Por: Andrés Gómez Vela
Las llamadas redes sociales cristalizaron el topus urano de Platón, quien decía que el mundo material es simplemente un reflejo de lo que está en el mundo de las ideas. Sin embargo, no sé si el mundo material es un reflejo de lo que es el facebook y el twitter o si éste es el reflejo de aquel. Lo ineludible es que hay dos mundos y los seres humanos se van acostumbrando a vivir en ambos, aunque algunos no distingan la frontera entre el planeta tierra e internet.
En el mundo virtual circulan el amor, la economía, la política, la ecología, el derecho y su efecto multiplicador es impresionante porque las ideas desgranadas por tuiteros y feisbukeros ingresan en el mundo material a tal punto de generar opinión agregada en la mesa de almuerzo, en el café, en las canchas deportivas, en las plazas, en las calles. “¿Hasta visto el último chiste sobre los opositores en el feisbuk? No. “Mira este artículo que bajé del internet, me lo sugirieron a través del tuiter”. “Hoy le dije las verdades por el feis”.
Aún son pocos, pero tienen la contundencia de millones si tomamos en cuenta que las corrientes de opinión casi siempre se han formado como torbellinos a partir de ideas lanzadas precisamente por pocos, pero reproducidas en el mundo material con palabras cortas o melodiosas, gestos, imágenes por miles de comerciantes, juglares (en un primer tiempo), radialistas, periodistas (luego) y tuiteros, feisbukeros (hoy).
En estas nuevas circunstancias, la telepolítica ha cedido parte de su espacio a la democracia electrónica y puede ceder más porque ésta tiene la virtud de ser interactiva, bidireccional, instantánea, diversa, plural. Además, rige la libertad de elegir o vetar a un “amigo”, seguir o dejar que te sigan. La política rebasa las calles y toma las redes virtuales y el tiempo de las mentes instaladas en el topus urano.
Entonces, el homo sapiens, sin dejar de serlo, deja atrás al homo videns (de Giovanni Sartori) y se encarna en el homo digitalis cuyo rasgo principal es haber recuperado su capacidad policrónica de vivir muchos tiempos y respirar en dos mundos sin moverse de su espacio físico. Pues, puede ser periodista, economista, poeta, activista a la vez.
Finalmente, la mente responde a sensaciones, por ello el homo digitalis siente tener el abrigo permanente de la amistad tuitera, cree que la soledad es un estado pasado porque puede contactarse en tiempo real con sus amigos del feisbuk el rato que quiera, entonces abre las ventanas de su vida íntima y cuenta sus miedos, esperanzas, filias, fobias.
Para algunos es un canal de catarsis por donde expresan sus rabias, sus frustraciones, a veces con nombre y apellido, a ratos desde el anonimato para liberar su verdadero ser escudado en un avatar o parecer lo que no es camuflado en una imagen, entonces se presentan como revolucionarios de tuiter, agitadores de feisbuk o anarquistas virtuales.
La sociedad red es irreversible, no figurar en ella es no existir para las personas a quienes sólo tienes la posibilidad de conocer a través de las redes sociales y no físicamente. No figurar en ella equivale a vivir en tiempos y en espacios cerrados. Cierto, puedes vivir fuera de ella, pero pierdes la posibilidad de convivir con otros seres y respirar en dos mundos.
La sociedad punto com ha desdoblado al ser humano, va cambiando su vida, su lenguaje y lo va instituyendo como la conexión entre el topus urano y el mundo material. Nace en éste pero no se realiza totalmente, si no pisa aquél, donde nace lo que existe después o donde se realiza lo que nace en la tierra.
A estas alturas, los marginados de siempre ya están incluidos en las instancias de decisión del mundo material, pero siguen excluidos del mundo virtual. Urge incluirlos amparado en el artículo 103, parágrafo II, de la Constitución para superar la brecha digital, el colonialismo cultural y dar fin a la injusticia electrónica.