Lo tuvo claro desde que le dieron el diagnóstico de ELA. “Me informé un poco y vi lo que me esperaba: acabar vegetal”, añadía el 10 de febrero, cuando ya solo apuraba el tiempo que la movilidad de la mano derecha le iba a permitir retrasar el suicidio. Aún en su último día, la mueve compulsivamente, como para comprobar que todavía va a servirle para tomarse, solo, la medicación.
Eutanasia: “Me indigna tener que morir en clandestinidad”
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