Redistribuir la palabra

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Pánfilo Zurita vive en una población boliviana llamada Independencia. Hace un año informó en el noticiero central de Educación Radiofónica de Bolivia, Erbol, que dos comunidades disputan con violencia el control de un manantial. Pocos periodistas se percataron de los efectos que causa la falta de agua en la vida diaria de aquella gente y ligaron con lo que en muy poco tiempo puede suceder en el mundo: las guerras por el agua.
Días después un enjambre de periodistas llegó a la misma población cuando el presidente de la República, Evo Morales, se rompió el tabique nasal en un accidente que sufrió en un partido de fútbol. Filmaron el lugar exacto donde cayó el Presidente, las huellas de sangre que dejó, y presentaron al mundo mediático al sorprendido jugador de fútbol que causó el accidente del Jefe del Estado.
El primer hecho no era “noticia”, el segundo sí, era una gran noticia. En el primero, los protagonistas eran un grupo de indios perdido en los valles bolivianos; en el segundo caso, se trataba también de un indio, pero de un indio Presidente, además se había roto la nariz, y lo más importante vendía.
Gran parte de la academia nos ha dicho insistentemente que noticia es lo extraordinario. Lo raro. Lo que rompe la normalidad. Lo que sobresalta la cotidianidad. Está subrayado en centenares de manuales que no es noticia cuando el perro muerde al amo, sino cuando el amo muerde al perro.
Con esta orientación política/comunicativa millones de periodistas cubren apenas el 2 por ciento de la humanidad porque sólo ese 2 por ciento reúne los requisitos de lo extraordinario y reúne las condiciones para ser noticia. Pero esa minoría es presentada como si fuera el 100 por ciento. Ese 2 por ciento está constituido por personajes “extraordinarios”, actores y actrices de cine, presidentes, reyes, príncipes, princesas, personas ricas clasificadas según sus millones de dólares, en su mayoría amos e hijos mimados del mercado.
El resto de los que vivimos en el planeta tierra, el 98 por ciento casi nunca es noticia, salvo cuando mueren en un espantoso accidente de tránsito, cuando invaden su país, cuando les abate una desgracia o asumen medidas de presión, como una marcha, una huelga de hambre o una violenta manifestación callejera.
Gran parte de los propietarios de medios y periodistas se asemeja a los buitres que se alimentan de la carroña. Viven de la muerte, de la desgracia de la humanidad, de las malas noticias.
Ese 98 por ciento existe para aquel 2 por ciento. Son los invisibles, los ignorados, los inexistentes. Sus vidas, sus desgracias, sus sueños, sus alegrías, no son noticia, no existen en los espacios públicos de los grandes medios, por tanto sufren un genocidio mediático por omisión, como los indígenas americanos, desde hace 516 años.
Las radios de Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER), convierten en noticia a esos invisibles, con el fin de cristalizar los sueños imposibles de cada uno de esos seres, quienes hasta hace apenas10 años no tenían ni siquiera existencia legal y menos existencia política. Es decir no existían ni para el estado, ni para los medios.
Tomaron la palabra y tomaron el poder
La primera vez que presentamos a los invisibilizados, éstos tomaron la palabra para balbucear su presencia en la vida; en una segunda instancia, tomaron la palabra para tomar conciencia histórica de su futuro; en una tercera instancia, tomaron la palabra para tomar el poder.
Somos co-responsables del momento histórico que vive América. Somos co-responsables de la rebelión real de los latinoamericanos contra todo tipo de Imperio, desde los mediáticos hasta los estatales.
Somos, en buena medida, culpables del indio Presidente en Bolivia, de la fortaleza del movimiento indígena en Ecuador; de haber evitado el vergonzoso golpe de estado en Venezuela, en abril del 2002; de la Argentina que recupera los sueños de sus habitantes empobrecidos.
Los frutos recién comienzan. Vivimos la primavera política de los imposibles desde los ojos de los nuevos seres visibilizados que cada día, casi neciamente, se encargan de demostrarnos que la pretensión del planeta unívoco, unidireccional y homogéneo, es una vana pretensión
Libertad de expresión, libertad de exclusión
En las radios de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica-ALER hemos ejercido el periodismo como la posibilidad concreta de generar espacios amplios de comunicación diversa; de construcción del poder desde la cotidianidad de mujeres y hombres marginados de la globalización del mercado inhumano. En respuesta articulamos la globalización de valores para vivir cada día en armonía con nuestra madre tierra y con todos los seres que la habitan.
Hemos armado redes con cada una de nuestras mil emisoras, hemos intercambiado realidades, sueños, penas, frustraciones, esperanzas y mucha, pero muchísima humanidad.
En el nuevo tiempo político, cada radio enredada con otra ha multiplicado una nueva utopía: luchar para que la libertad de expresión deje de ser una libertad de exclusión de aquellos que no comulgan con las ideas del mercado y por tanto corran el riesgo de ser escondidos -como castigo- debajo de la alfombra de los grandes medios.
Queremos una libertad de expresión que sea el soporte del derecho a la información, concebida como el derecho de cada una de las personas, comunidades, organizaciones democráticas a acceder a la propiedad de un medio y a participar en la producción de la noticia destinada a abrir espacios de participación en las instancias de decisión pública.
Planteamos el derecho a la comunicación como el instrumento más adecuado para que propietarios, periodistas y medios sean gobernados por la sociedad y no por el mercado.
Denunciamos que la concentración de medios es un peligro para la democracia y por tanto para la sobrevivencia de la humanidad en condiciones dignas , es decir, en las condiciones que las personas nos merecemos
Proponemos medios limitados por la democracia real y no medios destinados a sostener y justificar plutocracias con preocupantes filetes inhumanos.
En Farco Argentina, Corape Ecuador, CNR Perú, Irfa Venezuela; FGER Guatemala; Sonora Colombia, y Erbol Bolivia, ARPAS.El Salvador, UDECA.Dominicana, Red Nacional. Paraguay , y en nuestras radios afiliadas y vinculadas en México, en la región centroamericana, en Chile y en todos los países donde estamos presentes, sabemos que avanzamos en dirección de nuestras nuevas utopías porque tenemos de nuestro lado dos actores imprescindibles: la historia y los/as invisibilizados/as.
Éstos últimos suman el 98 por ciento y ya no viven hipnotizados por los opulentos medios comerciales; al menos en América Latina han comenzado a cuestionarlos, a divisar quiénes están detrás de las cadenas de televisión, de radio, de periódicos; a sospechar de los intereses que se esconden en cada noticia.
Los ven, pero ya no les creen, los leen pero ya no reflexionan sobre el contenido, los escuchan, pero ya no los toman en cuenta. Los intocables medios han pasado a ser parte prescindible del tiempo de ocio de la gente, ya no constituyen el laboratorio de ideas, pensamientos y conductas.
Los rebeldes salen a las calles y dicen a los incuestionables periodistas que han perdido incidencia. Y además les presentan pruebas: Correa, Evo Morales, los Kichner, Chávez y otros líderes han ganado batallas democráticas teniendo a una oposición liderada por toda una maquinaria mediática.
No han cambiado los medios, sus periodistas siguen haciendo lo que siempre hicieron: fabricar la noticia del poder, en desmedro de los seres humanos que no tenían acceso a la libertad de expresión ni al derecho a la información, por tanto eran doblemente pobres. Pobres de palabra, pobres de alimento biológico.
Han cambiado los actores, los protagonistas, quienes ahora exigen medios propios, no para formatear seres acordes a las exigencias del mercado, sino para contribuir a la multiplicación de seres libres capaces de protagonizar por ellos mismos su vida sin paternalismos de ninguna naturaleza.
En Erbol, en Farco, en Corape, en CNR, en Fe y Alegría, en FGER, en ALER, sintonizamos esta realidad hace casi cinco décadas. Desde ese momento hemos desarrollado el periodismo como una práctica política para redistribuir la palabra, y desde la palabra, redistribuir el poder y desde el poder, redistribuir la justicia y si redistribuimos la justicia, redistribuiremos las condiciones humanas de existencia.
Calidad periodística significa dirigir la información hacia la calidad de vida; significa producir noticias con periodistas que van a la misma vida y no se conforman con las noticias de palacio; significa mirar la realidad local desde la realidad global y contextualizarlo en las necesidades vitales de cada persona.
Por todo ello, para nosotros es más noticia la falta de agua en una comunidad de Independencia, que la nariz de un Presidente.

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