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Rusia y su influencia en América Latina: ¿llega otra Guerra Fría también a la región?

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En medio de la crisis con Ucrania, los presidentes latinoamericanos se dan la mano con Putin en Moscú, mientras Rusia juega hábilmente con la opción de enviar misiles a América Latina. ¿Un peligro real?

Un bombardero ruso de larga distancia Tu-160, en Venezuela.

Un bombardero ruso de larga distancia Tu-160, en Venezuela.

La visita del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, en Moscú, en medio del mayor despliegue militar en Europa desde la Guerra Fría y de una posible invasión de tropas rusas a Ucrania, provoca sorpresa en Occidente.

Durante su visita a Moscú, a principios de febrero, el presidente argentino, Alberto Fernández, manifestó efusivamente el deseo de un mayor protagonismo de Rusia en América Latina: «Tenemos que ver la manera de que Argentina se convierta, de algún, modo en una puerta de entrada para América Latina, para que Rusia ingrese en América Latina de un modo más decidido», dijo Fernández, al comienzo de una reunión en el Palacio del Kremlin.

Poco antes, Rusia parecía querer corresponder a ese deseo desde el punto de vista militar. Según la perspectiva rusa, la respuesta al desprecio de Europa por sus intereses de seguridad bien podría ser un aumento de su presencia militar en Cuba y Venezuela. «No quiero confirmar ni descartar nada», se limitó a decir, a mediados de enero, el viceministro ruso de Exteriores, Serguei Riabkov.

Alberto Fernández fue recibido por Vladimir Putin en Moscú, en febrero de 2022.

Alberto Fernández fue recibido por Vladimir Putin en Moscú, en febrero de 2022.

¿Amenaza Rusia con una nueva Crisis de los Misiles?

En Occidente, el tono de Rusia despierta recuerdos de la Crisis de los Misiles de Cuba, en 1962. Entonces, el focejeo ruso-estadonidense en torno al estacionamiento de misiles rusos en Cuba llevó al mundo al borde de una guerra nuclear. Al final, se llegó a un acuerdo: los barcos rusos con misiles a bordo dieron la vuelta y, pocos meses después, Estados Unidos retiró de Turquía misiles de medio alcance que podrían haber llegado a Moscú. ¿Espera Rusia un acuerdo similar en esta crisis de Ucrania?

Günther Maihold, experto en América Latina de la berlinesa Fundación Ciencia y Política (SWP), se muestra escéptico en entrevista con DW: «Conjurar una crisis cubana tiene poco potencial para la innovación. Eso solo resultaría en una mala copia».

Este politólogo y latinoamericanista alemán considera escasa la posibilidad de que Rusia incremente su presencia militar de forma permanente en América Latina, por ejemplo, con misiles o bombarderos de larga distancia. Cuba y Venezuela son demasiado débiles y no tienen peso en la región para soportarlo, estima. «Sin embargo, a nivel de anuncio, esta puesta en escena de una amenaza por parte de Rusia ciertamente funciona», reconoce Maihold.

Cuba como provocación y parte del juego diplomático

Tampoco es la primera vez que Rusia amaga con fortalecer su compromiso militar con Latinoamérica. Ya en 2008, amenazó con estacionar bombarderos Tu-160 de larga distancia con armas nucleares, justamente en Cuba y Venezuela. Los factores desencadenantes en ese momento fueron los planes occidentales para instalar un sistema de defensa antimisiles en Polonia y la República Checa.

En 2014, los medios rusos informaron sobre una eventual reactivación de la antigua base de escucha soviética «Lourdes», en las cercanías de La Habana. La otrora estación de espionaje sigue desactivada y sus instalaciones albergan hoy a una Universidad de las Ciencias Informáticas. Pero, aparentemente, su recuerdo sirve a Rusia una y otra vez como elemento de amenaza para advertir a Estados Unidos que no cruce las «líneas rojas» en Europa. La Habana, por su parte, le hace el juego y no lo desmiente.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, busca la cercanía con Rusia.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, busca la cercanía con Rusia.

Venezuela y Colombia sacan provecho

Pero, además de las amenazas más bien simbólicas de Moscú, los países latinoamericanos y los actores regionales tienen, claro está, sus propios intereses. Y tratan, en parte, de sacar provecho de la crisis de Ucrania.

Es el caso, por ejemplo, del Gobierno de Nicolás Maduro, en Venezuela. «Maduro tiene interés en agregar sus problemas a este conflicto, a fin de volverse interesante para Rusia y, posiblemente, obtener ventajas», opina Maihold. Una ventaja sería, probablemente, hallar otra excusa para enterrar de una vez por todas el diálogo con la oposición venezolana en México, según el experto.

Aparentemente, la vecina Colombia, el único «socio global» de la OTAN en América Latina, también ha descubierto la posibilidad de beneficiarse políticamente de la crisis de Ucrania. Durante su actual viaje a Europa, el presidente colombiano, Iván Duque, no dejó pasar ninguna oportunidad de señalar el peligro que representaría Rusia para la región.

El ministro colombiano de Relaciones Exteriores, Diego Molina, indicó que había presencia de militares rusos en Venezuela, en la zona fronteriza con Colombia, y habló de «injerencia extranjera». En el aire queda la pregunta sobre si se trata de un peligro real o se usa el tema como recurso político interno.

«Iván Duque planteó la presencia rusa como una amenaza para Colombia por razones internas», dice, sin dudar, Maihold. Colombia celebrará elecciones parlamentarias en marzo y presidenciales a fines de mayo, en las cuales un candidato de izquierda sería el más probable sucesor del derechista Duque. Así que «fue una maniobra para colocar a determinado candidato, durante la campaña electoral, en el marco de un posible peligro comunista», asegura el analista.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, recibió 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V de Rusia.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, recibió 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik V de Rusia.

México y la abstinencia autoimpuesta en política exterior

El hecho de que los actores regionales de «segundo y tercer orden» traten de participar en el escenario político internacional también está relacionado, en opinión de Günther Maihold, con que Latinoamérica se ha alejado mayormente de él. Los pesos pesados regionales, México y Brasil, no juegan hoy casi ningún papel a nivel internacional, ilustra.

Si se toma a México como ejemplo, la segunda mayor economía de Latinoamérica erigió el principio de la no injerencia como bandera, bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. El perfil de política exterior de México está tan difuminado, entretanto, que apenas se espera algún impulso suyo.

Por otra parte, López Obrador invitó a Putin a México a comienzos de 2021. En ese momento, ambos mandatarios se comunicaron por teléfono y conversaron sobre la entrega de 24 millones de dosis de la vacuna rusa Sptunik V. Y, ciertamente, la diplomacia rusa de la vacuna en Latinoamérica podría ser mucho más conveniente y sostenible que el caro y políticamente arriesgado estacionamiento de aviones y misiles.

Argentina busca en Moscú una salida de la crisis financiera

También el presidente argentino, Alberto Fernández, se inoculó con la vacuna rusa y manifestó su complacencia durante su visita a Moscú, a principios de febrero: «Ustedes estuvieron allí cuando el resto del mundo no nos auxilió», dijo Fernández al asegurar, en presencia de Putin, estar «profundamente agradecido».

«Me sorprendió la forma en que Fernández declaró a su país como la puerta de entrada de Rusia a América Latina», apunta Maihold. Pero, con su política de acercamiento a Rusia, el presidente argentino también persigue sus propios intereses. El país sudamericano está altamente endeudado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y busca la manera de liberarse de esa dependencia.

A pesar de la atención que se presta actualmente a las actividades o escenarios amenazantes de Rusia en América Latina, en relación con la crisis de Ucrania, la presencia de Moscú en la región no puede, de todos modos, competir con la de China, subraya el politólogo y latinoamericanista alemán Günther Maihold. Y advierte: hace tiempo que el gigante asiático adquirió, silenciosamente, una influencia mucho mayor.

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