Campañero, campañero, duerme ya…

227 views
6 mins read

Por: Adalid Contreras Baspineiro 

El contexto nacional en el que se desenvuelve el proceso electoral se puede caracterizar por la ocurrencia predominante de cuatro elementos: la pandemia adormecida por decreto y que da vía libre a caravanas campañeras sin cuidados de bioseguridad. La crisis multidimensional con fuerte impacto negativo en la economía, particularmente en el desempleo y el incremento de los índices de pobreza. La polarización política que surfea alimentando diferencias sin considerar que vivimos la tregua de una violencia estructural irresuelta. Y la manifestación de la incertidumbre en indecisiones, con una población que está respirando por los poros de los derechos a una vida digna, mientras que los resucitadores de las campañas están concebidos para restar odiando.

Las campañas están mal-moviéndose al ritmo del clivaje “masismo – antimasismo”, con un sector antimasista que se subdivide en una parcialidad antimesista, y que además desarrolla enconadas disputas por votos regionales. Los avances de las primeras encuestas muestran que las estrategias desescalan posiciones de todos los contendientes, curiosamente de manera más significativa para quienes desacreditan que para los desacreditados. Estos bajan hasta un punto de contención que define sus pisos, en cambio, los otros establecen una especie de juego de cama elástica que los hace elevarse y descender, volar y caer.

Este ambiente se explica en el carácter de campañas en las que predomina la búsqueda de posicionamiento y embelesamiento de los liderazgos, pues no se muestran las propuestas y ni siquiera destacan las promesas que hacen vender eslóganes de ilusiones. Las campañas han optado por moverse en el nivel discursivo de las emociones, dejando en receso los de las reivindicaciones y las ideologías, porque su apuesta es de pura sensibilización con un sentido de aversión negativa por los rivales articulada a un ensalzamiento exagerado de lo propio.

Como reflejo de los balances de la preferencia de cada organización política, que seguramente en los FODAs de partida de las campañas los datos les mostraron a los estrategas una situación combinada de debilidad (D) y amenaza (A), tuvieron que acudir a estrategias de desacreditación y posible desestabilización, pretendiendo cosechar así los frutos que deberían caer de los árboles de la vereda del frente. Este elemento dominante en las campañas, pensado desde perspectivas de entropía que llevan al autoengaño, ha servido para el engrosamiento de los porcentajes de los indecisos, categoría dinámica en la que se están moviendo activamente el voto oculto, el voto útil, el voto volátil y el voto migrante; además de quienes podrían votar blanco o nulo.

Este formato de campañas que enlodan la política no está enganchándose con el mundo latente y real del contexto nacional. Y como está fabricado para destruir, obviamente no es un mecanismo que sirva para trabajar en el territorio de los indecisos que, a no dudarlo, están hartos de escuchar ofensas y ávidos por conocer propuestas. Lo que estamos viviendo son anti campañas que han encontrado su límite en la constatación que las restas no suman votos, y en que a veces tampoco restan energía a los rivales, sino que por el contrario pareciera que cada disparo hiere más a quién lo lanza y que ayuda a elaborar las corazas de los afectados.

Así no puede seguir el proceso electoral, la profundización de nuestra democracia requiere virar las estrategias, mutando o combinando el clivaje “masismo – antimasismo” con otro que recoja la realidad escindida entre “crisis multidimensional (económica, sanitaria, política, ambiental, ética…) – estabilidad (empleo, salud, seguridad, futuro…)”. Este giro, que tiene su eje de explicación en la ciudadanía y el país, pondría a dormir las actuales campañas (esperemos), salvo que sus gestores quieran seguirse autodestruyendo y autoengañándose con que el voto ciudadano está dispuesto a inmolarse con ellos.

Un viraje de las estrategias, siguiendo la ruta de las reivindicaciones ciudadanas y de la transformación en democracia, servirá para poner el proceso electoral en otro espacio: el de las propuestas, el de los programas, el de las inclusiones, el de la recuperación de la memoria, el del forjamiento de sentipensamientos de esperanza, el de la reconciliación, el de la pacificación y, en suma, el de la acción política responsable con una Bolivia que necesita renovarse.

Adalid Contrearas es Sociólogo y comunicólogo boliviano

Facebook Comments

Latest from Blog