La posverdad masista

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Por: Andrés Gómez*

Dar un golpe a la democracia y hacer creer que los golpistas son los que sufrieron el golpe y recuperaron la democracia es una retórica de alta dosis.

Empujar a su propia gente a la muerte ordenando bloquear una planta de YPFB y dejar sin gas ni alimentos a los habitantes de dos ciudadespara llamar, luego, masacradores a los que desbloquearon a costo de una decena de vidas para permitir el paso de gas y alimentos a las ciudades afectadas, es una desfiguración de la realidad nivel George W. Bush que fabricó una causa falsa para justificar la invasión a Irak en 2003.

Usar la quema de la wiphala para fogonear lo visceral sobre lo racional e inducir a la gente a una “guerra civil” es una demente, pero hábil envoltura de una mentira criminal en un celofán de verdad.

Repetir hasta hacer creer a sus propios hermanos y a sus mismas hermanas que el coronavirus es un invento de la derecha es una negación fatídica de la realidad que invita a la muerte.

Esos cuatro hechos fueron y son construcciones de posverdad.

Para probarlo, empezaré definiendo la palabra: “circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en moldear la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a la creencia personal (Oxford Dictionaries)”.

“Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española)”.

A fin de explicarme mejor, voy a señalar las características de la postverdad, según la profesora española María José Canel Crespo.

1. Afirma falsedades, y aun cuando se presentan evidencias que muestran lo opuesto o hay expertos que las contradicen, se continúan repitiendo hasta lograr que pasen a formar parte de las creencias y convicciones de quien escucha.

El jefe del MAS, Evo Morales, y los suyos organizaron en octubre pasado un fraude electoral. Al ser descubiertos negaron el fraude. Cuando la misión de la OEA certificó el fraude, Morales y los suyos repitieron y repiten su falsedad hasta lograr inocular la mentira en sus segSuidores.

2. Se permite el “lujo” de esconder la debilidad del argumento en una buena metáfora, en una historia bonita o en efectos especiales que distraen de lo esencial.

“Proceso de cambio”. “Revolución democrática y cultural”. Miles de funcionarios iban obligados a las concentraciones de los jefes políticos masistas para dar la sensación de que la mayoría de la población estaba dispuesta a defender con su vida el cambio que no hubo y la revolución que derivó en tiranía y puso en terapia intensiva a la democracia.

3. Se defiende recurriendo a la conspiración: quien postula algo distinto es un enemigo que se configura ad hoc.

La cúpula masista culpó de sus fracasos a los periodistas, al Imperio, a la derecha.

4. Hace noticia, que además sostiene en el tiempo, de los rumores falsos; el atractivo noticioso es que “muchos así lo piensan”.

“Los pueblos indígenas son la reserva moral de la humanidad”, decía el rumor que comenzó en alguna imaginación hace años y los maestros de la posverdad fabricaron cada día titulares periodísticos para despreciar a los bolivianos no indígenas. Ni siquiera la evidencia de la corrupción en el fondo indígena los descolonizó.

5. Banaliza contenidos, presentando al mismo nivel los análisis informados y los rumores o afirmaciones grandilocuentes

Para seguir negando su fraude, la élite azul difundió en febrero pasado un artículo de dos estadounidenses como si hubiera sido realizado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) y publicado por el The Washington Post. El análisis decía que no hubo fraude en las elecciones de octubre y que hubo un golpe de Estado, en Bolivia.

Su objetivo era poner este análisis al mismo nivel de la investigación de la misión de la OEA que probó el fraude. No lo logró. El MIT dijo que no hizo ninguna investigación sobre el caso de Bolivia.

6. Genera desconfianza en las instituciones conforme a las que se articula el funcionamiento de la sociedad.

La cúpula masista, con el fin de evitar contrapesos democráticos y vigilancia social, se inventó un “cartel de la mentira” de medios de comunicación, quiso refundar la Iglesia Católica y socavó el trabajo de las ONG medioambienalistas.

7. Apela a la emoción e incluso al odio; lo sentimental es una palanca para la movilización.

El ataque a un vehículo del Waynabus que transportaba médicos y a dos ambulancias, en El Alto, la noche del jueves pasado es la explosión del odio incubado por Evo y su entorno durante casi 14 años, expertos en posverdad.

Por los hechos expuestos, Evo Morales, Luis Arce y David Choquehuanca no son un peligro para la derecha ni la izquierda, sino para la democracia porque hanconvertido la mentira en un “arte” que está haciendo tambalear el sistema político que nos costó edificar a los bolivianos.

*Andrés Gómez es periodista.

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