Max Baldivieso – La religión se viste de hipocresía

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“Hoy día, en Bolivia, el Estado de Derecho –que es la garantía de que la ley esté al servicio de todos y se aplique en forma imparcial– no garantiza los derechos básicos de todos”, Monseñor Aurelio Pessoa, presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB).

El clero viste hipocresía, mientras que su mirada está parcializada a favor de las logias que insisten con un paro que lleva a la agonía a una mayoría del pueblo cruceño.

Los líderes cívicos utilizan la religión para manipular a un pueblo noble  y ocultar su falta de propuesta, en su multitudinaria concentración donde fueron desconocidos por grupos radicales, los mismos grupos que en 2019 se arrodillaron en las puertas de los cuarteles clamando para que se mate a otros bolivianos.

Estos radicales que no se perdonan a sí mismos por el color de su piel, que arrastran sus raíces indígenas y que están poseídos por las religiones oportunistas.

De esos radicales es el discurso de violencia y de indolencia, aunque piensan que al arrodillarse y repetir una oración sin sentirla ganan el perdón por haber insultado, quemado y pegado a sus hermanos de sangre y color de piel. Para “blanquearse” no simplemente deben pensarse cristianos, también tienen algo de fascistas.

Esa mirada es la misma de cuando estuvieron al lado de las dictaduras acompañados por la región y cómo olvidar su accionar en el golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019. Por su parte, la Iglesia hipócrita solo toma en cuenta a los pobres para los diezmos pero es la primera en participar en los periodos de facto.

Hay muchas preguntas que se le debería hacer a esta Iglesia. ¿Dónde estuvo cuando se negociaba con la salud del pueblo en la pandemia? ¿Por qué gozaba de las mesas organizadas por Murillo, mientras este individuo paseaba con tanques por la ciudad de La Paz?

¿Será que la iglesia necesita la sangre del pueblo para seguir con sus privilegios en gobiernos autoritarios?

Se queja de que no hay estado de derecho aunque el gobierno llamó muchas veces al diálogo, instaló mesas técnicas, permitió la difamación desde medios amarillistas, permitió que vándalos ebrios golpearan a las personas que deseaban trabajar para conseguir dinero para llevar el pan a sus hogares.

Ese mismo pan que los jerarcas de la Iglesia comen en las celebraciones, ese pan que les ayudó a avalar la persecución y a coartar el derecho de expresarse. Estos señores, ocultos en sus hábitos, quieren enseñar democracia mientras que son aliados eternos de las dictaduras.

Ellos no ven las tres muertes ni las violaciones que sus aliados cometieron durante el paro y buscan quedar bien con las logias que se guían por el odio al prójimo.

Parafraseando a Slavoj Zizek, de su libro La religión, la lectura del cristianismo sobre la voluntad de Dios es que primero se lanza a la humanidad al pecado para luego salvarla por medio del sacrificio de su hijo único y que la ansiedad que caracteriza nuestro propio tiempo se basa en una norma que incita a la misma transgresión de estar del lado del opresor y en contra de toda forma alternativa de pensar. Sería bueno que la Iglesia revise su pasado de muerte en Latinoamérica.

El Mesías decía “ama a tú prójimo”, algo que significa no dejar que roben al pueblo en pandemia, no dejar que lo maten, no permitir que grupos de patovicas amenacen y aterroricen a quienes no están de acuerdo con un paro fanático que cada día pierde apoyo.

Max Baldivieso es periodista

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