Geopolítica: ¿Hacia dónde debe mirar Bolivia en la subregión?

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Windsor Hernani Limarino

La geopolítica constituye una disciplina fundamental para comprender la interacción entre factores geográficos, económicos, sociales y políticos que influyen en la toma de decisiones estratégicas de un Estado y en el diseño de su política exterior.

Durante las últimas décadas del siglo XX, la diplomacia boliviana —consciente de que se trata de un país mediterráneo, ubicado en el corazón de Sudamérica y con infraestructura física limitada— adoptó una visión geopolítica basada en la premisa de que Bolivia debía ser una “tierra de contactos y no de antagonismos”.

La expresión sintetizaba con claridad una geopolítica pragmática y estratégica, que buscaba proyectar al país como un punto de convergencia subregional, más que como un actor confrontacional. Ello implicaba tres objetivos claves:

  1. Vocación integradora: Bolivia, por su posición central en Sudamérica, debía actuar como puente natural entre los océanos Atlántico y Pacífico, entre el Cono Sur y la región andina, y entre diversas culturas, economías y mercados.
  2. Neutralidad activa: En lugar de asumir alineamientos ideológicos automáticos, esta perspectiva proponía una diplomacia autónoma y constructiva, capaz de relacionarse con múltiples actores bajo principios de respeto mutuo, beneficio recíproco y no intervención.
  3. Rechazo a la confrontación geopolítica: Enfatizaba en la importancia de evitar antagonismos innecesarios —especialmente en un contexto global polarizado— y priorizar el multilateralismo, la cooperación y la inserción funcional en bloques y proyectos regionales.

Este diseño reflejaba un enfoque orientado a la cooperación regional y al respeto por la soberanía de los países vecinos, evitando alineamientos ideológicos que pudieran aislar al país. La prioridad era capitalizar la ubicación geográfica de Bolivia como región de encuentro, nodo de interconexión sudamericana, promoviendo la integración económica, física, energética y la cooperación en seguridad y medio ambiente.

Lamentablemente, con la llegada al poder del Movimiento al Socialismo (MAS), la denominada “diplomacia de los pueblos” abandonó esta postura histórica. No se propuso una alternativa coherente, ni se diseñó una nueva doctrina geopolítica; en su lugar, se desarrollaron acciones erráticas, aisladas e inexplicables, tan sólo guiadas por el alineamiento ideológico, acatando sin cuestionamientos las posturas  de los líderes del denominado socialismo del siglo XXI.

Se privilegiaron relaciones con países ajenos a la realidad boliviana y a sus intereses nacionales. El caso más ilustrativo es Irán, un actor ideológicamente afín hasta cierto punto, pero geopolíticamente irrelevante para los intereses nacionales, por su escasa complementariedad económica, lejanía geográfica, diferencia cultural y nula relevancia estratégica para el desarrollo boliviano. Esta relación evidencia la improvisación, impericia  y falta de criterio de las sucesivas autoridades responsables de la política exterior, cuyas decisiones carecieron de lógica, incluso desde el sentido común, y mucho más desde una perspectiva de defensa del interés nacional.

Este giro debilitó relaciones bilaterales claves con potencias subregionales, como por ejemplo Perú. El resultado fue un debilitamiento institucional de la diplomacia boliviana, pérdida de interlocución con actores relevantes, deterioro de la credibilidad internacional; dificultando la cooperación efectiva y generando una creciente marginación en proyectos subregionales de integración física (ej. corredores interoceánicos) y comerciales (ej. la Alianza del Pacífico).

En el contexto actual de transición hacia un nuevo gobierno, se vuelve indispensable reorientar la política exterior sobre la base de un análisis geopolítico riguroso, centrado en las capacidades reales del país, sus debilidades y sus intereses fundamentales, para construir alianzas estratégicas realistas que contribuyan al logro efectivo de objetivos nacionales.

En este marco, la política vecinal debe ser prioritaria. Un relacionamiento estrecho, inteligente, funcional y cooperativo con los cinco países limítrofes —Argentina, Brasil, Chile, Perú y Paraguay— permitirá potenciar complementariedades y fortalecer capacidades frente a desafíos multilaterales. Entre ellos, dos socios destacan por su importancia estratégica: Brasil y Perú.

Brasil, principal socio comercial de Bolivia y receptor de su gas natural, es un gigante económico, además una fuente relevante de inversión en energía e infraestructura. Representa la puerta de acceso al Atlántico a través de la hidrovía Paraguay–Paraná. La cooperación logística, energética y en cadenas de valor debe convertirse en un eje esencial de la política exterior boliviana.

Perú, por su parte, constituye una plataforma clave hacia el Pacífico y los mercados asiáticos, especialmente a través del puerto de Chancay, una megaobra que está redefiniendo la geopolítica de la región. Bolivia históricamente ha tenido una relación apropiada y equilibrada con Perú, la cual debe fortalecerse para aprovechar las oportunidades de desarrollo económico que ofrece este nuevo entorno.

Estas alianzas deben sustentarse en relaciones abiertas y funcionales, orientadas a generar beneficios concretos en comercio, infraestructura, transferencia tecnológica, inversión y cooperación ambiental y para el combate de los delitos transnacionales; evitando alineamientos ideológicos que comprometan los intereses estratégicos del país.

Henry Kissinger afirmó: “Ningún país puede actuar sabiamente en el mundo sin comprender la realidad de sus límites geográficos”. En un escenario internacional crecientemente competitivo, inestable y fragmentado, resulta imperativo que Bolivia reconozca y asuma con claridad las restricciones, pero también las oportunidades derivadas de su posición geoestratégica. En este sentido, el diseño de una política exterior de Estado, renovada, coherente y estratégicamente orientada, constituye una tarea impostergable y de la más alta prioridad para la agenda nacional.

Windsor Hernani Limarino es economista y diplomático

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