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En Tacana II, las mujeres hacen del liderazgo su nueva fortaleza

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Apoyada en sus hijas, Bernarda Poiqui Parada (53) avanzó con paso firme hasta el lugar de la reunión. Con la mirada perdida, pero el rostro sereno, escuchó cada presentación con atención. Un desprendimiento de retina le arrebató la vista, pero no su determinación. Esa misma firmeza se refleja hoy en las mujeres de la Central de Comunidades Indígenas Tacana II Río Madre de Dios (CITRMD), que después de años de sostener a sus familias y comunidades, ahora suman el liderazgo como parte esencial de su fortaleza colectiva.

“La vista no me impide (participar) porque escucho y uno aprende también. Ahora hablamos del liderazgo, de la economía, de lo que vivimos en nuestra comunidad (…). En todo estamos (las mujeres). Cuando hay actividad, tenemos que estar todas ahí, unidas, haciendo de todo”, manifiesta Poiqui, de la comunidad Toromonas. Su ceguera, que dice es irreversible, la padece recién hace tres años. A pesar de ello, aún participa activamente de todas las capacitaciones, reuniones, y encuentros que tienen que ver con su territorio indígena.

El territorio Tacana II está ubicado en el municipio de Ixiamas de la provincia Abel Iturralde, en el norte de La Paz, en la región del río Madre de Dios, en la espesura de la Amazonía boliviana, en medio del bosque y de los ríos.

Limita al oeste con el Parque Nacional Madidi; al norte-oeste con la Reserva Natural de Vida Silvestre Manuripi, y colinda también con el vecino país de Perú. Aunque este territorio está en La Paz, solo se puede llegar a él por el río Madre de Dios, al que a su vez solo se puede acceder desde Cobija, Pando, en un viaje que demora unas cinco horas por una carretera de tierra hasta la comunidad de Chivé. Desde allí, se continúa en bote media hora por el río para llegar a Puerto Pérez.

Justamente en esa región, el 19 de agosto, se realizó el taller: “Recolectando conocimiento de y para mujeres tacanas”, un espacio pensado para fortalecer la voz femenina dentro de las comunidades amazónicas, un trabajo promovido por la Fundación TIERRA con el apoyo de Welthungerhilfe (WHH). Del evento participaron casi medio centenar de mujeres de Las Mercedes, El Tigre, Toromonas y Puerto Pérez. Aquí, las mujeres indígenas tacanas no hablan con estridencia, cada palabra suya pesa como quien ha aprendido a sostener la vida entre el río y el monte.

El taller se desarrolló en medio de un murmullo particular. Entre las exposiciones y las dinámicas, se escuchaban también las risas y el llanto ocasional de los niños más pequeños. Algunas mujeres llegaron con sus hijos lactantes y otros que recién estaban dando sus primeros pasos y que correteaban alrededor de sus madres, convirtiendo la capacitación en un espacio compartido entre aprendizaje y crianza. Lejos de interrumpir, esa presencia infantil reforzaba la idea de que lo que se debatía allí estaba pensado precisamente para ellos: el futuro de la comunidad.

Para Yulisa Bascopé, de la comunidad Las Mercedes, esta decisión para aprender más no es novedad, pues en su criterio siempre han estado aportado desde diversos aspectos en el desarrollo de sus comunidades. “Como mujeres siempre hemos aportado, siempre estamos presentes en el cuidado y el manejo del territorio”, afirma. Ella recuerda que las manos femeninas siempre estuvieron ahí, sembrando, cuidando y transmitiendo conocimiento, luchando por ser tomadas en cuenta en la toma de decisiones y en esta última etapa como líderes.

Otras participantes decidieron asistir con sus hijas adolescentes, quienes veían en primera fila lo que significa hablar en público, compartir experiencias y aprender sobre derechos. Otras mamás tomaban apuntes con esmero, lapicero en mano, y participaban de las dinámicas propuestas y se animaban a intervenir con su palabra.

La escena combinaba generaciones: niñas que miraban con curiosidad, jóvenes que aprendían con atención y mujeres que, entre responsabilidades domésticas y liderazgo comunitario, se daban el tiempo para formarse y compartir su voz.

Tania Rosales, de Puerto Pérez, recordó cómo las mujeres, por ejemplo, apoyaron y lucharon de forma conjunta para la titulación colectiva de su territorio. En ese marco, señaló que la pertenencia de la tierra les servirá para mantenerse con vida. “Defendíamos la tierra, defendemos nuestra tierra todavía, porque de ella vivimos, de ella cultivamos, de ella sacamos para nuestra educación de nuestros hijos, para la salud, para todo. (…) Queremos que nuestras hijas tengan más oportunidades”, afirma.  Su testimonio refleja la añoranza de un futuro donde las mujeres no solo sostengan la vida en los hogares, sino también lideren en lo público.

Durante la jornada de capacitación se abordaron temas clave como el derecho a la alimentación y la seguridad alimentaria; la consulta previa como garantía de respeto; el liderazgo y género en equilibrio con la vida personal; y un diálogo abierto sobre el papel emergente de las mujeres tacanas en la defensa del territorio. Más que un taller, fue un espacio vivo y práctico, donde las mujeres no solo escucharon, sino que compartieron experiencias y ratificaron su compromiso de sostener y transformar la Amazonía.

Silvia Aguirre, de El Tigre, reivindicó a las primeras mujeres que resistieron junto a sus esposos para lograr consolidar su territorio.  “La enseñanza que me queda es que tengo más conocimiento sobre mi territorio y ahora lo que me queda es enseñar para a las futuras generaciones que vienen hacia adelante”, remarca, retratando el conocimiento que tiene como un legado que se hereda de generación en generación.

En comunidades como Las Mercedes, El Tigre o Puerto Pérez, estas mujeres sostienen la vida cotidiana y, al mismo tiempo, abren un nuevo capítulo de liderazgo y capacitación. Su voz ya no se limita al fogón ni a la chacra: hoy se escucha en las asambleas, en los talleres de formación y en los procesos de decisión que marcan el futuro del territorio.

Mirza Ramírez, de la comunidad Puerto Pérez, guarda entre sus recuerdos que un trabajo coordinado entre mujeres y hombres no solo ayudó a lograr la titulación de la tierra, sino también la consolidación de sus comunidades.

“Nosotros nunca fuimos atendidos por las autoridades. No tenemos atención. Todo lo que hay en la comunidad: las norias, algunas estructuras, los caminos es hecho por nosotros mismos. Porque nunca nos han dado nada”, apuntó.

El reconocimiento del liderazgo de las mujeres es el segundo punto del Decálogo Amazónico —aprobado en mayo por organizaciones indígenas amazónicas de Perú y Bolivia—, documento que contiene 10 compromisos clave para la defensa de los territorios indígenas, la protección ambiental de la Amazonía y el ejercicio efectivo de sus derechos colectivos y alimentarios.

Lo que en el decálogo aparece como compromiso, en la práctica, en Tacana II se traduce en mujeres que sostienen la alimentación, cuidan el bosque y hoy se preparan para que su participación sea activa. En la vida cotidiana de las comunidades, ese reconocimiento ya se traduce en hechos: más mujeres participan en asambleas, más voces femeninas se escuchan en los debates sobre tierra, alimentación o minería, y más jóvenes mujeres se forman para ser lideresas.

En este 5 de septiembre, día en que se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Indígenas, la experiencia de las tacanas se convierte en un ejemplo vivo de lo que significa transformar la conmemoración en acción. Mientras en otros lugares la fecha pasa como un acto simbólico, aquí las mujeres logran su reconocimiento con capacitación, con su participación en asambleas y con la transmisión de su aprendizaje a las nuevas generaciones. Ellas encarnan lo que el decálogo amazónico ya reconoce: sin el liderazgo de las mujeres, no hay futuro posible para la Amazonía.

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