La directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa F. Etienne, afirmó hoy que la COVID-19 ha impactado fuertemente en la salud mental y física de los niños, niñas y adolescentes en las Américas, e instó a los países a tomar medidas específicas para protegerlos, incluida la reapertura segura de las escuelas.
La doctora Etienne dijo que el año pasado se registraron más de 1,5 millones de casos de COVID-19 en niños, niñas y adolescentes en la región, mientras que en los primeros nueve meses de este año ya se han registrado más de 1,9 millones. Aunque este grupo de población generalmente presenta síntomas leves o ninguno, también puede desarrollar una enfermedad grave.
«A medida que más adultos reciben sus vacunas contra la COVID-19, los niños -que aún no pueden ser vacunados en la mayoría de los países- están representando un mayor porcentaje de hospitalizaciones e incluso de muertes por COVID-19», indicó la doctora Etienne en una rueda de prensa. «Por lo tanto, los niños, niñas y adolescentes también se enfrentan a un riesgo importante de enfermedad por COVID-19», agregó.
Asimismo, una serie de impactos secundarios está golpeando a esta población con especial dureza, detalló la directora de la OPS. «El virus tiene consecuencias indirectas y está entorpeciendo su crecimiento y desarrollo, y poniendo en peligro sus posibilidades de un futuro brillante», advirtió.
Etienne hizo hincapié en el impacto negativo de no concurrir a la escuela en persona. «Con cada día que pasan sin ir a la escuela en forma presencial, mayor es la probabilidad de que abandonen y no regresen nunca», dijo. «Para algunos de los niños más vulnerables -en particular para las niñas- esto puede tener consecuencias duraderas».
«Los expertos coinciden en que la pandemia ha desencadenado la peor crisis educativa que hayamos visto en la región», continuó la doctora Etienne e instó a los países a centrarse en el restablecimiento seguro de los servicios de salud, educativos y sociales para la población en edad escolar.
Los niños, niñas y adolescentes también están faltando a sus controles de salud anuales y a las vacunas de rutina debido a las interrupciones generalizadas de los servicios de salud. «La mitad de los adolescentes ha experimentado un aumento del estrés o la ansiedad durante la pandemia, pero los servicios de salud mental y apoyo siguen estando fuera del alcance de muchos», lamentó.
A su vez, los confinamientos y las perturbaciones económicas han aumentado el riesgo de violencia doméstica que puede hacer que el hogar sea inseguro para muchos niños, niñas y adolescentes.
Para reducir los efectos negativos en esta población, los países deberían hacer «todo lo posible para reabrir las escuelas de forma segura», aconsejó la doctora Etienne. Tras señalar que «no hay un escenario de riesgo cero», dijo que las autoridades nacionales y locales deben decidir cuándo abrir o cerrar las escuelas, dependiendo de las condiciones epidemiológicas locales y su capacidad de respuesta. La OPS ha elaborado directrices detalladas para una reapertura segura, que incluyen garantizar una ventilación y unas condiciones sanitarias adecuadas.
Los niños, niñas y adolescentes deben practicar las medidas de salud pública de eficacia probada: distanciamiento físico, lavado de manos frecuente, uso de mascarillas y evitar los lugares concurridos. Y también deben someterse a pruebas si desarrollan síntomas o sospechan que están enfermos.
Y los países deberían desarrollar campañas de comunicación adaptadas a esta población para asegurarse de que entienden su riesgo de infección y su capacidad de transmitir la COVID-19. «Demasiados niños, niñas y adolescentes siguen sin pensar que están en riesgo», advirtió Etienne.