Gonzalo Espinoza – ¡Basta ya de traiciones! La oposición está enterrando la esperanza de Bolivia

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Bolivia está de rodillas. La ha destrozado el MAS con su corrupción, su autoritarismo, su manipulación de la justicia y su voraz apetito de poder. Pero lo más indignante, lo más doloroso, es que quienes debían ser la alternativa, la oposición que prometía redención, hoy se ha convertido en el otro rostro de la misma moneda de miseria: intereses personales, mezquindad, cálculos políticos y una ambición desmedida que no les permite ver más allá de sus narices.

La esperanza de millones de bolivianos que soñaban con un cambio real, con una transición limpia y firme, se está derrumbando porque esta oposición no lucha por Bolivia: lucha por candidaturas, por diputaciones, por senadurías, por cargos. Se pelean entre ellos mientras el país sangra, mientras los bolivianos emigran, mientras la economía se hunde y mientras la institucionalidad está hecha trizas.

El Movimiento al Socialismo debería estar derrotado moral y políticamente. El rechazo a su modelo es masivo. Pero no, ahí están aún firmes, sobreviviendo no por su fortaleza, sino por la estupidez de quienes dicen enfrentarlos. Los supuestos “líderes de oposición” están rodeados de parásitos políticos que les susurran al oído: “no te bajes”, “esperá tu oportunidad”, “vos podés ser presidente”. No les importa Bolivia. Les importa su futuro, no el de la patria.

Lo que estamos viviendo hoy —este naufragio político— es el resultado directo de la ruptura de la oposición en estos días. Cada bando tiene su versión, cada líder dice su verdad, pero la tercera versión, la verdadera, esa que explicaría por qué todo se fue al tacho, todavía no la conocemos. Lo único claro es que el pueblo ha sido, otra vez, el gran traicionado.

Antes, había motivación. Había entusiasmo. La gente quería empadronarse, preguntaba con esperanza cuándo sería el registro, dónde podrían inscribirse, cómo participar. Había fe en un bloque de unidad, en un solo candidato, en la posibilidad de un nuevo rumbo. Pero ahora, ese ánimo se ha desplomado. Hoy muchos dicen: “¿Para qué?” El desánimo se ha apoderado del boliviano dentro y fuera del país, especialmente en el exterior, donde cada vez más voces coinciden: “No voy a empadronarme para elegir entre lo mismo de siempre”. No ven voluntad política desde Bolivia. No ven intención de cambio. Solo ven la misma codicia de siempre, con otros colores.

El bloque de unidad era la única salida. Una sola candidatura, una sola voz, una sola dirección. Pero la oportunidad se ha ido deshaciendo como sal en agua porque nadie quiere ceder. Nadie quiere renunciar a sus ambiciones. Nadie piensa en la gente. Han optado por disputarse las migajas de un país en ruinas antes que construir algo digno. Es asqueroso.

Y así, mientras los partidos juegan a ver quién queda mejor parado, el pueblo se desanima. La gente en Bolivia ya no quiere escuchar discursos. Y en el exterior, los bolivianos ya ni siquiera quieren empadronarse. “¿Para qué?”, dicen. “¿Para votar por otros corruptos? ¿Para que todo siga igual?”. El desencanto se ha vuelto rabia. La rabia, resignación. Y la resignación, silencio.

Pero no nos equivoquemos: el enemigo sigue siendo el MAS. Es el cáncer que ha destruido el país. Pero si Bolivia cae de nuevo en sus manos, será responsabilidad total de esta oposición indigna, frágil, traidora. De sus dirigentes que no piensan en el país sino en sus sueldos. De sus asesores que juegan a la política como si fuera un tablero personal. De todos aquellos que prefieren perder solos a ganar en unidad.

Bolivia no merece esto. El pueblo no merece esto. La historia no los absolverá.

Gonzalo Espinoza Cortez

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