José Luis Saavedra Profesor de Teoría y Política Poscolonial
«Estamos invadiendo ecosistemas, creando nuevos canales de transmisión viral y, en última instancia, rompiendo aquellas barreras que separan a las distintas especies. El reto hacia adelante no es otra que repensar la manera en que interactuamos con la naturaleza». Gonzalo Colque.
La noticia más importante del periódico Página Siete del 21 de marzo (Día Internacional de los Bosques), es en verdad estremecedora: “Sin capacitación y equipos, médicos no saben cómo enfrentar el Covid-19” y la siguiente noticia en importancia es también alarmante: “Suben a 19 los casos de coronavirus en el país”.
Es en verdad angustiante que no sepamos cómo entender y, menos aún, afrontar, la pandemia (considerada como la más letal de los últimos 70 años) del coronavirus? El común de los escribidores y los mismos epidemiólogos enfatizan el propio campo de la medicina (específicamente el de la patología y/o la terapéutica) sin hacer mayores esfuerzos por comprender las causalidades primordiales de esta grave enfermedad.
Y es por y para ello que recurrimos a conversar con un científico, Roger Carvajal, quien es master en inmunología y doctor en biología molecular. Y lo primero que él establece es que hay una urgente necesidad de repensar “la relación del hombre con la naturaleza, la relación conflictiva del hombre con los animales, en la tierra y en el mar” y apuntar hacia “otra dinámica de relación con la naturaleza”.
Otro presupuesto epistémico fundamental es también comprender “la (extraordinaria) capacidad depredadora del hombre, que debería ser uno, todos los animales -en su equilibrio natural- son depredadores en grado uno, pero se ha multiplicado por 14, depreda animales”.
Peor aún, “la práctica de comer animales salvajes está muy diseminado en (todo) el mundo, los habitantes de las zonas selváticas viven de la caza y la pesca, cazan y comen, y en el caso de ciertos simios provoca patologías importantes, como el sida. Y hay una cantidad importante de virus de animales silvestres, que entran en el ser humano, pero habitualmente es porque el hombre invade su hábitat (natural)”.
“Al invadir su hábitat no es sólo que se los coma o los dañe directamente, sino que modifica (drásticamente) las condiciones (de vida natural) y hace que estos animales se conviertan en plagas; la plaga es -por definición- cualquier especie, dentro de un ecotopo, que no tiene controlador biológico”.
“Si nosotros quemamos el bosque, (entonces) eliminamos las lechuzas, las serpientes, etc., y no hay quien los controle, por ejemplo a los roedores (principalmente ratas y ratones), y éstos proliferan”. Aquí conviene aclarar que los roedores tienen virus, es parte de su naturaleza, tanto que por ejemplo el arena-virus es parte de los roedores, y no les causa enfermedades. Es más, el virus funciona entre las especies, es inclusive un mecanismo de transferencia genética y de intercambio genético.
Si el virus no es un problema (en sí mismo), entonces cuál es el problema, es “que cuando eliminamos a su controlador, a su depredador natural, proliferan, irrumpen los hábitats humanos. Casualmente, uno de esos virus brinca (salto zoonótico) al ser humano, por mutación. Es el caso de la fiebre hemorrágica y varios otros virus, como el ébola. (En general), los virus tropicales tienen esa característica”.
El problema medular es entonces “el hombre en su vínculo con los animales y (más aún) la cultura que se alimenta de animales salvajes. Ahora, esa cultura es propia de poblaciones más bien primitivas, que está reduciéndose a nivel mundial; pero, por alguna razón, en la China, hay este gusto por comer lo salvaje, inclusive vivo, que no ha podido ser eliminada o (al menos) atenuada por el cambio al capitalismo, por el desarrollo del mercado; al contrario, el mercado ha promovido que sigan comiéndose animales salvajes, (tanto que) están produciendo (severos) riesgos de extinción en muchas especies”.
En este contexto, veamos, brevemente, qué ocurre en nuestro país, Bolivia. Un problema muy grave, entre muchos otros, es que aquí también se re-produce la “relación conflictiva del hombre con la naturaleza”, aun cuando podamos suponer que “ya no es época de depredar animales salvajes” y/o presumir que “hemos hecho las paces con la naturaleza” para vivir bien, o incluso que confiemos y apostemos por los significativos “avances de la ciencia, en el afán de mantener en algo la armonía (con la naturaleza) y no sea tan conflictiva nuestra relación”.
Un tema central, en el país, es la alimentación y la carne, sobre todo la de res, es más sustancial aún. No obstante, “el ganado es conflictivo, porque libera metano y también porque hay que quemar bosque en muchos lugares”. Más grave aún, Bolivia no tiene espacios apropiados para la ganadería, “entonces ha tirado selva para poder criar ganado. Y en ese tirar selva ha logrado daños suficientes como para crear zoonosis, el caso más emblemático es el de la fiebre hemorrágica (una enfermedad infecciosa zoonótica), que fue el año pasado (en Caranavi, departamento de La Paz) un rebrote después de 30 años. Y ahora que están otra vez volviendo a quemar (bosque) en el norte de La Paz, o en el Chapare para la coca, (el virus) aparece otra vez. De hecho, se sospecha de que la quema para la caña en Madidi, para San Buenaventura (empresa azucarera), es también uno de los causantes mayores que ha logrado la liberación (de virus)”.
¿Y ahora qué hacemos? Las propuestas las voy a desarrollar en el próximo artículo, por hoy interesa entender el problema y quiero terminar refiriendo las palabras de mi maestra Raquel Neyra, quien enfatiza “La importancia de defender la biodiversidad, que nos protege de los virus, nos hace más fuertes. La importancia de consumir productos de la agroecología que aumentan nuestra capacidad inmunológica. Y que esta pandemia sirva para tomar conciencia de la importancia de respetar a la naturaleza”.