Estoy hablando de Carlos, el ahora opinador de Tv. Debe presumir que, si él no me conoce, no existo, como si su palabra diera existencia a las personas. Así de poderoso se cree. Toda una celebridad. Yo, como periodista, sí le conozco, lo conocí cuando él estaba al otro lado de las grabadoras y micrófonos.
Lo conozco como conozco a mucha gente, aunque mis conocidos no me conozcan. Por eso dije el pasado 10 de mayo, en una entrevista en ATB, que es un político fracasado que invadió “exitosamente” el mundo de los medios de comunicación social para hacer un mal periodismo. Valverde desconoció esa misma noche, en su monopolio verbal, al argumentador, pero no pudo desconocer el argumento.
El ex jefe de inteligencia de Jaime Paz Zamora se limitó a ignorar al mensajero, no se animó con el mensaje porque sabe que éste es invulnerable, porque tiene el poder de la verdad frente a la palabra del poder del opinador de Tv.
Valverde tiene derecho a opinar, la Constitución garantiza su libertad de expresión, y la audiencia tiene derecho a saber quién es el opinador, quién es el “ser histórico” que está detrás del opinador, para saber por qué piensa lo que piensa y por qué dice lo que dice, como diría Ortega y Gasset. Es decir, tiene derecho a saber si el que ejerce la libertad de expresión cuenta con el ethos ético que reclamaba Aristóteles.
No es lógico destruir la verdad del argumento, desconociendo al argumentador. Es como pretender desconocer a Oscar “Motete” Zamora para negar que, en las municipales de 1999, Valverde fue candidato a concejal en Santa Cruz por el FRI. La palabra de la “celebridad” tiene el mismo peso que la palabra del lego, finalmente, pesa más el argumento que el argumentador, así éste se crea un Dios de la televisión.
Valverde va de frente para esconder lo que tiene por detrás, para ocultar, a través de la palabra, su ser de político frustrado. Como hijo del mercado que disfrutó de los mimos y glorias del mirismo, gobierno que asesinó cruelmente a miembros de la Comisión Néstor Paz Zamora y cuyos miembros cupulares se involucraron con el narcotráfico, cree que para ser exitoso hay que ser conocido en los medios mercantiles o ser fábricas de dinero.
Valverde actúa como periodista y habla como opinador, es un espadista de la palabra que tras fracasar en su intento por prolongar su estadía en el poder pasó a la otra orilla. No habla ni bien ni mal, no opina ni excelente ni pésimo, ni meridiano ni oscuro, ni duro ni suave; simplemente es un palabrero que opina con la inteligencia mirista. Es una emulación de Carlos Mesa, sólo que con carajos, cojudos y mierdas.
Fue muy dócil y mansueto con los corruptos de su gobierno y ahora pretende mostrar la fiereza de su palabra contra todo aquel que se atraviesa con su lengua. Le debe su grandeza a Jaime Paz. Todos los días sale su sentido común volando por las pantallas de televisión desvirtuando el sentido de los medios de comunicación.
Por todas estas razones es muy conocido Valverde y por estas razones prefiero ser un desconocido a ser un mal conocido. Pero, insisto, tiene derecho a opinar y a trabajar donde pueda, según sus capacidades y habilidades, así hable “huevadas”.