De acuerdo al informe de la Fundación Milenio 2024, actualmente, la informalización es una característica omnipresente en la economía boliviana: el 70% de los hogares urbanos del país se encuentran en situación de ocupación informal. El desempeño del mercado laboral en la gestión 2023, corrobora las dificultades persistentes para recuperar el nivel de ingresos familiares perdidos desde la irrupción de la pandemia.
De acuerdo al estudio, el ingreso laboral promedio se ha mantenido prácticamente sin cambios desde mediados de 2022, cuando abandona una tendencia ascendente, para ingresar en una trayectoria plana. Como resultado, el ingreso promedio de 2023 es 13% que el ingreso promedio de 2019, lo cual indica que la situación laboral del país sigue marcada por el deterioro en la calidad de los empleos y por tanto en las condiciones de vida de la mayoría de los bolivianos.
Niveles de desocupación y ocupación
En 2023 el nivel de desocupación en el mercado laboral llegó a 3,9%, consistentemente con la tendencia de caída de este indicador desde la salida de la pandemia (cuando llegó a cifras récord de hasta el 10,8%). La Población Ocupada[1] en el ámbito urbano ha pasado de 4,39 millones en 2022 a 4,56 millones en 2023, lo que supone un crecimiento anual de 4% en el total de la población que declara estar ocupada. Este crecimiento es más del doble del registrado un año atrás, de solamente 1,6%.
El inusual incremento en la población ocupada viene impulsado por la mayor incorporación de mujeres al mercado laboral. Así, mientras la población femenina ocupada en 2023 avanzó a una tasa de 5,9%, la población ocupada de hombres creció tan solo 2,3%, respecto de la tasa registrada en 2022.
En términos de variación neta del nivel de ocupación, los datos del cuarto trimestre de 2023 registran un incremento de 174 mil nuevos empleos con relación al mismo trimestre de 2022. De estos nuevos empleos, 119 mil corresponden a empleos ocupados por mujeres, mientras que apenas 54 mil corresponde a labores realizadas por varones. La mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral es una tendencia que ha ganado fuerza, especialmente en el periodo posterior a la crisis sanitaria del Covid-19.
No obstante el nivel bajo de desocupación abierta, se constata la desaceleración en el ritmo de creación de nuevos empleos, y mucho más tratándose de hombres que de mujeres. La creación menguante de nuevos empleos (formales e informales) se da desde mediados de 2021, y se ha acentuado en los años 2022 y 2023. Este fenómeno es más evidente cuando se compara con la situación laboral previa al estallido de la pandemia. Ello sugiere una saturación en ciertas actividades que tienen más dificultades para absorber a nuevos trabajadores, incluso en aquellos rubros donde predominan las labores por cuenta propia.
Tasa de participación laboral
La tasa de participación ha presentado un incremento sustancial, sobre todo en el trienio 2021-2023. Para los hogares, que buscan compensar una caída pronunciada de los ingresos laborales, la incorporación de más miembros de la familia al mercado laboral es una estrategia recurrente. La mayor participación laboral se da ante todo por cuenta de las mujeres, cuya tasa de participación ha subido en más del 8%, pasando de una tasa promedio del 60% al término de 2019 a una tasa de 68,4% al concluir el 2023; siendo ésta la tasa de participación más alta en la etapa posterior a la emergencia sanitaria.
Si bien la tasa de participación de los hombres ha crecido, su magnitud es considerablemente menor que la tasa de participación de las mujeres. Esto sugiere que el esfuerzo de las familias por insertar a sus miembros al mercado laboral, y con ello acrecentar de alguna manera los ingresos del hogar, está muy centrado en el trabajo de las mujeres.
Crece el cuentapropismo
La inserción laboral de nuevos integrantes del hogar está fuertemente asociada con las actividades cuentapropistas, las cuales entre 2022 y 2023 tuvieron un incremento de la población ocupada en ellas del orden del 6,4%. Comparativamente, el aumento en el nivel de ocupación de Obreros o Empleados Asalariados ha sido de 2,1%. También se debe destacar el aumento de la ocupación de las mujeres en actividades de servicios domésticos, con una tasa de crecimiento de 38%, habiendo pasado de 89 mil mujeres ocupadas en 2022 a un poco más de 119 mil en 2023.
Deterioro de los ingresos
A pesar de una mejoría en los indicadores de ocupación, los ingresos laborales continúan mostrando cifras similares o peores que en el periodo previo a la pandemia. Esto acontece pese a los incrementos salariales decretados por el gobierno desde el año 2021; incrementos por encima de la tasa de inflación anual y cuyo propósito declarado ha sido mejorar los ingresos de los trabajadores y de las familias, y especialmente de las de bajos ingresos.
De hecho, si al término de 2019 el ingreso laboral promedio en el área urbana era de 3.212 bolivianos, a la conclusión de 2023 el ingreso salarial medio se hallaba en 2.800 bolivianos; vale decir, un 13% menos. Este nivel de ingreso laboral se ha mantenido prácticamente sin cambios desde mediados de 2022, momento en el cual los ingresos dejan de registrar una tendencia ascendente, para ingresar en una trayectoria plana. En otras palabras, los ingresos laborales todavía no han vuelto a los niveles de hace 4 años atrás.
La tendencia de deterioro de los ingresos laborales es coherente con el incremento de la ocupación en sectores dominados por el segmento sociolaboral de cuentapropistas o no asalariados y en los cuales los ingresos no siempre están garantizados. Ello, a no dudarlo, repercute sobre el ingreso laboral consolidado de los hogares, que registra una caída de 5% entre 2019 y 2023, habiendo pasado de 4.850 bolivianos a 4.590 bolivianos, en promedio.
La tasa de ocupación alta que se percibe en los datos que arroja el mercado laboral en Bolivia no significa una ganancia de ingresos para las familias. Paradójicamente, el deterioro de los ingresos obliga a las familias a incorporar a cada vez más miembros suyos -y principalmente mujeres- al mercado laboral como una forma de contrarrestar la pérdida de ingresos. Así pues, el problema fundamental reside en las características de las oportunidades laborales disponibles, mayormente precarias y crecientemente informalizadas.
Informalización del empleo
En los años que han seguido a la pandemia, la tendencia a la informalización del empleo ha adquirido más fuerza; y ya no únicamente como un problema que atañe a los trabajadores individuales, sino también a los hogares, entendida como unidad de toma de decisiones (por ejemplo, para el consumo o adquisición de deudas). Así pues, si en 2019 el 65% de los hogares se hallaban dentro del mercado informal urbano, para 2023 esa cifra abarca prácticamente al 70% de los hogares en situación de ocupación laboral.
La informalización completa del entorno laboral para la mayoría de los hogares se ha incrementado, del mismo modo que la participación de los hogares en los cuales todos sus miembros estarían en una situación de ocupación formal se va achicando[2]. En 2023, este grupo pasó de representar el 21,3% del universo de hogares con población ocupada a solo el 17,4%. El avance de la informalización se ha dado sobre todo por la inserción de muchas más mujeres al mercado laboral, pero también de un número creciente de jóvenes, y en muchos casos sacrificando la continuidad de su formación educativa y profesional.
En consecuencia, la problemática compleja que se plantea no solo tiene que ver con el incremento sostenido de la informalidad del mercado laboral; también está la cuestión de la inserción temprana de los jóvenes, como una respuesta de las familias a la necesidad que tienen de diversificar sus fuentes de ingresos. El efecto perverso de este tipo de estrategias que llevan a cabo las familias es que, al empujar a sus miembros más jóvenes al mercado laboral de manera apresurada, bien podrían estar sacrificando ingresos futuros y oportunidades para salir de la pobreza.
[1] Aquí se asume una diferencia conceptual entre “empleo” y “ocupación”. Mientras que el empleo se enfoca en la condición laboral (si una persona tiene trabajo remunerado o no), la ocupación se centra en la naturaleza y características del trabajo que la persona realiza dentro de ese empleo. Las estadísticas construidas para evaluar el mercado laboral usualmente se refieren a la ocupación.
[2] La definición de ocupación formal comprende un contrato de trabajo, acceso a las prestaciones de salud y aportes a la seguridad social de largo plazo.