La academia boliviana, es decir, el sistema universitario público y privado está ausente frente a la dinámica y tensa realidad nacional. Los hechos de magnitud que ocurren a diario no son motivos de preocupación, análisis e investigación de las tantas facultades en las diferentes disciplinas que tienen el conjunto de las universidades bolivianas. Los grandes debates en los que está interesado el pueblo y la clase política, al parecer, no son parte de las clases o de los seminarios de estas universidades, ni de las federaciones de docentes y de estudiantes.
La Bolivia plurinacional en este año ha afrontado tantos hechos y situaciones extremas, complejas, dialécticas que demandaban un mínimo de interés para su estudio académico e investigación de los miles y miles de docentes, con grados de maestrías y doctorados, con que cuentan las once universidades del Estado.
Los temas nacionales no han sido puestos en la agenda de actividades ni del pensamiento al interior del claustro universitario. Solo les interesa los hechos que les afectan, es decir, más presupuesto, elecciones a granel para el consejo universitario, para la Federación Universitaria, para la Federación de Docentes, para asistir a congresos nacionales, y cada cuatro años, la elección para rector, vicerrector, decanos, directores de carrera.
La universidad nació con ese espíritu del debate, de interesarse por la realidad diaria, de los problemas que atraviesa el ser humano. Así lo entendió Platón, cuya academia o escuela es considerada como la primera universidad del mundo. Ahí se discutía a fondo sobre temas abstractos y también lo que afligía al griego hace más de 2.000 años: la justicia, la bondad, la democracia, los males, las guerras, la democracia.
En varias partes del mundo las universidades han estado presentes con importantes investigaciones y con aportes a sus estados y a la ciencia en sus diferentes disciplinas. Son puntos de referencia obligada del poder político, cuyos representantes acuden a las mismas para recoger datos o informes sobre la pandemia del covid, el cambio climático, los retos de las democracias, y tantos temas globales y complejos.
Pero en Bolivia, lamentablemente el sistema universitario público y privado sólo está abocado u ocupado en cumplir con su calendario académico, en no molestar a nadie ni ser molestado por nadie, ni meterse en problemas ajenos, ni en esforzarse para decir algo o investigar a fondo sobre lo que nos está pasando como Estado y sociedad, que en los últimos tiempos hemos sido golpeados, cual tsunami, en nuestra cotidianidad y en nuestros afanes por sobrevivir.
Algunos ejemplos para provocar en algo a los ilustres consejos universitarios, a los jefes de carrera que deben tener maestrías y doctorados, así lo dice la norma, en la perspectiva de desnudar una realidad de anomia e indiferencia sobre esta sentida ausencia en la realidad nacional y en los hechos que cada vez nos conflictúan y nos dividen.
Desde hace más de un año el debate inconcluso de las elecciones judiciales, con varios tropiezos legales, con demandas, sentencias y ahora con una clara figura de detener esas elecciones, pero ni una sola universidad ha realizado un estudio serio para decirle al país lo que significan estas elecciones, el por qué y para qué deben realizarse, la situación de la justicia boliviana, la auto prorroga de los magistrados del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo de Justicia. Tanto material que se tiene de esta particular situación, pero ninguna facultad de Ciencias Jurídicas se ha destacado o por lo menos realizar un seminario o jornadas de debates. ¿Miedo, complicidad, falta de capacidad académica?
Hace tiempo venimos afrontando una seria crisis económica, que en estos meses se siente con más fuerza, agudizados por un bloqueo ilegal e injusto de 24 días, pero ni una sola facultad de Economía, Ciencias Sociales se ha hecho sentir. Al parecer han estado bloqueadas en sus capacidades de reacción. En el tema de la economía, hubiera sido pertinente que alguna universidad le planteara al gobierno propuestas para salir o afrontar la crisis económica. Pero a punto de concluir el 2024, esas facultades están de fiesta, menos pensando en el país.
El debate largo de la reelección, que algunos analistas dijeron era un derecho humano, que nos mantiene a los bolivianos polarizados y enfrentados, los unos diciendo que Evo Morales está habilitado y los otros que está inhabilitado e incluso con informes de la CIDH y del Tribunal Constitucional, interpretados con dos verdades o dos. ¿Por qué los abogados de las muchas carreras de Ciencias Jurídicas no se pronunciaron o por qué no hicieron un estudio académico sobre la importancia de las leyes, el mandato de la Constitución Política sobre la reelección? ¿Se sintieron provocados por lo que está pasando en el país en materia de leyes y de la marcha de la justicia o es mejor no decir nada?
Las universidades están bloqueadas o autobloqueadas, que no tienen la capacidad de ser parte de la solución de los grandes problemas que nos aquejan, a pesar que tienen las condiciones de hacerlo, porque ahí se forman los recursos humanos y porque su esencia es fomentar y fortalecer las ciencias sociales, humanísticas, políticas, ambientales, energéticas, económicas y otras.
Como verá mi estimado lector, solo dos ejemplos claros y contundentes de la ausencia de la academia en el debate nacional de los grandes temas que son de preocupación del ciudadano. Pero están en otra realidad viviendo o siendo absorbidos por pugnas y denuncias graves de casos de corrupción como hoy rodea a la Facultad de Comunicación Social de la UMSA; o la impunidad con que gozan los que cometen delitos, como el decano de la Facultad de Humanidades de la UAGRM, acostumbrado a pedir “culin y $us” por notas; la justicia lo liberó de toda responsabilidad.
Sin duda, así como el país marcha a un ritmo acelerado y sin rumbo, así marcha el sistema universitario público, el cual debe ser consciente de un golpe de timón, de cambiar radicalmente estructuras, visiones y recuperar lo que muchos años hacían las universidades: ser parte de las luchas sociales, de las reivindicaciones de los grupos marginados; el faro de referencia en temas centrales, pero los cuales deben emerger de profundas investigaciones y no simples conferencias de prensa; el centro de debates donde se discutan las leyes, medidas y decisiones del gobernante, recuperar lo que decía Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.
O nos quedamos con lo que el escritor y filósofo peruano, José Carlos Mariátegui, alertaba: “La docencia secundaria y universitaria, tanto por su función como por su estructura, tiende a crear una burocracia conservadora”.
Hernán Cabrera es periodista y licenciado en Filosofía