El laberinto del General

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Nota escrita por Semana el 17 de abril de 1995 (https://goo.gl/zLW1a6)

Finalmente tras 15 años de búsqueda por parte de los servicios de inteligencia bolivianos, el ex dictador Luis García Meza, quien gobernó de facto a su país entre julio de 1980 y agosto de 1981, pasará los próximos 30 años de su vida en una pequeña celda de la localidad de Chonchocoro, ubicada a pocos minutos de La Paz.

Sin embargo no deja de ser una paradoja el hecho de que el hombre más buscado de ese país hubiera caído por el simple hecho de haber falsificado sus documentos de identidad para poder permanecer en Brasil y no por su responsabilidad en los cientos de delitos que se le imputan.

Si bien es cierto que de todas maneras el ex dictador fue responsable de violaciones a los derechos humanos, de corrupción y hasta de desfalco del erario boliviano, y que por eso será juzgado, si el gobierno de Brasil no hubiera determinado que la falsificación de documentos es un grave delito en aquel país, la justicia boliviana se hubiera quedado con los crespos hechos. Aunque el gobierno de Brasil no desconocía las atrocidades cometidas por el ex dictador, éste se encontraba allí residiendo como cualquier ciudadano común y corriente y no había cometido ningún delito.

La extradición y presidio de García Meza fueron recibidos en Bolivia con numerosas muestras de satisfacción en sectores políticos y sindicales y, sobre todo, entre quienes fueron víctimas del régimen que éste instauró en su año de gobierno. Entre tanto, el ex dictador se ha negado a dar cualquier declaración a la prensa y solicitó una computadora para escribir un libro cuyo título, según trascendió, será Memorias de un dictador.

Lo que le espera a García Meza es una larga condena inconmutable, que pondrá fin a la sed de justicia que clamaban los bolivianos. Dentro del juicio que le sigue la Corte Suprema de Justicia de Bolivia al ex dictador fueron encontradas culpables de diversos delitos otras 42 personas que, directa o indirectamene, fueron cómplices del gobernante militar. Uno de ellos es su ex ministro del Interior; Luis Arce Gómez, directo responsable de los asesinatos y atropellos de la dictadura y conocido en Estados Unidos como ‘el ministro de la cocaína’ y quien -precisamente- ahora purga una pena en aquel país condenado por tráfico de drogas.

Sin embargo, y aunque las autoridades bolivianas dejarán caer todo el peso de la ley sobre García Meza, lo importante de su captura en Brasil y posterior extradición a Bolivia es el prestigio que recuperan las autoridades bolivianas frente al problema de sus numerosos ex dictadores, que en pasadas oportunidades ni eran molestados ni mucho menos enjuiciados por sus delitos. García Meza se convierte ahora en el símbolo de que el Estado boliviano no tolerará la impunidad y él, por su parte, se convierte así en el primer dictador suramericano que cumplirá una larga condena por haber atentado contra la democracia en su país.

Si bien para García Meza la situación ya se definió en su contra, no cabe duda de que los que tendrán que preocuparse ahora son los políticos y aun los estamentos militares que participaron con él en las atrocidades de su dictadura y que permanecen desconocidos para la opinión y las autoridades. García Meza ya emozó a acusar a algunos de esos funcionarios, pues, como dijo en Brasil, «si caigo yo, caerán todos».

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