Umberto Eco, en su Crítica del periodismo, señaló: “La función del cuarto poder es la de controlar y criticar a los otros poderes tradicionales, pero puede hacerlo en un país libre, porque su crítica no tiene funciones represivas: los medios pueden influir en la vida política del país creando opinión.”
Dichas funciones, en gobiernos populistas, autoritarios (como el de Morales) o los wannabes socialistas (como el que pretende mostrar Arce), son casi imposibles de cumplir. Libertades tan esenciales para la democracia como la de expresión, pensamiento y prensa son afectadas y restringidas sin el menor reparo.
La campaña más represiva y vituperante contra esas libertades las dirigen a los medios de comunicación que se rehúsan a ser captados por ese monstruo sediento de poder, que se resisten a ser meros artilugios de repetición propagandística ideológica/partidaria.
Frente a ese escenario tan minado, los medios de comunicación sólo tienen tres opciones: convertirse en espejos que reflejen la imagen que el gobierno quiere; dirigir sus esfuerzos a contribuir a la formación de una opinión pública libre y crítica, pese a los ataques; o, en el peor de los casos, autocensurarse y silenciar su voz.
Página Siete fue obligado a tomar la última opción. Su cierre es una mala noticia sobre el estado de nuestra democracia.
“Era cuestión de tiempo”, “sucede en todo el mundo, no es el único periódico”, “es producto del avance tecnológico y las redes sociales”, algunas conclusiones a las que arriban quienes sólo ven la primera capa de la cuestión.
¿Tiempo? Quizá. Sin embargo, los periódicos enfrentan, desde sus inicios, la volatilidad temporal de los hechos que cuentan hoy y que mañana podrían morir sin dejar evidencia. El periodista y escritor español Juan Luis Cebrián, en Cartas a un joven periodista, dijo: “Los periódicos salen todos los días, se escriben todos los días, nacen y se extinguen a diario. El tiempo los arrasa con una facilidad increíble. El tiempo es más fuerte que los jueces, la censura, que los lectores, que la verdad.”
¿Es culpa de las redes sociales y la digitalización social? Es una causa mas no significa el cierre definitivo de un medio. El periodismo (escrito, televisivo, radiofónico) viene tratando el tema y adaptándose al desarrollo de las nuevas tecnologías mucho antes de que Mark Zuckerberg fundara Facebook.
Ciertamente, Página Siete no es el único periódico que ha dejado de imprimir sus ediciones este año. Hace pocos días, el Wiener Zeitung de Austria (considerado el más antiguo) anunció su cierre tras 320 años. En Estados Unidos, según un estudio de la Universidad de Northwestern, mueren dos periódicos cada semana. Hace una década, el futurólogo Ross Dawson vaticinó que en 2040 todos los periódicos de papel se extinguirían en el mundo. Según su pronóstico, publicado en la página de Future Exploration Network, Bolivia vería desaparecer sus periódicos entre 2039 y 2040.
Concluir que el cierre de Página Siete se “veía venir” por las redes sociales y que “sucede en todo el mundo” es pretender eximir de culpa al régimen del MAS. El hostigamiento, el ahogo económico y la arbitraria persecución judicial quebraron su férrea resistencia.
Esto nos da otra mala noticia: el cierre de Página Siete es una prueba más de la vulneración sistemática de nuestros derechos a la libertad de expresión e información.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en los casos Ivcher Bronstein vs. Perú y Olmedo Bustos y otros vs. Chile, ha establecido dos estándares importantísimos: 1) el derecho a la libertad de expresión requiere de la libertad de información para ser ejercido, 2) el derecho a la libertad de expresión tiene dos ámbitos: uno individual y otro como derecho colectivo a recibir información y conocer el pensamiento contrario.
Éste último estándar dio pie al pluralismo informativo, desarrollado en el caso Granier y otros vs. Venezuela, del cual me permito extraer los siguientes fragmentos:
“Se consagra el pluralismo como elemento correlativo de la libertad de expresión y la tolerancia sin los cuales no puede existir una sociedad democrática. Se establece que la pluralidad de medios e informativa es una garantía y deber del Estado para permitir el acceso universal y sin discriminación a los medios de comunicación. Se reconoce que la libertad de expresión puede ser afectada sin intervención estatal o ante la ausencia de ésta, cuando por efecto de la existencia de monopolios u oligopolios en los medios de comunicación se configuren mecanismos que impiden la libre circulación de ideas y opiniones.”
“Los Estados están internacionalmente obligados a adoptar las medidas que fueren necesarias para hacer efectivos los derechos y principios establecidos (…) para lo cual deberán establecer leyes y políticas públicas que garanticen el pluralismo de medios o informativo en las distintas áreas comunicacionales, tales como, por ejemplo, la prensa, radio y televisión.”
Página Siete era un importante componente del pluralismo informativo en Bolivia; uno de los pocos medios que no dejaba que el gobierno imponga la agenda que exhibía en sus ediciones diarias. Incomodó al poder y éste, en represalia, lo atacó y no le permitió respirar.
Con ello, nuevamente, el régimen del MAS pone en entredicho nuestra democracia. Nuevamente, incumple sus compromisos internacionales, inobserva la Carta Democrática Interamericana (en concreto, el artículo 4). Una vez más, muestra su desprecio a los derechos humanos.
“No lo leía mucho”, “me informo más en redes”, “atacaban mucho”; fueron otras frases que escuché éstos días. Noté también cierta indiferencia en algunas personas. Esto me conduce a informar otra mala noticia: la sociedad ha dejado de entender la importancia de los medios para un sistema democrático.
Quienes se identifican con ésas frases tienen que entender que los medios no son la voz oficial del gobierno, porque su compromiso es con ellos y con la verdad; que un periodismo blando o neutro es inútil, debe ser riguroso, crítico, sin que eso conlleve a incumplir parámetros éticos. Deben entender, también, que las redes sociales no siempre ofrecen contenido veraz y plural, dan una falsa sensación de “estar informado” y de libertad, pues con nuestros likes y búsquedas, nos encierran en una burbuja hecha a la medida de nuestras preferencias.
¿Todas las causas son externas? Página Siete tuvo errores, quizá más vinculados al aprovechamiento de la multimedialidad que ofrecen las redes sociales o a competir con su inmediatez; sin embargo, en ambas culpas caen todos los periódicos. Una forma de enmendarlas es lo que Cebrián dijo en 2011: “(…) la lucha de los periódicos ya no está en la construcción informativa, sino en la contextualización y análisis de ésta.”
Por varios factores, el vaticino de Dawson se cumplirá. Con las malas noticias que enuncié líneas supra, el fin de nuestros periódicos como los conocemos llegará mucho antes de 2039.
Página Siete, con errores y aciertos, fue consecuente con lo que creía y reivindicó siempre las funciones que Eco refirió: controlar y criticar al poder. Expuso las miserias de su verdugo inicial y principal hasta la última publicación.
Ojalá su voz se vuelva a leer; pero si no lo hace, será ejemplo de valentía para los demás medios. El buen periodismo, el interpelante e independiente no morirá. Y no hay peor noticia para el autoritarismo.
América Yujra Chambi es abogada