Viene el Papa, no Jesucristo

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Daniel Mercado, SJ

Para un católico la visita de Francisco a Bolivia resulta una noticia agradable, tanto por ser cabeza visible de su Iglesia como por el potente carisma  con que está revitalizando muchas dimensiones del ser cristiano. Mas la visita no deja indiferente a nadie, tampoco a los críticos, quienes tímidamente han ido poniendo en cuestión la manera en que el país estaría preparándose para este acontecimiento, manera que ellos juzgan desproporcionada. Críticas que es conveniente escuchar.

El Papa por sí mismo, y su visita con él, no tiene ningún valor. Por más admiración que uno pueda tener a su formidable magnetismo y a la infinidad de gestos que trasuntan una actitud novedosa y cercana a la realidad del hombre común, el Papa no deja de ser una persona más. Pero, también se debe decir y subrayar, que si algún valor particular y específico puede tener el Papa, y su visita, está en poder acercar a Jesucristo. Por lo tanto, los medios que se usen en esta venida debieran tener como principal objetivo que el mensaje de Cristo pueda ser escuchado.
Si tenemos claro el criterio de que Jesús es el importante aquí, que es Cristo el protagonista en el acontecimiento del viaje papal, entonces podremos juzgar si el despliegue de esfuerzos está bien orientado. De ahí que quizás más que canciones pegajosas o escenarios impresionantes, sea fundamental invertir en tiempo, personas y recursos, para preparar la actitud con que asistamos a los actos públicos y litúrgicos de Francisco. No critico que las cosas se hagan bien y además se hagan bonitas, cuestiono la proporción entre lo que es esencial y lo que es accesorio.
Se me podría contestar que Francisco es un jefe de Estado y se le brinda un trato acorde a esa investidura o que la mayoría en Bolivia es católica y por eso está permitido incurrir en gastos inusuales; incluso se me podría argumentar desde el valor de liderazgo, que sin duda tiene este Papa, para justificar un recibimiento especial.
Para no insistir con el criterio que antes formulé, yo respondería a esas objeciones señalando que si bien la categoría diplomática del Papa es la de un Jefe de Estado, ni la Iglesia ni este Papa aspiran a ser como un gobernante al uso, todo el esfuerzo ha estado justamente en demostrar que gobernar consiste fundamentalmente en servir y no en recibir homenajes. Lo de la «mayoría» viene a ser una falacia, porque el líder de una minoría, merece igual respeto, no es la estadística la que decide el trato a las personas. El tema del liderazgo moral de Francisco sería quizás, el mejor argumento en favor de lo que sostengo, el modo de ser de este Papa se ha fundado principalmente en la sencillez y la austeridad, recibirlo con pompa y boato sería una contradicción tan manifiesta que sólo podría generarle, según creo,  incomodidad al pontífice.
No quiero parecer el aguafiestas de turno, pero me provoca incomodidad el despliegue de marketing que se ha gestado en torno a este acontecimiento de fe, sobre todo porque amenaza con desvirtuarlo. Esta visita debe ser oportunidad de conversión hacia Jesús. Pero si el esfuerzo se pone en mirar al cantante y mantenerse sordo a lo que la canción nos dice, habremos conseguido con esta visita, y en pocas palabras, la banalización del Papa.

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