciales; y 3. Reduce la presión sobre las reservas internacionales al financiar importaciones necesarias.
Para que esta iniciativa funcione, será necesario establecer un marco legal claro que defina las obligaciones de los beneficiarios, los criterios de elegibilidad, garantice la transparencia en los procesos de adquisición y establezca mecanismos de control eficientes.
No se trata solo de conseguir dólares, es encaminar los hacia sectores claves. En el caso de la agroindustria, el objetivo sería aumentar su capacidad productiva y competitiva lo que generaría mayores ingresos. En el sector salud, el fin sería atender a personas enfermas que, por la escasez de divisas, pagan precios elevados por sus medicamentos o, directamente, no los consiguen.
La experiencia del BNDES en la región demuestra que este tipo de financiamiento es viable y beneficioso para ambas partes. Brasil encuentra mercados para su industria y Bolivia accede a equipamiento y bienes esenciales en un momento crítico. Lo importante es evitar la improvisación y asegurar una gestión técnica rigurosa, basada en resultados, eficiencia e impacto sostenible.
Bolivia necesita soluciones creativas y responsables. Un crédito bien estructurado con el BNDES, basado en la corresponsabilidad y con un enfoque estratégico sectorial, puede convertirse en una fuente adicional de financiamiento para reactivar la economía sin hipotecar el futuro.
No obstante, es fundamental tener presente que la verdadera solución, a la crisis económica que Bolivia atraviesa, pasa por un conjunto de políticas públicas de desarrollo, reformas estructurales y programas sociales capaces de generar estabilidad macroeconómica y un impacto real y sostenido en el bienestar de la población.
Windsor Hernani Limarino es economista y ejerció funciones diplomáticas en Brasil.