El pueblo no recurre a las armas ni a la violencia

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A lo largo de su historia contemporánea, Bolivia resolvió sus problemas sin recurrir a hechos violentos, como guerra civil, enfrentamiento armado o matanzas entre hermanos. Se extremaron esfuerzos al máximo para no caer en el abismo de la violencia. Precisamente los hechos históricos así lo confirman:
Una masiva huelga de hambre y movilizaciones arrancó del dictador Banzer las elecciones generales en 1978. El alfil de Banzer, el Gral. Pereda, ganó los comicios con un gran fraude, y de nuevo el pueblo en las calles exigió anular esas negras elecciones, y se anularon. Llegó el carnicero de Palacio de Gobierno, Alberto Natusch Busch, recordado por la Matanza de Todos Santos, para sostener su golpe de Estado, pero pudo más la fuerza y la lucha del pueblo boliviano, para instalar un gobierno civil. En julio de 1980, el dictador Luis García Meza se hace cargo del poder a punta de balas, muertos, detenidos y exiliados. La narcodictadura, que prometió quedarse 20 años en el Palacio de Gobierno, no aguantó ni dos, y todo por las movilizaciones del gran pueblo boliviano. Es así que retorna la democracia, en octubre de 1982. Todo esto gracias al movimiento obrero, campesinos, mineros, fabriles, mujeres, indígenas, juntas vecinales y otros.
Ya en democracia plena, este pueblo valeroso, aunque era empujado por algunos cuantos, asumió la vía de la no violencia para dirimir las diferencias. Cuando el país estaba a punto de irse a las armas, incluso con la gran irresponsabilidad del Estado en febrero negro de 2003, de provocar el enfrentamiento entre policías y militares, con muchos muertos y heridos, es el pueblo el que generó las condiciones para el retorno del diálogo, además de la participación de tres importantes instituciones, como la Defensoría del Pueblo, Asamblea de Derechos Humanos y la Iglesia Católica.
En octubre negro de 2003 sería otra prueba de fuego para los gobernantes, cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada se negaba a aprobar demandas fundamentales del movimiento popular e indígena, que en gran marcha se dirigía al Palacio de Gobierno, lo que hizo que el presidente huyera a otro país, y de ahí la clase política presionada por ese pueblo, se dio a la tarea de preparar la transición democrática.
Con la llegada al poder de Evo Morales, en los años de la furia, el 2007 y 2008, cuando se generaron hechos de violencia en Santa Cruz con la toma y destrucción de instituciones públicas, agregando a ello, el caso del Hotel las Américas, la situación se controló, porque había un pueblo esperando respuestas. Luego vendría la Asamblea Constituyente, con muertos y heridos, se aprobó una nueva Constitución Política, la que supuestamente iba a prevalecer por encima de los intereses políticos y sectarios. Recuérdese que en febrero de 2009, hubo una movilización que cercó al Parlamento para que viabilizara las reformas al texto original de la Constituyente. Pero siempre el peligro latente. Alguien dijo que Bolivia espera estar al borde del abismo para luego viabilizar las soluciones. Pero que no siempre sea así.
Ese pueblo no fue a las armas, a la guerra civil ni al enfrentamiento fratricida, aunque siempre hay agoreros de los extremos que empujan a las masas a descargarse con violencia y provocar muerte y dolor. Ahora el país está frente a esos hechos históricos que demandan la máxima sabiduría y responsabilidad de los gobernantes de turno (oficialismo y oposición), de resolver este entuerto en las vías de la vigencia de la democracia. La pelota está en la cancha de ambos, mientras tanto hay un pueblo polarizado y enfrentado en dos visiones. Pero hay que alertar que ciertos políticos se están aprovechando de esta situación para imponer sus posiciones e intereses. Tenemos que asumir que hay una Constitución Política del Estado, que nos marca el accionar a todo el país y sus protagonistas.
Aunque algunos personajes del oficialismo han anunciado que están preparados para la guerra y que no dejarán el poder ni a balas, y también aunque hay otros personajes de la derecha que se frotan las manos si hay violencia extrema, decirles que por encima de ellos el pueblo en sus diferentes estratos sociales se ha venido manifestando, recurriendo a huelgas, paros, movilizaciones, exigiendo vivir en democracia plena y que se respete el ordenamiento jurídico. Este pueblo no ha pedido armas ni misiles para enfrentarse con el pueblo mismo, busca, quiere y exige desenvolvernos en eso que marcó la campaña por la aprobación de la Carta Magna: “Todo dentro de la Constitución, nada fuera de la Constitución”.
Hernan Cabrera
Es periodistas y fue delegado del Defensor del Pueblo en Santa Cruz.

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