Roger Carvajal – Lo que nunca proponen los candidatos

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Bolivia se encuentra en una situación que raya en lo catastrófico. Por tanto, se espera que quienes se hagan cargo del gobierno siguiente estén a la altura de la gravedad de este hecho y tengan la capacidad de resolver cada uno de los problemas más acuciantes del país. Hasta ahora, en cada discurso se oyen solo propuestas difusas en el marco de las buenas intenciones que -suponemos- tiene cada uno: “vamos a crear empleo”, “vamos a resolver el tema de los dólares”, “vamos a tener combustibles”, etc. Desafortunadamente, como ocurre en la mayor parte de los países atrasados y premodernos, al final del día, las estrategias y decisiones políticas tienden a responder a intereses de grupos de poder y no utilizan el insumo principal: el conocimiento tecnocientífico para formular soluciones y políticas de estado consistentes, sostenibles y vinculadas al interés del país, como ocurre en los países avanzados, independientemente de las bases ideológicas que sustenten a cada gobierno. En esta línea, en nuestro país, plantear soluciones sin base científica, es la tónica de todos los candidatos.

Si se quisiera formular soluciones sostenibles y consistentes, en primer lugar sería necesario identificar y caracterizar, de manera integral y en una visión panorámica de la situación actual, el  macro-problema del que se desprenden los demás: el extractivismo (forma de organizar la economía de un país alrededor de la extracción y exportación de recursos naturales sin incorporación de conocimiento para agregarles valor, lo que determina vulnerabilidades por falta de competitividad y sometimiento a los vaivenes de los precios internacionales, por un lado, y a la drástica afectación del patrimonio natural y del tejido social en las zonas de extracción, por otro), hecho del cual es responsable la debacle económica y sus consecuencias: falta de empleo formal y productivo, narcotráfico, criminalidad, falta de dólares, falta de combustibles, corrupción, etc. Es fácil ver que tal situación no se ubica en el centro de las propuestas esgrimidas, ya que no se tienen ideas consistentes para construir la salida del extractivismo y solo hacen notar que la situación actual es consecuencia y causa de la conducta (anti-)económica de los sucesivos gobiernos.

El que el estado dependa de los ingresos en divisas de un solo producto, en franca declinación por no haber repuesto las fuentes de su extracción (exploración de los hidrocarburos), no es suficiente para explicar la imposibilidad de contar con recursos financieros. No se tienen explicaciones sobre la incapacidad para generar bienes y servicios transables (que se puedan intercambiar con el resto del mundo, ya que compramos casi todo porque casi nada producimos) para contar con las divisas en niveles suficientes. En ningún caso se remarca que esto último también tiene que ver con el hecho de que los frutos de las magras exportaciones privadas (minerales, soya y derivados, quinua, castaña y otros menores que genera el agro-extractivismo) se quedan en el exterior en cuentas privadas por no existir la posibilidad de que al retornarlos al país se los pueda recupera al cambio real en el sistema bancario.

Todo lo anterior refuerza la idea de que la formulación de las soluciones estructurales al problema del extractivismo no está en la cabeza de los candidatos. No se ve que la plataforma conceptual y operativa de sus propuestas y planes tengan un enfoque causal, solo ven los síntomas y se proponen actuar sobre ellos, sin pensar que al persistir la raíz de los mismos se replicaran los problemas consecuentes. En su campaña por lo general no se refieren al extractivismo y cuando lo hacen es para proponer más extractivismo, tal es el caso de un candidato que, para lograr votos en el oriente, propone sembrar soya al estilo del Paraguay, el país más deforestado de América por haber eliminado sus bosques y pueblos indígenas para sembrar soya transgénica y pastos para el ganado (propuesta muy parecida a la de Álvaro García con la que pretendía estimular la agro-producción en el oriente hasta llegar a las 13 millones de hectáreas, para lo cual se requería deforestar masivamente, tal como se hizo con los incendios de 2024), sin prever las graves consecuencias en los efetos sobre el régimen hídrico (sequias e inundaciones) y el cambio climático global. Lo anterior es comprensible porque para formular soluciones de la magnitud de los problemas actuales se requiere contar con bases conceptuales y metodológicas que operen en el marco de la complejidad, esto es, se requiere organizar grupos de trabajo que -no obstante que ya existen soluciones tecnológicas para cada gran problema- efectúen las discusiones interdisciplinarias que permitan estructurar propuestas integrales y sistémicas. Desafortunadamente, los equipos de los partidos y frentes están conformados mayormente por políticos con formación social, económica o humanística, pero no tecnocientífica y visión transdisciplinaria, como lo exige la emergencia actual.

Está claro que la salida del extractivismo (poner productos transables de elevado valor agregado y competitividad en los mercados externos), bajo las condiciones actuales de desindustrialización del mundo (causada por la incursión china en la producción mundial) y la ventaja de contar con productos naturales renovables, con importantes bases de conocimiento sobre su manejo, solo puede darse a través del aprovechamiento del último recurso estratégico que nos queda: la Biodiversidad y los bienes que provee, en el marco de lo que se ha denominado la Bioeconomía en la concepción desarrollado de N. Georgescu (la economía es parte del ecosistema y cumple las leyes de la entropía).  Esta línea de acción y pensamiento debe incluir, necesariamente, el cuidado de la naturaleza y la agregación de valor tecnocientífico a cada uno de los productos seleccionados para ponerlos en el mercado internacional. Para esto, será indispensable orientar todas las políticas necesarias para la conformación de un estado moderno a través de la estructuración de un sistema productivo piloteado por el estado, pero con participación de la economía plural, que asegure una alta competitividad de lo que produzca Bolivia mediante la innovación, la certificación, la infraestructura productiva sostenible, la gestión de mercados externos y el crédito de ejecución supervisada (todos como subsistemas).

Sin embargo, es lógico pensar que a tiempo de desarrollar esta ruta (conformación del sistema productivo), que requiere tiempo y recursos financieros, deberán abordarse algunos problemas son urgentes de resolver. Interesantemente estos también requieren como insumo principal el conocimiento, aunque su fuente no esté en nuestros centros científicos. En esos casos la prospección tecnológica (búsqueda sistemática de soluciones tecnológicas a nivel mundial) es una herramienta útil. Algunos ejemplos pueden ser instructivos en este sentido, ya que no son objeto de deliberación por los partidos en competencia.

En el caso de los combustibles para los motores a Diesel, está claro que los biocombustibles a partir de aceites vegetales son un fiasco total para Bolivia, tanto por su capacidad para afectar la biodiversidad local como por sus enormes costos; en cambio la producción de ecodiesel a partir de la despolimerización catalítica de residuos agrícolas y basura orgánica es una solución suficientemente respaldada que, además de proveer los montos necesarios de combustible para todo el país (y más, dados los volúmenes de residuos que se producen), resuelve un problema ecológico grave: evita la quema de residuos agrícolas, que es enorme fuente de contaminación atmosférica y frecuente origen de los incendios forestales. Las plantas de despolimerización, ya disponibles en el mercado internacional y pueden instalarse en los sitios cercanos a las fuentes del insumo mayor, siendo sus costos significativamente menores a los del Diesel subvencionado o al de los aceites vegetales.

En lo referente al agotamiento de las reservas de hidrocarburos, está claro que es consecuencia de la falta de inversión en exploración. Esto se asocia al hecho de que el procedimiento que habitualmente se utiliza para este propósito, la sísmica (eventualmente la magnetotelúrica) es extremadamente costosa, lenta y enemiga de la fauna local, ya que se basa en el uso de explosivos en sitios y profundidades determinadas para detectar las ondas de tipo sísmico en otros sitios a través de sensores y así conocer de manera aproximada la estructura geológica del lugar para formular posibilidades de encontrar hidrocarburos. En su lugar se ha desarrollado la AEEET (Análisis de Emisiones Electromagnéticas Espontáneas de la Tierra), procedimiento que detecta desde al aire, mediante sensores instalados en aviones de bajo vuelo, las emisiones electromagnéticas que liberan las rocas de cuarzo y areniscas en las regiones donde hay actividad tectónica, por las presiones que se desatan entre ellas. Esto permite, mediante softwares especializados trazar en 3D la estructura geológica de la región con una profundidad de hasta 6000 m. Tal procedimiento realiza en semanas lo que la sísmica hace en muchos meses (o años) a costos 10 a 15 veces menores y sin afectar en medio ambiente. De esto tomaron conocimiento los altos niveles en gestiones anteriores en YPFB, pero no prospero por visiones diferentes en los mandos medios.

En fin, existen soluciones tecnocientíficas para cada uno de los grandes problemas de Bolivia, pero de estas no parecen haberse enterado los gobernantes actuales ni los candidatos, por eso proponen más de lo mismo.

En una siguiente entrega, mostraremos las soluciones pergeñadas en círculos académicos que bien pueden llevarse a cabo para resolver problemas como el de la deforestación en el oriente -y sus consecuencias: las sequias y la desertificación- sin afectar la ganadería ni el cultivo de oleaginosas, la producción minera con alto valor agregado para la exportación, sin afectación del medio ambiente ni la salud, y de otros de similar magnitud. Asimismo, se formularán salidas concretas al extractivismo en el marco de la bioeconomía y la innovación.

Roger Carvajal es investigador emérito de la UMSA

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