El pasado 23 de agosto, sucedió algo inesperado en el país. Siete días después, el 30 de agosto, pasó algo más sorprendente todavía. En 18 años de régimen masista, no habían sucedido hechos de esta naturaleza. Si hubiesen sucedido, el proceso de cambio hubiese tenido otra historia y el país hubiese estado mejor.
El viernes 23, los vocales del Tribunal Supremo Electoral observaron tres preguntas del referéndum anunciado por el Presidente Luis Arce porque no cumplían los criterios de claridad, precisión e imparcialidad, y rechazaron la cuarta porque era inconstitucional. Cuando me enteré de la noticia, acudí a la misma fuente para ver si era real. Era real.
El viernes 30, los autoprorrogados del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) declararon improcedentes las tres preguntas que había observado el TSE porque el Ejecutivo no había cumplido un trámite administrativo. Esa decisión archivó el referendo inconstitucional. Ya era demasiado increíble para ser cierto. En 18 años, los masistas de todos los poderes habían erigido a un Jefe del Estado cuya voluntad estaba por encima de la Constitución y de cualquier ley.
¿Por qué vocales y autoprorrogados decidieron esta vez cumplir las reglas de la democracia y rebelarse? ¿Acaso de pronto tomaron consciencia de sus actos? Mi hipótesis: se rebelaron porque olfatean la debilidad de Luis Arce.
Sí, es un gobierno débil. Digo las razones:
- Está aislado en la extrema izquierda porque imita a su antecesor, a quién hoy, paradójicamente, lo critica por ser autoritario. Por esta razón, perdió la conexión con los sectores sociales que rechazan la polarización.
- Es ineficiente porque no tiene soluciones a los problemas del país y es inefectivo porque las ideas que plantea no resuelve la crisis multidimensional.
- Sufre parálisis. Da la sensación de que no hace nada, sólo mira cómo la crisis económica va acabando con el futuro del país.
En cuatro años de gestión, el Presidente y su círculo no hicieron nada para diferenciarse del jefe de su partido, don Evo Morales. No han creado una marca democrática. No se percataron que incluso al interior de la extrema izquierda había gente que esperaba alguna diferencia. Al ver que Arce era un imitador, buena parte de esa gente optó por volver a apoyar al autócrata original.
Al aislarse en la extrema izquierda, el Presidente se alejó de las clases medias urbanas que prefieren un gobierno creador de las condiciones sociales y económicas para progresar sin ninguna ayuda del Estado. Estas personas quieren un Presidente preocupado por los asuntos de la gente, no uno ocupado por imponer sus creencias sobre golpes que nunca sucedieron o ideologías superadas por la historia. ¡Ah! Detestan la polarización.
Arce olvidó que en 2020 ganó las elecciones gracias a estos ciudadanos que votaron contra aquellos polarizadores del otro extremo que habían tomado el gobierno temporalmente sin merecerlo. Olvidó que optaron por él por el “buen recuerdo” de la bonanza, creyendo que era realmente el autor del “milagro económico”. Después de cuatro años, esa misma gente considera a Arce como culpable de la crisis. ¡Qué ironía pasar de ser autor del milagro económico a ser autor del desastre económico!
Esta percepción es resultado de que hasta la fecha ninguna de las iniciativas de Luis Arce resolvieron los problemas socioeconómicos del país. Entonces, opinan que Lucho no es más que una copia antidemocrática de don Evo. Tienen la sensación de que es un Presidente que no hace nada por solucionar los problemas que abaten a la gente. Lo ven paralizado. Cada vez que lo escuchan decir: “estamos saliendo adelante”, lo imaginan como a un ente sin ideas que sólo mira cómo el país avanza hacia el abismo.
Aunque parece tarde, el Presidente debería asumir algunas decisiones si no quiere debilitarse más y ser recordado como el causante de la ruina nacional. Por ejemplo, debería comenzar diferenciándose de don Evo. ¿Cómo? Siendo más democrático. Ser democrático significa hacer un pacto político por la democracia y la economía con la oposición e instituciones nacionales no afines. Una acción de esta naturaleza aislaría a don Evo en la ultra izquierda.
Si el pacto pasa por cambiar el modelo económico, debería hacerlo. Entiendo que sería un golpe durísimo a su ego porque significaría reconocer que su modelo fracasó. Decepcionará al voto duro del MAS, pero recibirá aplausos de la clase sociales pragmáticas. Hasta sería considerada como una persona que convierte sus fracasos en escaleras para subir a la cima del éxito. Un héroe.
Un pacto por la democracia devolvería a Luis Arce legitimidad. Más aún si la base de ese pacto sería el respeto de las reglas de la democracia y la reconstitución de la institucionalidad devastada en 18 años de masismo. De ese modo, no sólo terminaría honorablemente su gestión, sino que terminaría con la derrota del político boliviano más antidemocrático y cínico de la era democrática del país: el jefe de su partido.
Dadas las circunstancias, lo que más temen Lucho y los suyos es que don Evo vuelva al poder. Lo conocen bien. Saben que es vengativo. Saben que un hombre con ira y poder es destructivo. Para salvarse, son capaces de votar por un candidato de la oposición.
Los viernes 23 y 30 de agosto, pasaron hechos increíbles. La gente vio por primera vez en 18 años que cuando los poderes son independientes la democracia funciona lindo. El Presidente Luis Arce tiene la oportunidad de hacerlo funcionar mejor haciendo un pacto por la democracia y la economía. Podría comenzar concertando con sus adversarios en el Parlamento la elección de un verdadero Fiscal. Entonces, si bien no pasaría a la historia como un gran economista, pasaría como un gran demócrata. Si no pacta, es probable que no termine su mandato por obra de sus propios “hermanos” comandados por el jefe de su partido.
Andrés Gómez Vela es periodista y abogado.