Santa Cruz diversa

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Unos pequeñísimos granos de arena se incrustan entre mis dientes como señal de gélida bienvenida en una ciudad habitualmente calurosa. Un surazo otoñal corre por sus calles adormecidas por el clima y la temperatura política. Llegó seguido a Santa Cruz por razones de trabajo, pero esta vez tiene una connotación diferente: es un día antes del 4-M. Apenas tomo el taxi, interrumpe mis pensamientos el inoportuno celular. “Pariente, ¿ejtáj en Santa Cru?”, escucho la voz de Ronald, a quien conocí en el cuartel en Abapó Izozog.. “Claro, estoy en tu tierra”, le digo a mi amigo con quien durante días expresamos nuestra bronca de adolescentes sobre la historia de Bolivia, los gobiernos apátridas que transcurrieron y regalaron la mitad del territorio, la pérdida del Litoral. Días inolvidables con camaradas como “Masa Bruta”, “Yegua loca”, Charata”, “Roba Foco”, “Boca e Candao” compartiendo tostados de Potosí y los riquísimos “chipilitos” o los deliciosos cuñapes. “¿Irás a votar?”. “No puej, tu sabéj mi línea, eso no cambia, sigo siendo izquierdista”, dice y me transmite su impotencia contra el poder de las logias en la política boliviana.

Por la noche, visito a mi paisano Carlos, quien vive en Santa Cruz desde hace 30 años. Sus hijos son “cambangas” como a él le gusta llamarles por la estatura y el porte que tienen los jovenzuelos, a quienes gusta muchísimo los charangos de mi pueblo. “Seguro viniste al referéndum”, concluye. “Sí, vine a trabajar”. “Voy a ir a votar, si no voy, me van a joder en el trabajo, no quiero tener problemas”, me cuenta resignado, pero sin ningún comentario político adicional. “Pero… sé que tu tocayo, Andrés y otros paisanos no irán a votar porque creen que nos están mamando los cívicos”, cierra la conversación y nos disponemos a disfrutar de los huayños nortepotosinos en su acogedora sala.

Llega a recogerme Rubén, un abogado cruceño a quien conocí en Lima, en uno de esos cursos de post grado. “Logramoj nomaj lo que nos propusimoj”, me comenta exultante en el interior de su Toyota Land Cruiser, asientos de cuero, modelo 2001. “¿Por qué tanto empeño?”. “La verda es que ejte gobierno sólo mira indígenas que ni existen ya y se estrella casi siempre contra Santa Cruz. Yo sé que eres medio izquierdoso y no te agrada lo que te digo, pero es cierto”, sonríe y frena en el semáforo de la Avenida Cañoto y calle Libertad. Luego de picar un delicioso pacumuto me despido y quedamos en llamarnos.

Necesito un pañuelo desechable y me acerco a la pequeña venta ubicada en la esquina. “Un pañuelito, por favor”. Me extiende el producto una mano enguantada por el frío. ¿Y usted irá a votar, Señora? “No sé, ni sé ni qué habrá mañana, sólo pasan por aquí autos con sus banderas, parece elecciones, a mí no me dan nada ellos, no vivo de ellos, para mi es igual nomaj”, dice y se refugia en su ropa abrigada.

Amanecer del 4-M. Después de hacer las instalaciones en la radio, salgo en busca de periódicos. “Me da por favor todos los periódicos”. “Siete pesos joven”. ¿A qué hora irá a votar? “No, me han dicho que eso es solo para los ricos”, me responde la anciana que viste unos pantys de lana bajo sus polleras.

Así de diversa y rica es Santa Cruz. La tele sólo nos muestra hermosas mises, cívicos y algunos delincuentes prontuariados. Hay gente como Miriam que celebró la abstención y como Claudia, quien fue a votar a última hora para no tener problemas en sus trámites. No hay pensamiento único, aunque algunos medios se esfuercen en que sea así.

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