La mentira

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Umberto Eco, que nos dejó recién, se animó a definir toda una nueva ciencia, la semiótica, desde el concepto de la mentira. “La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda considerarse como signo. Signo es cualquier cosa que puede considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe sustituir de hecho en el momento en que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir”, escribió el filósofo italiano en su libro “Tratado de semiótica general”.

La verdad/verdadera es: la mentira y la verdad son caras de una misma moneda. Y habita en una misma persona. Comprendidas así las cosas, la mentira es el camino dialéctico que nos conduce a la verdad. Mientras haya más mentira, más ganas de descubrir la verdad y desmontar la falsedad, la apariencia, la ilusión o la inexistencia.
De hecho que la mentira no es condenable a priori. Será por eso que no está consignada entre los siete pecados capitales: la soberbia, la gula, la avaricia, la ira, la lujuria, la pereza, la envidia. En verdad, a veces, la mentira es buena y la verdad, mala. 
Recuerdo hace tiempo que una madre decidió decir la verdad a su hijo después de 20 años: “te adoptamos cuando apenas tenías unos meses…”. Desde aquel día, el hijo dejó de ser hijo y la madre, madre; el hijo se fue de casa a buscar a su verdadera madre; y la que creía que era su madre, lo busca a él. La verdad destruyó la familia que era feliz sobre la mentira (piadosa).
Sin embargo, la mentira generalmente suele ser mala y más mala aún que la verdad, especialmente cuando se la inocula en una colectividad. Por esta razón, las sociedades de diferentes latitudes la condenan o prohíben en sus códigos éticos. “No levantar falso testimonio ni mentir”, dice el octavo mandamiento cristiano. 
A tono con esa corriente, Joaquín Salvador Lavado Tejón, Quino, nos recuerda, a través de Mafalda, que prefiere causar molestias diciendo la verdad, que causar admiración contando mentiras. 
Bajo esa misma lógica, el italiano Carlo Lorenzini escribió “Las aventuras de Pinocho”, con el seudónimo de Carlo Collodí, aunque creo que nunca pensó que la marioneta de madera que imaginó fuera convertida en la antonimia de la verdad y, a la vez, convocaría a los niños a evitar la mentira para alcanzar la felicidad.
Enmarcada en esa axiología, mi profesora de básico Inés de Guerra, en la escuela Modesto Omiste de Uncía, nos leyó una mañana de invierno la fábula “El Pastor Mentiroso”. Al finalizar subrayó la moraleja: “Mentimos y mentimos, y perdemos la confianza que los demás tienen en nosotros. Cuando digamos la verdad, no nos creerán”. 
Pero, la diferencia entre Pinocho y el Pastor Mentiroso es esencial. Pinocho mintió a Geppetto, una persona; el Pastor, a todo un pueblo. Al final, ambos mintieron, pero las consecuencias fueron diferentes. El niño de madera se arrepintió y fue perdonado. El Pastor perdió el rebaño y lo peor, la credibilidad de su pueblo. 
Un político mentiroso sufre las consecuencias del Pastor. Y su destino puede ser peor, si insiste en reproducir la falsedad, la apariencia, la ilusión y el ocultamiento de la realidad. En definitiva, la mentira es casi siempre el celofán que se rompe con facilidad al ser usado para intentar encubrir la corrupción y al corrupto.
“Si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad, no puede usarse para decir nada. La definición de ‘teoría de la mentira’ podría representar un programa satisfactorio para una semiótica general”, remató Eco.
Tomemos por cierto el razonamiento del filósofo italiano y concluyamos que en el mundo de los signos, significantes, significados o referentes, lo más importante son éstos últimos porque son el resultado de la comprensión de los pueblos. 
Por ello, Evo Morales y Álvaro García eran los referentes de la verdad y la honestidad. Por eso los elegimos como nuestros guías y modelos. 
Hoy gran parte de la población que votó por ambos siente decepción porque cree que eligió a dos personas que no habían sido lo que dijeron que eran. 

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