No hay novedad en decir que el Ministerio de Relaciones Exteriores no tiene ni idea de lo que hace. No impulsa los intereses nacionales, ni defienden la soberanía, ni promueven la paz, ni la democracia, y menos resguardan los derechos humanos. Nada de eso. La realidad es que están perdidos e improvisan. Así lo han reconocido ex autoridades, como Álvaro Garcia Linera que en un programa televisivo dijo: “No existimos en el ámbito internacional. Bolivia ha desaparecido del ámbito internacional. Nadie se acuerda de Bolivia. (…) y por eso creo que sí, en el ámbito internacional está aplazada…”.
Como la embarcación se hunde, huyen. Se auto postulan a los organismos regionales, aunque son creaciones neoliberales, como lo hizo Rogelio Mayta al Tribunal Andino de Justicia y ahora Benjamín Blanco, quien se fue a la ALADI. Se marcharon sin despedirse, como recomienda el protocolo diplomático y no difundieron un balance de su gestión.
Ante la ausencia de evaluación, revisemos el estado de situación en materia de Acuerdos Comerciales. Como nada es mucho ni poco, ni alto ni bajo si no se compara, comparemos con lo hecho por Chile.
En la década de los 80, ante el fracaso del modelo de sustitución de importaciones, los países suramericanos reestructuraron los mecanismos de integración. Así, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio ALALC de 1960, fue transformada en 1980 en la Asociación Latinoamericana de Integración ALADI; y el Acuerdo de Cartagena del 1960 fue convertido en 1997 en la Comunidad Andina CAN. Ambos con una nueva visión y con el propósito de favorecer el comercio regional.
Adicionalmente, Bolivia suscribió acuerdos de libre comercio con Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay (MERCOSUR) en 1997; con México en 1994; y acuerdos de preferencias arancelarias con Chile en 1993 y con Cuba en 1995, los cuales están plenamente vigentes y son los que desde entonces otorgan preferencias a las exportaciones bolivianas.
Desde 2006, con excepción del ALBA-TCP, que es un Tratado anodino, sin utilidad, la diplomacia de los pueblos no ha concertado ningún otro acuerdo comercial.
En la comparación, mientras Bolivia tiene 6 acuerdos comerciales, con 11 países; Chile tiene 39 acuerdos comerciales, con 61 países, entre ellos, con EEUU y China. Es lógico, cualquier aprendiz de economía lo haría, porque al margen de consideraciones ideológicas, son los dos mercados más grandes. Bolivia, contrariando éste elemental razonamiento, ha perdido las preferencias arancelarias concedidas por EEUU (ATPDA), afectando a las manufacturas textiles de la ciudad del Alto; y con China, a pesar que se le apoya militantemente en su disputa por el liderazgo global, se es incapaz de convenir un acuerdo comercial.
Para peor de males, los acuerdos comerciales bolivianos están tal cual fueron diseñados en la década de los noventa; mientras que gran parte de los acuerdos de Chile son nuevos o han sido renegociados para incorporar las nuevas dimensiones del comercio exterior. Así, además de los temas arancelarios, incluyen una infinidad de otros temas como: comercio electrónico, medio ambiente, temas laborales, compras gubernamentales, transparencia, anticorrupción, entre otros.
Adicionalmente, a pesar que constantemente se habla del cambio del orden mundial, la diplomacia de los pueblos, carentes de un análisis geoestratégico, no caen en cuenta que la región Asia Pacífico es la de mayor dinamismo en el crecimiento comercial y que Bolivia tiene una vocación natural hacia el Océano Pacífico; manteniendo inexplicablemente a Bolivia al margen del Foro Asia Pacífico. No se participa ni siquiera en calidad de observador, a pesar que Japón, China y Corea del Sur son importantes mercados de destino de los minerales bolivianos.
Pero como no todo debiera ser crítica, colaboremos y aunque es una obviedad, informemos a las autoridades de Cancillería que Bolivia cobra un arancel del 10% para la mayoría de bienes y 5% ó 0% para bienes de capital. Si además, consideramos que no existe un efectivo control sobre el contrabando, la protección a la industria nacional es marginal o cero. Consecuentemente sería razonable negociar acuerdos con otros países para obtener rebajas de aranceles que oscilan entre 30% a 40%, otorgando a cambio nada o casi nada. Si a contrario sensu, no se cree en el libre comercio, protejan y fomenten la industria nacional, pero por favor, ¡en serio!.
La política exterior de la diplomacia de los pueblos es vivir de lo hecho por los neoliberales, aunque constantemente lo denuestan, porqué no tienen ni idea de qué hacer para mejorar el futuro.
Windsor Hernani Limarino es diplomático de carrera