Nuevamente Mesa

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Patricia Alandia
Cada quien vivió el 2003 de diferente manera, aunque seguramente todos compartimos el doloroso recuerdo de un país que estuvo cerca del precipicio. Ese octubre negro, Alejandro, mi esposo, ingresó en huelga de hambre, al igual que varios amigos, siguiendo el ejemplo de nuestra primera y digna Defensora del pueblo Ana María Campero.
Durante varios días, recorrí el camino hasta su piquete de huelga, y de este a otros, que se encontraban distribuidos en el centro de la ciudad. Caminar era cada vez más difícil, ya que las marchas de distintos sectores se cruzaban, convergían o se sumaban, formando columnas poderosas de gente que se reconocía en la indignación. Las voces fueron multiplicándose y las demandas se convirtieron en una: que se vaya Goni.
Pese a todo, este salía en los medios apoyado por sus aliados y los representantes de las Fuerzas Armadas, lo que hacía impensable una salida democrática. Goni y sus ministros se aferraban al poder a pesar de los muertos, a pesar de la indignación generalizada, a pesar de haber perdido todo resto de legitimidad. Y entonces apareció Carlos Mesa repudiando los asesinatos, y se constituyó en la esperanza de la población, pese a quien le pese recordarlo así.
Finalmente se dio el desenlace esperado; Goni renunció, huyó en helicóptero, y se produjo la sucesión democrática: Mesa asumió la Presidencia. En el piquete de huelga escuchamos el discurso entero, lo celebramos. A continuación, se levantaron todos los piquetes de huelga, y los bolivianos, alimentados por la esperanza, salimos a celebrar a las plazas.
Lo que vino después, con sus desatinos e indefiniciones, canceló la posibilidad de la continuidad de su mandato; la desilusión nos invadió. Sin embargo, lo importante de esa transición, que no es poco, fue que Mesa generó las condiciones democráticas para salir del caos y de la violencia.
Ahora estamos en una situación muy cercana. Si bien no hay muertos que se cuenten día a día, estos han ido sumándose cada año; si bien no hay convulsión ni enfrentamientos, nos encontramos al borde del precipicio, a un paso de perder la democracia que nos han ido arrebatando poco a poco, pero sin pausa. Evo, Álvaro y sus ministros se aferran al poder, a pesar de la CPE, a pesar del referéndum del 21F que les dijo NO, a pesar de la indignación generalizada, a pesar de haber perdido todo resto de legitimidad. Y entonces está nuevamente Mesa, con un respaldo mayoritario de la población, pese a quien le pese reconocerlo.
Algún designio astral lo ha colocado en dos momentos críticos de nuestra historia reciente; ha sido empujado a cumplir un rol fundamental en la defensa de la democracia. El 2003 Mesa no dio la talla, pero ahora puede reivindicarse, la población está esperando que lo haga. Por ello, debe entender que sus decisiones ya no lo afectan solo a él, que ya no se juega solo sus aspiraciones políticas personales; la historia le está dando un mandato trascendental.
Mesa solo tiene dos caminos: ser funcional a los dictadores, convalidando las elecciones fraudulentas de este octubre, o ser actor decisivo en la recuperación de la democracia, sumándose a las movilizaciones que ya han comenzado con las huelgas de hambre. Quienes ya decidieron votar por él esperan su definición.

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