Lamento boliviano: la entrevista frustrada con Evo Morales

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María Elvira Arango, Directora de Los Informantes.

(Crónica publicada en El Espectador de Colombia)

Después de un año de intensas gestiones, el viernes a las cuatro de la tarde, recibimos la feliz noticia de que el presidente Evo Morales nos atendería el martes 18 de noviembre, podríamos acompañarlo durante todo el día en varios actos oficiales y a las 11 de la mañana podríamos entrevistarlo durante una hora en el Palacio Quemado, la casa de gobierno, en la ciudad de La Paz. ¡Qué alegría tan grande!
Durante este año estuvimos cruzándonos mensajes con la Ministra Consejera Zahir Ferrufino, con el Embajador de Bolivia en Colombia Mario Carvajal, con la Ministra de comunicaciones, Marianela Paco, y con toda clase de secretarios de secretarios y asistentes de asistentes, explicándoles el perfil de Los Informantes, el alcance de la entrevista y sobretodo el interés por conocer al único indígena que ha llegado a regir los destinos de casi once millones de personas. Realmente sentía admiración por un hombre humilde que contra todos los pronósticos escaló hasta llegar a lo más alto después de, entre otros, 140 golpes de estado.
Y leí casi todo sobre él. Escuché cientos de entrevistas y leí perfiles y reseñas biográficas: su vida y milagros. Dicen que tiene sueños premonitorios y recientemente publicó un libro que resume sus primeros 56 años de vida. Venden también las aventuras para niños de Los cuentos de Evito, inspirados en el Presidente.
Quería saber cómo llegó a semejante cargo solo con el cartón de bachiller, quién le enseño a tocar la trompeta, cómo fueron sus días vendiendo helado en la calle, por qué nunca se casó con ninguna de las mamás de sus dos hijos, cómo se le perdió la espada de Bolívar que le regaló su amigo Hugo Chávez, qué opina de que haya sido alguna vez un personaje de Los Simpsons (¿sabe quiénes son los Simpsons?), a qué “suena” el c.d que venden con su música, qué opina de eso que en Bolivia se llama el “Evo fashion”, ese paso del poncho a la alpaca, esa tendencia de usar camisas bordadas sin cuello y vestidos de vicuña, que se pone siempre por su desprecio a la corbata; me quedé con las ganas de saber si es cierto eso de que eran tan pobres que conoció la ropa interior hasta los catorce años: ¡Nunca antes había usado calzoncillos! …eso, sin contar los temas de medio ambiente, la disputa con chile para tener salida al mar, la situación de Venezuela post su íntimo Hugo Chávez, la supuesta revolución boliviana, su intento por perpetuarse en el poder – lleva tres mandatos y en febrero habrá referendo para ver si puede seguir por cuarta vez (quisiera gobernar hasta el 2025), su amor por el fútbol. Es el único presidente que alterna su oficio de mandatario con el de delantero de un equipo profesional. El Sport Boy´s le paga un salario para que juegue al menos 20 minutos al mes para recaudar fondos: el estadio se llena de amigos y enemigos para verlo patear un balón.
Salimos de Bogotá a las 10:00 pm y entre retrasos y carreteadas y una hora más con el reloj boliviano, aterrizamos en el aeropuerto de El Alto a las cuatro de la madrugada. Respirar con poco sueño 4.008 metros sobre el nivel del mar no es trabajo fácil. Llegamos al hotel una hora más tarde – es como de Rionegro a Medellín, pero feo-, nos pusimos oxígeno, tomamos una taza de té de coca y nos dimos una ducha para luego salir en un taxi destartalado al aeropuerto militar donde el Ministro de Gobierno nos llevaría en su avión hasta la anhelada entrevista.
Esperamos casi dos horas, sin comer ni tomar nada, a una temperatura de menos dos grados y el ministro no aparecía….Después de varias llamadas y chats con el secretario del secretario y el asistente del asistente, por fin salimos en un avión Beechcraft oficial rumbo a Chimure, un pueblo perdido en Cochabamba donde el ministro tenía que asistir a un acto político supuestamente veloz (palabra de funcionario boliviano), en plena selva, que solo duraría cuarenta minutos. Después de casi tres horas de espera en un calor sofocante (estábamos vestidos para el clima de La Paz. ¡Yo tenía chaqueta de paño!) Sin haber probado bocado en 14 horas, regresó tan tranquilo para seguir el viaje que nos llevaría por fin, a Trinidad, en el departamento del Beni, a la entrevista con Evo Morales.
Hacía más calor que Cartagena de Indias y el presidente estaba en una cita y en otra cita y en una reunión y en otra reunión y nosotros lo seguíamos como perro fiel, pero pasaba el tiempo y nadie nos daba razón de nada. El hombre ocupadísimo y nosotros, sofocados, muertos de hambre y de sueño y él sin aparecer.
Pasaron cinco horas, hablando con la embajada: ¡que esperáramos, que todo estaba cuadrado! con la Ministra de comunicaciones: ¡que no se muevan que ya casi llegaba! Con el asesor de prensa del jefe de prensa: ¡que ya casi subía! con el encargado de la seguridad del hombre que lo cuida: ¡que llegaría en cualquier momento!
En medio de tanta incertidumbre, entré en pánico de solo pensar que, sin entrevista, nos tendríamos que quedar en ese lugar, cuando una señorita morena, de no más de metro y medio de estatura, mal encarada y fea, de apellido Hermosilla (qué ironía) secretaria privada del mismísimo Morales en la tierra, nos anunció que nunca estuvimos en su agenda y que no tiene, ni tendrá ni solo un segundo para atendernos, que nos fuéramos por donde habíamos venido.
Recorrimos 2.436 kilómetros para que nos cerraran la puerta en la cara.
Regresamos a La Paz a las nueve de la noche en un vuelo de la Fuerza Aérea Boliviana que parecía de la segunda guerra mundial, recogimos las maletas en el hotel, que pagamos dos noches y donde jamás nos pudimos quedar, y volvimos al aeropuerto a montarnos al vuelo de regreso que sale de El Alto a las 3:30 de la madrugada.
Dijo alguna vez el Presidente Evo Morales que ganar elecciones es fácil y que lo difícil es gobernar. ¡Cómo no! Si organizar una simple agenda les queda grande, se intuye cómo conduce Bolivia. Gracias, pero por allá, no vuelvo.

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