Aborto, un debate sin dogmatismos ni poses demagógicas

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Hernán Cabrera
La Constitución Política garantiza la vida como derecho fundamentalísimo. También garantiza el derecho a la integridad, a la salud y la dignidad. Y la serie de leyes que están en vigencia han ampliado los derechos humanos, aunque en la realidad esos derechos vienen siendo violados, pisoteados o se cumplen a medias.
Hoy el país está en una franca división, partido en dos mitades, quizás una más grande que la otra, pero al fin polarizado en torno a un tema fundamental: el derecho a elegir, que una mitad llama el derecho a la vida y la cultura de la muerte. La otra también arenga la vida y la dignidad. El asunto es el aborto, o la legalización de la interrupción del embarazo, que ahora estaría contemplado en el Código Penal, que en algunas circunstancias no estará penado por ley y las mujeres podrán practicarse el aborto.
Antes de esta discusión ya hubo otra fuerte y agria el 2014 con la Sentencia Constitucional 206/2014 que habla del aborto impune en cuatro situaciones críticas: violaciones, estupro, cuando la vida de la mujer corre peligro y cuando exista deformaciones congénitas. Antes se necesitaba una orden del juez para que una niña o adolescente que fuera violada, si en caso ella consintiera, se le practicara el aborto. Con la Sentencia Constitucional 206/2014 se procede solo con la denuncia a la Policía o Fiscalía y la decisión de la víctima y nadie puede oponerse a ello.
En mi paso por la Defensoría del Pueblo en Santa Cruz, atendimos más de diez casos de violaciones de niñas, que por esa acción fueron embarazadas por sujetos que la sometieron con violencia al vejamen sexual y que ellas no querían saber nada de ese bebé. La apoyamos y se procedió a la interrupción legal del embarazo. Ellas vivían en extrema pobreza, y cuando supieron de su embarazo no querían ni salir de sus cuartos, algunas se querían suicidar, y la agonía y el sufrimiento familiar era enorme. Después de sus respectivos abortos, ellas volvieron a reír, a no ser objetos de burlas de sus vecinos, de sus colegios. Y siguieron sus vidas con normalidad y mirando de frente. Le dimos todo el apoyo, como también los médicos que las atendieron.
Hoy el debate en el que estamos enfrascados se lo debe encarar pero libre de dogmatismos religiosos, de fanatismos, de posiciones partidarias, de poses demagógicas, de falsas posturas que nos están enfrentando a propios y extraños a nombre de un Dios que se los quieren apropiar, imitando a los fanáticos terroristas que a nombre de Alá, de Jehová explotan bombas en aeropuertos, en las calles o estrellan sus vehículos contra peatones. Ese Dios no quiere muerte, quiere vida, y la vida en dignidad, en integridad.
La verdad de la Iglesia Católica, de las demás religiones no es la absoluta, ni tampoco la real, porque esos curas  y esos pastores no conocen lo que es sufrir una violación, mucho más de una niña de 8, 10 o 12 años, que por desgracia queda embarazada, y tiene que cargar a su corta edad con un bebé.
“Dejen que los niños vengan a mi”, y “lo que hagan a un niño lo harán a mi”, dijo Cristo, y a esos niños hay que darles las mejores condiciones para que vivan su infancia feliz, con todas las comodidades, con todas las opciones de una vida digna, con educación, familia, con alimentos, con sociedad. Pero no están para ser madres a sus 10 años de edad. Además médicamente una mujer está apta para embarazarse a partir de los 18 años, edad en la que su vida no corre riesgo alguno.
Por si no sabían en Santa Cruz se hacen abortos clandestinos todos los días, con el consentimiento familiar, de centros de salud, y la sociedad no ve esto ni la Fiscalía, y ahora nos rasgamos las vestiduras cuando se está planteando acciones preventivas para salvar la vida de muchas mujeres que mueren por abortos mal practicados. Por si acaso, en el Hospital de la Mujer cada día ingresan más de 10 adolescentes embarazadas y muchas de ellas, ya en situación de pérdida de sus bebés, porque en algún lugar le hicieron el aborto o le dieron la pastilla abortiva. Así que no seamos hipócritas o doble moral, para ocultar una realidad o alzar el grito al cielo por esta propuesta.
De modo, que frente a este sensible, delicado y espinoso tema, el aborto o la interrupción legal del embarazo, hay que generar un debate sincero, profundo, honesto y con propuestas, tanto de los que se oponen como de los que apoyan. Un debate a puertas abiertas, sin mandar al infierno a los que defienden el aborto y pretender ganar el cielo con oponerse al aborto.

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