Vulnerar derechos es debilitar a la democracia y corromper a la justicia.

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Hernán Cabrera M.
Desde la opción y la lucha por los derechos humanos no se pueden admitir neutralidades, ni posiciones demagógicas, ni fronteras ideológicas, ni simpatías o antipatías por un régimen de gobierno. Se viola derechos humanos en democracia, en dictaduras, en tiempos neoliberales, en socialistas, capitalistas. Aunque algunos más que otros. Los derechos humanos es un paraguas que nos da cobijo a todos y todas, que en el caso de Bolivia, hay que jactarse y con orgullo afirmar que tenemos el más amplio catálogo y robusto documento de los derechos humanos, expresado en la Constitución Política de Estado de febrero de 2009, en la cual están establecidos alrededor de 170 artículos que constitucionalizan y garantizan al ciudadano cada uno de los derechos, a excepción de la muerte, o la eutanasia, o el derecho que tiene uno de acabar con su vida en casos de enfermedades terminales.
Pero cuando vemos casos extremos de vulneración a los derechos humanos hay que cuestionarnos y perturbarnos, como planteaba Mario Benedetti, para fijar posiciones claras y marcar la línea. Porque cada atropello a los derechos humanos debilita a la democracia y corrompe aún más a la justicia. En esta democracia que la hemos parido de forma colectiva, la violación a los derechos humanos se la ha venido sosteniendo de forma sistemática e ininterrumpida, y esto no es propiedad exclusiva de un régimen político, sino que esas vulneraciones se dan en el día a día, cuando ves a un ciudadano que peregrina por el Palacio de Justicia a lo largo de 4, 5, 6 o siete años, y esa justicia tuerta obedece órdenes; cuando en Venezuela ves a una persona adulta mayor que es detenida en pijama en su propio domicilio; cuando te acusan de delitos que no has cometido y vives muchos años en la cárcel; cuando impulsan la invasión y la destrucción de áreas protegidas y territorios indígenas a nombre del desarrollo; cuando existen cientos de mujeres desaparecidas y la Policía te dice ya aparecerán; cuando te ocultan información donde se manejan millones de dólares; cuando los jueces incumplen normativas de protección a las niñas y adolescentes; cuando desde el poder se intimida, se mete miedo y se despoja a las personas de sus razones de lucha; cuando sectores sociales se movilizan y cuestionan a su alcalde por obras y por denuncias de corrupción y nadie los escucha; en fin el vía crucis de vulneración a los derechos humanos puede continuar, pero la paramos ahí, porque la realidad es cambiante, contradictoria y superior a la ciencia ficción o al realismo mágico.
Precisamente cuando se trata de derechos humanos hay que ponerle un alto al fuego. Saramago se lo planteó al régimen cubano: Hasta aquí llego y doy un paso al costado, en clara referencia a su apoyo y desencanto con Fidel Castro. Pero tampoco era la opción, por cuanto así como a Castro se lo puede acusar de muchas cosas, también hay que destacar los enormes logros en educación, salud, cultura, deportes, ciencias, y otros hechos sociales importantes e irrebatibles.
Martí decía los derechos humanos no se piden, no se mendigan, se los arrebatan, se los exigen, se los quita al poder o cualquier otra instancia que se niegue o que ande violando tus derechos. Ese es el camino, de vos, de ellos, de nosotros, de los miles y millones para apropiarnos y asumirnos como sujetos titulares de los derechos humanos. Eso es también revolución democrática y ciudadana.

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