Por: Carlos Arze Vargas (*) Las cosas han cambiado desde 1999, año en que comienza a ejecutarse el convenio de exportación de gas boliviano al Brasil. En ese momento, la política de hidrocarburos del país orientada a la monetización acelerada de las reservas de recursos naturales –política que prevalece hasta hoy- se enfrentaba a la inminente crisis económica, en particular la crisis fiscal, pero coincidía con el interés del Brasil de dotarse de una fuente energética de magnitud, que complementase su propia capacidad interna para proveer a la creciente industria y a la generación eléctrica, tan dependiente de la generación