Alex Ayala presenta su libro: «Rigor mortis. La normalidad es la muerte»

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El duelo, los velorios, una funeraria donde los empleados son como una gran familia, un árbol que terminó convertido en ataúd, la música del adiós, la memoria, el envejecimiento son los protagonistas del más reciente libro de Álex Ayala Ugarte, publicado por la Editorial El Cuervo.

Se trata de «Rigor mortis. La normalidad es la muerte», que le tomó al autor más de dos años de trabajo intenso. Como el título indica, es un libro que tiene mucho que ver con la muerte, pero también con la vida. «Es una sucesión de situaciones cotidianas y personajes de carne y hueso que nos enfrenta a nuestros miedos y a nuestro destino», aclara Ayala.
Para escribir cada una de las 16 historias que componen la publicación, el autor viajó por el Altiplano, las llanuras y los valles bolivianos. Estuvo en pueblos alejados, en pequeños barrios de grandes ciudades, en comunidades aisladas y hasta en una isla.

«Hablé con abuelitos, con viudas, con un fotógrafo de estudio que tiene una colección de retratos de los que ya se fueron, con curas, con pescadores, con campesinos», agrega.

Asimismo, el proyecto recibió, en 2015, la beca Michael Jacobs para Periodistas de Viajes, otorgada por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y el Hay Festival.

¿De dónde surgió la idea de escribir sobre la muerte? Ayala comenta que es el fruto de una obsesión, una que lo persiguió sin darle tregua. 

«En 2002, en los Yungas, unos valles bolivianos situados al norte de la ciudad de La Paz, conocí a un viejito que vivía con su ataúd en casa, que decía que no quería dar complicaciones a sus hijos cuando le tocara ser alimento de la gusanera. Por aquel entonces, escribí una pequeña pieza narrativa sobre él poco prolija: yo era un periodista sin experiencia que recién comenzaba y mi texto cojeaba por todo lado. Tras aquel encuentro, no pude dejar de pensar en aquel personaje. Y tampoco sacarme su particular historia de la cabeza. Años después, por casualidad, me topé con una de sus hijas y decidí que era el momento de retomar el hilo de aquel relato. El viejito, llamado Raúl, no sólo había compartido espacio durante años con un féretro de madera. En su juventud, había plantado un árbol para que un carpintero le armara el cajón ideal para reposar en el cementerio. Y además tenía un armario con la ropa que debían ponerle en su entierro. ¿Por qué prepararlo todo con tanta anticipación?», recuerda.

El segundo encuentro con el tema ocurrió meses después de comenzar a hacerse esas preguntas. «Tuve la oportunidad de visitar Pampa Grande, una aldea cercana a la frontera de Bolivia con Argentina que está casi incomunicada. Para llegar allá hay que emprender una travesía de más de una jornada. En el transcurso de aquella aventura, me crucé con una “ambulancia humana”, es decir, con un grupo de hombres que avanzaba al trote cargando una camilla con un enfermo de próstata encima. Algunos de los voluntariosos campesinos pensaban que éste no llegaría al hospital vivo. Decían que lo que les mataba allá era la ausencia de buenos caminos. Y lograron que yo me llenara nuevamente de interrogantes: ¿Cómo es el día a día en un sitio donde la muerte pende como una espada de Damocles? ¿Alguien vela por los que malviven alejados del mundo que conocemos?», comenta sobre las otras cuestionantes que le surgieron.

Para Ayala la muerte es un destino lógico e inevitable, además forma parte de nuestras rutinas y de nuestras preocupaciones. «Compramos una vivienda y ahorramos plata para dejarles un legado a nuestros hijos. Y mantenemos la memoria de nuestros seres queridos como una forma de que no se marchen del todo. La muerte implica duelo, superstición, dolor, nostalgia. Es casi omnipresente. Sin embargo, casi nunca pensamos en ella», cuenta.
¿Qué ocurre cuando es un perro el que pierde al dueño y no el dueño el que pierde al perro? ¿Con qué música despedimos a nuestros difuntos? ¿Existe la adicción a los velorios? ¿Por qué antaño existía la costumbre de tomar una foto a los fallecidos? ¿Cómo se convierte la víctima de un horrendo crimen en “santa” de narcos y maleantes? ¿Cómo se anuncia un fallecimiento en los lugares donde no hay diarios? Estas y otras preguntas buscan ser respondidas a través del libro.

«Es un retrato de la muerte desde la cotidianidad. Un viaje repleto de momentos íntimos», agrega.

La publicación ya está generando comentarios. Así, el periodista estadounidense Jon Lee Anderson comenta en el prólogo: «En sus dos libros anteriores, Los mercaderes del Che y La vida de las cosas, Álex Ayala cultivó un particular talento: el de encontrar el valor intrínseco en lo pequeño y lo mundano para resaltarlo después con una narrativa refrescante. Para este tercer libro, ha recorrido Bolivia en busca de la muerte, desde el Chaco polvoriento, fronterizo con Paraguay, hasta las islitas gélidas del lago Titicaca, en el Altiplano. Lo ha hecho como lo hace todo, con una voluntad férrea para lograr su objetivo. El resultado es un texto exquisito en percepciones, regado de párrafos que son joyas literarias».
«Rigor mortis. La normalidad es la muerte» se presentará el miércoles 14 de diciembre, a las 19:00, en la Cinemateca Boliviana, sala Luis Bazoberry, último piso (calle Oscar Soria esquina Rosendo Gutiérrez, Sopocachi). El libro estará a la venta a 80 bolivianos (costará 70 el día de la presentación).

Ayala invita a la presentación con las siguientes palabras:

«Para los que vivimos como periodistas independientes, tratando de realizar el mejor trabajo posible sin un sueldo fijo, el apoyo de la gente, de los lectores, es fundamental. Somos trotamundos que agarramos la mochila sin pensarlo mucho y dormimos en el suelo o donde toque, con calor o frío. Viajamos en buses, a caballo, en autos que se deshacen de lo viejos que están, en buses destartalados donde las corrientes de aire parecen vientos huracanados. No perdemos casi nunca la ilusión. Creemos ciegamente en nuestro oficio. Y de vez en cuando publicamos libros que resumen todo ese esfuerzo en cien, doscientas o trescientras páginas».

A continuación, presentamos un extracto del libro como un pequeño adelanto para aumentar la expectativa.

«Dicen que en Oruro todos la respetan. Todos: sus vecinos, las vendedoras de los mercados, los anfitriones de las casas funerarias, los jubilados, las viejas chismosas y los desahuciados. Dicen que no hay día que no tenga un muerto en la boca. Que ya ha perdido la cuenta de los cadáveres que ha despedido. Que ha estado en velorios de gente muy joven y de personas mayores, de amistades que no lograron superar un cáncer y de accidentados, de conocidos y desconocidos. Que es muy empática y muy solidaria. Que siempre tiene una palabra amable para los deudos. Que es como una enciclopedia de la pena ajena y del ritual del duelo. Que la muerte es menos muerte si ella no está presente» (de la historia titulada «La mujer que ama las despedidas«)

Biografía del autor: Álex Ayala Ugarte (1979)

Español de nacimiento y boliviano de corazón. Fue director del suplemento dominical del diario La Razón de Bolivia, editor del semanario Pulso y fundador de Pie Izquierdo, primera revista boliviana de periodismo narrativo. Colabora con El País, Etiqueta Negra, El Malpensante, Emeequis, Internazionale, Gatopardo, Esquire y otros medios de Europa y América Latina. Ha sido alumno de Jon Lee Anderson, Francisco Goldman, Julio Villanueva Chang, Alma Guillermoprieto y Alberto Salcedo. Fue Premio Nacional de Periodismo de Bolivia en 2008. En 2012, terminó su primer libro: Los mercaderes del Che. En 2015, publicó La vida de las cosas y ganó la beca Michael Jacobs para periodistas de viajes. Cuando era joven, un hipnólogo le enseñó a partir tablas con la mano y a doblar fierros con la garganta, pero no le pudo ayudar ni a acabar con su tartamudez ni a trabajar en el circo. Desde entonces, trata de matar su frustración escribiendo.

Sobre la editorial El Cuervo:

La Editorial El Cuervo es un proyecto independiente con más de ocho años de vida que publica textos alternativos. Camina ajena a supersticiones academicistas, comerciales o de grupo. Está abierta a propuestas novedosas y arriesgadas de todo tipo y aspira a convertirse en una referencia en Latinoamérica de la literatura contemporánea. 

El Cuervo ha consolidado un catálogo internacional con 45 publicaciones de ficción, no-ficción e ilustración de autores provenientes de más de 12 países. Su catálogo incluye antologías que reúnen a más de 100 escritores y pretende dar difusión a distintas voces latinoamericanas planteando nuevas experiencias para la narrativa en idioma castellano. 

La editorial apuesta por una literatura regional que traspasa las fronteras creando lazos. Para lograr su objetivo, ha recurrido a escritores jóvenes latinoamericanos que están marcando tendencia: Los ha acercado a los lectores locales y ha impulsado el diálogo continental. Junto a Specimens-Mag (http://www.specimens-mag.com) y Suburbano Ediciones (http://suburbanoediciones.com), ha creado el Premio X de novela, que tiene como objetivo renovar la oferta novelística actual. Además, realiza coediciones con casas editoriales interesadas en negociar de una forma innovadora entre editores, autores y lectores. 

Su presencia es creciente en las distintas Ferias del Libro, tanto de Bolivia como de otros países de la región. La editorial ha participado con liderazgo en Ecuador (Libro-Libre, Guayaquil 2015), Argentina (Feria del Libro de Buenos Aires 2014-2015-2016), Perú (Feria Internacional del Libro de Lima 2015-2016), México (Feria Internacional del Libro del Zócalo 2015 y Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2016) y Colombia (Fiesta Libro de Medellín 2016). Y en 2015 tuvo un estreno muy destacado en la Feria del Libro de Frankfurt, donde obtuvo el premio a la “Producción más bella de un libro” gracias al libro de crónicas La vida de las cosas, de Álex Ayala Ugarte. 

Algunos de sus autores son: Julio Barriga, Maximiliano Barrientos, Liliana Colanzi, Juan Terranova, Salvador Luis Raggio, Mauricio Murillo, Sebastián Antezana, Fabián Casas, Patricio Pron, Fernando Barrientos, Christian Vera, Boris Miranda, Federico Falco, Manuel Monroy, Rodrigo Hasbún, Wilmer Urrelo, Flor Canosa y Álvaro Bisama.

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