Por: Max Baldivieso
Hace un año se podía observar el Covid 19, las cuarentenas rígidas y el ejército controlando las calles, sin respuesta contundente para poder enfrentar la pandemia, mientras se acumulaba las filas de los desempleados que llegaron a un 11,6% en junio y cerró el 2020 con una tasa de 8,4%, eso en personas significa 3.774.687 desempleados. Mientras en el Palacio de Gobierno aún con el traje de navidad despertaban del desenfreno del poder y una vorágine de corrupción, persecución, abuso de poder, muertos y muchos respiradores obsoletos en hospitales que no se daban abasto para atender a los caídos por este virus.
El 5 de agosto del 2021 esta imagen del gobierno de facto volvió como un flash, al ver las banderas colgadas en las espaldas de los amantes de la república y de sus intereses personales, que arrastran por las calles, mientras el cívico furibundo grita sin pausa en tono de amenaza: “Señor Luis Arce, este pueblo se comprometió y esta es la primera acción que se va tomar. Ya sabemos la receta para tumbar a un dictador, la receta es clara, la receta es la unidad del pueblo boliviano. La receta es tenernos en las calles, la receta es la desobediencia civil si no respeta la democracia”.
La respuesta se la dio de manera contundente ante la vista de millones de bolivianos y la comunidad internacional, a estos grupos que solo buscan dar la espalda a la reactivación y al mejoramiento de la calidad de vida. El 6 de agosto al calor del himno nacional interpretado por Sabia Andina que acompaño al presidente del Estado, que representa al 55% de los bolivianos como mayoría absoluta, que en su discurso realizo una relación de como una mala administración basada en el interés personal, corrupción y sin políticas económicas y sociales claras o por lo menos bosquejadas, pero si encarnadas en la avaricia del poder pudo destrozar lo avanzado en 14 años de crecimiento constante, también hizo estragos con la vida de miles de bolivianos que lloraron a sus muertos en las calles, hospitales y sus casas, encerrados pasando hambre mientras el mentecato lleno de soberbia pasaba lista a sus soldados.
Luego de la caída del régimen se evidenció que el país tenía una contracción de 8,4%, con una caída de 1.900 millones de dólares en exportaciones y en importaciones 2.400 millones de dólares, una deuda interna de 9.400 millones de dólares, una caída de 27% en la carga impositiva que equivale a la pérdida de 1.327 millones, el desempleo llegó al 8,7% y la pobreza creció 1,7%.
Este es el estado que reclaman ciertos grupos que se atrevieron a tomar la bandera de Tierra y Territorio, esta que fue símbolo de lucha de las comunidades indígenas, ahora está en las manos de los agroindustriales y trasnacionales, que buscan satisfacer su sed de tierra para seguir con el monocultivo y la ganadería.
Los retos de la nueva administración que festejó el 126 aniversario patrio, es reactivar la economía del país, como lo destaca el Banco Mundial (BM) que ubicó a Bolivia entre los 10 países de América Latina y el Caribe con mayor crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de 4,7% en 2021. Este indicador demuestra que vamos por un buen camino con un crecimiento en las exportaciones del 54% y un saldo positivo de 852 millones de dólares, un incremento de cuentas de ahorro de 1,3 millones, con un crecimiento de 7,1% con respecto al 2020, el 90% de los créditos son en moneda nacional esto significa que retorna la confianza del pueblo en el sistema financiero, la tasa de desempleo de junio de 2020 llegó a 11, 6% en junio del 2021 llego a 7,6%, se reactivó el crédito productivo y a la vivienda con una inyección de capital 16.900 millones de dólares.
Para fomentar la industria, construcción y el agro, la importación de maquinaria tendrá cero IVA, de este modo se seguirá fomentando la inversión para generar industria y de esa manera reactivando el mercado interno sin fuga de capitales.
Lo que busca el Estado, mejor descrito por el Vicepresidente es equilibrar y armonizar lo que está dividido, escuchar al otro en su diferencia es una virtud, para alcanzar el vivir bien dando las respuestas a todos, con vocación de servir al pueblo convoca a dignificar la política, la justicia y el servicio público. Está pensamiento de empatía se ve contrapuesta por grupos sectarios que amenazan y quieren corroer la reactivación del país buscado el separatismo, bajo banderas que no les corresponde levantarlas y disfrazados de corderos en este caso de lobos vestidos de cebú, hoy más que nunca se requiere de empatía con el otro, dejando que la justicia pueda calzar de manera correcta sin importar el color político, de piel o tú origen.
Max Baldivieso es periodista