Además de razonar, el ser humano tiene la capacidad de concebir emociones. Mediante ellas puede tanto convivir con sus símiles como comprender su entorno. En este entendido, el desarrollo individual y la vida en sociedad dependen de cómo cada actor social/político gestiona diversas emociones: compasión, amor, miedo, rabia, empatía…
El uso de emociones en la política no es algo nuevo, pero sí se ha convertido en el mecanismo recurrente para conseguir determinadas respuestas de la ciudadanía: aprobación, adhesión, empatía.
Martha Nussbaum, profesora de Derecho y Ética en la Universidad de Chicago, considera que las emociones son importantes para la construcción de sistemas democráticos porque pueden motivar acciones. Y éstas son determinantes para el desarrollo del espacio público, la organización del Estado y sus instituciones. Así, la política debe buscar convergencia de voluntades movilizadas por emociones comprendidas por la ciudadanía, y dirigirlas a objetivos clave para el bien común: libertad, justicia, equidad, bienestar.
Las emociones requieren de un proceso cognitivo y deliberativo, tanto en emisores (políticos, gobernantes) como en receptores (ciudadanía). Si bien las emociones son respuestas a estímulos breves, para una mayor efectividad en el ámbito político, deben partir de una narrativa estructurada, creíble y convincente.
“Las emociones no son sólo el combustible que mueve el mecanismo psicológico de una criatura que razona, son partes altamente complejas y desordenadas del razonamiento mismo de esta criatura”, señala Nussbaum. Esto significa que las emociones también dependen del juicio racional que las reconoce y las convierte en herramientas de decisiones inmediatas o futuras.
De todas ellas, la empatía es la emoción que muchos líderes populistas buscan generar en sus simpatizantes y en el resto de la ciudadanía. No sólo para conseguir apoyo, también para irradiar una imagen de víctimas frente a supuestos entramados políticos, sociales e incluso mediáticos.
¿Cómo se estructura una narrativa que genera empatía? Nussbaum[1] explica: “requiere que nos introduzcamos en el problema o la dificultad del otro, y eso precisa, a su vez, tanto distinción entre el yo/nosotros y el otro, como un desplazamiento imaginativo”. Todo esto conlleva tres fases de comprensión: primera, pensamiento de gravedad sobre un padecimiento concreto; segunda, pensamiento de no culpabilidad, es decir, que el dolor o perjuicio es provocado por acciones de otros; tercera, pensamiento de similitud de posibilidades, sufrimientos y estados vulnerables.
Ahora bien, si la empatía generada permite reconocer dificultades colectivas que merman libertades o derechos individuales, y sus consecuentes respuestas favorables, será una emoción benigna para el mantenimiento del sistema democrático y la legitimidad de sus instituciones. Por el contrario, si sólo persigue proteger intereses partidarios, la empatía será un mero victimismo.
El victimismo es una mala gestión de la empatía. Parte necesariamente de una construcción narrativa, empero ni es creíble ni contundente dado que usa falacias o artificios para establecer padecimientos o dificultades. Además, incumple la segunda fase de comprensión —señalada líneas arriba— porque muchas de las situaciones adversas son provocadas por los propios actores políticos que las utilizan para generar empatía.
Ciertamente, ése envilecimiento de la política y sus recursos (acciones, palabras, emociones) no es sólo de “derechas” o “izquierdas”, pero son éstas últimas las que han perfeccionado el uso del victimismo como una estrategia para efectivizar sus objetivos centrales: adquirir legitimidad, manejar la agenda pública y preservar el poder. A modo de ejemplos, considero dos gobernantes en funciones que comparten dicha ideología: Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, y Luis Arce.
El pasado 24 de abril, Sánchez sorprendía a propios y extraños con una extensa carta en donde señaló que se tomaba cinco días para reflexionar “si valía la pena” mantenerse en el cargo. ¿Qué sucedió para que el abanderado del Partido Socialista Español (PSOE) tomara tan inesperada decisión?
Desde principios de este año, diversos medios —entre los que se encuentran El Confidencial, Esdiario y otros digitales— publicaron que su esposa, Begoña Gómez, habría facilitado que la aerolínea Air Europa se beneficiara del Fondo Estatal de rescate a empresas afectadas por la Covid-19; así también habría emitido cartas de recomendación a favor de empresas privadas para que se adjudicaran varios procesos de licitación. La organización “Manos Limpias”, basándose es esas publicaciones, presentó una denuncia por los delitos de tráfico de influencias y corrupción en negocios. A primera hora de ése 24 de abril, se conoció que un juez de Madrid había determinado el inicio de investigaciones.
En su carta, además de declararse “profundamente enamorado de su esposa”, Sánchez tachó a ésas denuncias de “bulos” inventados por “pseudomedios” confabulados con sus opositores (Vox y PP) para ensuciar su imagen, perjudicar a su familia y cesar a un gobierno progresista, socialista y elegido por el pueblo. Se declaró víctima de la ultraderecha española.
Ésos cinco días no tuvieron nada de “reflexión”. Sánchez y el PSOE los utilizaron para disfrazar los escándalos de corrupción que los acechan para poner en entredicho la labor de la prensa y de los jueces, para señalar que sólo la “derecha” polariza y difama. Mientras su líder “reflexionaba”, la “izquierda” española salía a las calles con insidiosos slogans: “Defender a Sánchez es proteger la democracia”. Cumplido el plazo, sucedió lo obvio: Sánchez se quedó en el cargo.
Luis Arce y su facción tienen una narrativa similar. Ya en su primer año acusó a la oposición de urdir planes de desestabilización. Tras la escalada del conflicto interno del MAS, los “evistas” fueron añadidos a la lista de “enemigos” del “gobierno que recuperó la democracia”. En abril de 2023, se habló de complot entre opositores y la “nueva derecha”. En junio, para el “arcismo”, las denuncias de corrupción en varios ministerios y YPFB eran parte del “Plan Negro” ideado por Evo Morales.
La narrativa de “desestabilización” volvió en pasados días. Arce dijo que tomó la decisión de abrogar el D.S. 5143 (sobre Derechos Reales) escuchando al pueblo y para evitar una convulsión social. Nada más falso. Ante un evidente nuevo caso de corrupción en su gobierno, ahora en la AGETIC, Arce tenía que desviar la atención. ¿Cómo? Eliminando su decreto y reiterando el “peligro” que cierne sobre él. Éstas son las verdaderas razones de su decisión.
El “arcismo” continúa repitiendo que “estamos saliendo adelante”; sin embargo, desde hace más de un año, los problemas son los mismos: inexistencia de dólares a cambio oficial, falta de combustibles, incremento de precios en productos esenciales, reducción de importación, escasez de insumos y materias primas.
Ante una economía estancada, la ciudadanía tiene el derecho a expresar su descontento. Las marchas y bloqueos anunciados son justificados, pero para el régimen son evidencias de un “plan de convulsión social” y de sabotaje al modelo económico que, según ellos, aún funciona.
El boicot a la economía boliviana y, por ende, a la estabilidad social fue propiciado por el masismo gracias a su modelo económico que obstaculizó la inversión privada; que priorizó el gasto a la inversión pública, la importación a la producción. La culpa es suya, no de la oposición.
Luis Arce y Pedro Sánchez personifican ése victimismo de “izquierda” generado a partir de una empatía mal gestionada. Ambos se valen de subterfugios para crear narrativas que señalan a la “derecha” como el único monstruo, que esconden sus errores y sus verdaderas intenciones, y los muestran como mártires.
Difícilmente las emociones podrán despegarse de la política, pero deben ser gestionadas de mejor manera para que coadyuven en objetivos de Estado y de país, no de partidos o líderes autócratas. Pues, como escribió Nussbaum, “la meta de la nueva cultura de las emociones debe ser el apoyo a la igualdad de dignidad, de libertad política y civil, de derechos democráticos para todos los seres humanos”.
[1] Nussbaum, Martha. (2014). Emociones políticas, ¿por qué el amor es importante para la justicia? Paidós
América Yujra Chambi es abogada