Llama la atención una vez más que la tasa de desempleo urbano haya registrado hasta el tercer trimestre del año 2024 un porcentaje menor al 4% en tiempos de la severa crisis económica que vive Bolivia en los últimos tres años. Precisamente, información del Instituto Nacional de Estadística (INE) difundida por el Ministerio de Economía refirió que, en el período mencionado, la tasa de desempleo fue de 3,6%, porcentaje similar al expuesto en el mismo período del año 2023. Vale decir, a septiembre del año pasado, en el área urbana de Bolivia habían solamente alrededor de 170 mil desocupados en plena situación de crisis económica.
En contraposición, se habría incrementado la tasa de ocupación en un 4,7% entre junio del 2023 a junio del 2024, según el reporte del Ministerio de Economía, dato que destacaría por estar encima de las tasas registradas por muchos países de América Latina. En pocas palabras, en Bolivia habría menos desempleados y este resultado, según el discurso reiterativo del gobierno del MAS, sería gracias a las bondades de sus políticas y a su modelo de economía plural y comunitaria, argumento que, a estas alturas de la situación, resulta insostenible debido a que la disminución de la tasa de desempleo tiene otras causas y connotaciones que trazan un panorama bastante preocupante.
¿Por qué Bolivia viene registrando una menor tasa de desempleo en tiempos de crisis? Esta me parece una pregunta pertinente que debe responderse más allá de las especulaciones del gobierno de Arce. Desde la experiencia histórica del desarrollo del capitalismo en países industrializados y menos industrializados, se conoce que las crisis económicas generalmente provocan cambios en los mercados de trabajo y especialmente, la elevación de la tasa de desempleo como resultado de los despidos masivos y de otros ajustes efectuados por los empresarios capitalistas en el uso de la fuerza de trabajo. Una reciente experiencia que tuvo sus rasgos particulares, fue la crisis económica provocada por la crisis sanitaria del COVID-19 que catapultó el desempleo a tasas elevadas. En Bolivia, según datos del INE, la tasa de desempleo se disparó a 10,76% en el tercer trimestre del 2020 y al 8,38% en el último trimestre del mismo año.
Entonces, ¿cómo es posible un menor desempleo en estos tiempos de crisis? En primer lugar, la limitada creación de puestos de trabajo en el llamado sector formal, esto es, en los sectores empresarial y estatal, particularmente empleo asalariado, empujó a muchos bolivianos y bolivianas cesantes y aspirantes, en los últimos 30 años, a buscar ingresos económicos para subsistir en otro sector del mercado de trabajo cual es el denominado sector informal que aglutina al trabajo por cuenta propia, a pequeñas unidades semiempresariales y a los trabajadores asalariados contratados por estas unidades.
Si bien no existen datos oficiales debido al interés político del gobierno por ocultar esta realidad laboral, algunos estudios realizados por entidades privadas como el CEDLA advirtieron que, antes de la pandemia y de la crisis actual el sector informal albergaba a seis a siete de cada diez ocupados, la gran mayoría con empleos precarios extremos y sin derechos derivados del trabajo. Es muy probable que, en los años de la actual crisis económica, este sector continuó creciendo dada la necesidad imperiosa de las familias en buscar fuentes de ingresos para subsistir en un contexto de alta precarización laboral que redujo notoriamente la capacidad adquisitiva de los salarios e ingresos laborales. Vale decir, en tiempos de crisis económica marcada entre otros indicadores por una elevada inflación y la carestía de algunos productos básicos, los bolivianos en edad activa se vieron impelidos más que nunca a buscar medios de subsistencia acudiendo en gran medida a actividades generadas por cuenta propia en el comercio minorista, los servicios personales y en la pequeña producción. El resultado fue la reducción del número de desocupados a costa de un mayor empleo en el sector informal y a costa de más empleos pobres, dado que en este sector predomina una situación de alta precariedad laboral. Ya antes de la pandemia, el 97% de la población ocupada en este sector contaba con empleos precarios y el 70% con empleos precarios extremos.
En segundo lugar, la necesidad imperiosa de ingresos económicos de las familias bolivianas condujo también a muchas personas a trabajar como asalariados en puestos signados por la precariedad laboral y la tercerización predominantes que reproducen, a tono con los intereses empresariales, empleos eventuales, con bajas remuneraciones y con derechos laborales limitados. Es decir, menos desempleados a costa de mayor empleo precario, una tendencia que fue develándose claramente en el período postpandemia.
En tercer lugar y finalmente, el subempleo registrado en el período de referencia oculta la existencia de un mayor desempleo. Según la información del INE, en el tercer trimestre del 2024, la tasa de subempleo visible medida por el menor número de horas trabajadas por una persona en la semana (igual o menor a 36 horas), fue de 6,68%, por encima del 6,27% registrado en 2023 y del 5,81% en 2022. El subempleo fue mayor en las mujeres (8,2%) con relación al de los hombres (5,3%). El subempleo es definido como desempleo oculto o disfrazado dado que refiere a una ocupación aparente por pocas horas que generalmente se traduce en bajos ingresos en un contexto donde los empleos estables y con una jornada mayor son escasos. El subempleo alude también a las variadas estrategias de trabajo y de subsistencia a la que se ven obligadas gran parte de las familias bolivianas para buscar cubrir por lo menos una canasta alimentaria.
Por lo expuesto, una menor tasa de desempleo no es una buena noticia y menos un buen resultado del modelo económico impuesto por los gobiernos del MAS. En los tiempos actuales de crisis del capitalismo en Bolivia, el menor desempleo encubre problemas de mayor envergadura en desmedro de los trabajadores y de sus familias.
Bruno Rojas Callejas es parte del Centro Cultural 18 de mayo