La primera impresión de Lara

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Andrés Gómez Vela

En política, la primera impresión suele ser determinante. El cerebro necesita entre 7 y 30 segundos para sellar simpatía o rechazo. La neurociencia lo llama “juicio relámpago”. Edman Lara ya lo recibió: mientras unos lo celebran como outsider que habla su mismo idioma, otros lo condenan como un riesgo populista y autoritario.

Después de esa impresión inicial, solemos reforzar lo que confirma nuestra evaluación y desestimar lo que la contradice (sesgo de anclaje). Esa capacidad de reacción inmediata ayudó a nuestra especie a sobrevivir. Hoy seguimos escaneando rostros para decidir, casi instintivamente, si confiar o no.

Esta semana, miles de electores vivieron su primer encuentro con Edman Lara, candidato a la vicepresidencia del PDC. Su “veredicto relámpago” fue claro: expolicía autoritario y populista; es decir, peligroso. Muchos, sobre todo en las ciudades, conocieron recién su rostro y su estilo; habían votado más por Rodrigo Paz que por él.

Otros, en cambio, lo conocieron en TikTok, un espacio alterno a los medios tradicionales. Allí les pareció cercano y confiable: habló de sus problemas personales, sintonizó con la rabia contra los corruptos y ofreció promesas irrealizables: bonos de Bs 2.000, 2.500, ingreso de reservistas a institutos policiales y militares, más subsidios, entre otras.

El PDC atrajo al electorado popular que durante años respaldó al MAS por tres razones: 1) Lara encarna al outsider que buscaba casi la mitad del electorado; 2) Quiroga, Doria Medina y Reyes Villa simbolizan un pasado enterrado en 2005; y 3) la crisis económica y moral provocada por la élite masista. En suma, el voto por Paz–Lara fue a la vez rechazo a la “vieja política” y castigo al MAS.

Pero no alcanzó para la primera vuelta. El binomio Paz–Lara enfrentará a Quiroga–Velasco el 19 de octubre.

En una semana, la novedad Lara comenzó a erosionarse. Su falta de inteligencia emocional empieza a espantar a sectores medios que lo apoyaron al inicio sin conocerlo bien. Por ahora, el desencanto es leve en sectores populares, pero podría crecer. Faltan 57 días y en política puede pasar de todo.

Por el momento, los videos que muestran su temperamento irascible y las críticas que recibe podrían incluso reforzar, por efecto paradójico, la simpatía de quienes ya votaron por él.  Sin embargo, en estos 57 días de campaña que quedan, la ironía, el humor y el sarcasmo podrían romperle el espejo y convertir a Lara, no en candidato, sino en el bufón oficial de la contienda.

Si este domingo fuera la segunda vuelta, el binomio Paz–Lara captaría gran parte del electorado de Del Castillo, Andrónico y Johnny Fernández. Sus votantes comparten afinidad popular y rechazo a Quiroga. Y si en medio de esas variables Morales orienta el voto nulo hacia Paz, esta dupla podría imponerse.

El equipo de Paz quisiera que la elección fuera ya: temen que el efecto Lara espante a quienes lo apoyaron y frene a quienes pensaban sumarse. En ese escenario, Quiroga–Velasco intentarán instalarse como “el mal menor” y sumar a Unidad, SUMATE, ADN.

Si el PDC retiene su base popular —que no es voto duro—, pero no logra crecer mucho más allá de una fracción del voto masista-nulo, la campaña será un referéndum entre el masismo que hundió al país y el antimasismo que promete sacarlo de la crisis. En esa narrativa, la palabra “masismo”, con su mala fama, es un lastre: las adhesiones públicas de exmasistas refuerzan la idea de continuidad de los mismos que viven del Estado desde hace casi 20 años. Nuevo gobierno, viejos masistas. Nada cambia, todo sigue igual.

Aunque poco probable, a Quiroga le conviene que el voto nulo se mantenga si no migra hacia él. Hará todo para evitar ser visto como “rostro viejo reciclado”. Sus ideas fuerza presentarán a “Lara como peligro autoritario” y a la dupla del PDC como “continuidad del masismo”, pero solo servirán si penetran en los sectores populares. Una desventaja más: estos sectores no cambiaron su primera impresión respecto a Tuto. Si nunca lo vieron cercano, ¿por qué habrían de hacerlo ahora? ¿Puede una cirugía plástica política lograr el milagro? Veremos.

Andrés Gómez Vela

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