En 21 años de democracia, la élite cívica (oligarquía, casta, burguesía, como usted quiera llamarlo) tuvo 53 ministros[1], desde Percy Fernández, pasando por Carlos Dabdoub hasta Carlos Saavedra Bruno. Durante 252 meses ocuparon los cargos más decisivos del aparato del Estado –Cancillería, ministerios de Hacienda, Desarrollo Económico, etc.- selectos representantes de este grupo, cada uno con sus matices ideológicos. Algunos repitieron ministerios y otros cambiaron de una cartera a otra, en el mismo gobierno o en otro.
A excepción de Mesa, Rodríguez (periodos cortos) y Morales, cuatro presidentes, Gonzalo Sánchez de Lozada, Jorge Quiroga, Jaime Paz, Hugo Banzer fueron afines a esa élite, que ocupó durante 7.665 días una cuota o un territorio reservado en el espacio del poder.
Si por un momento razonamos a partir de la mitología cívica, que concibe la lucha de regiones como el motor de la historia boliviana, el centralismo andino estuvo 181.440 horas alimentado por cívicos cruceños. Durante esas largas horas, no hubo un solo ministro de El Alto, al primero que conocimos fue en la gestión del MAS, Abel Mamani, quien saboreó las mieles del poder apenas por el lapso de 13 meses.
Los datos demuestran que “los elegidos” tuvieron todo el tiempo del mundo para transformar el Estado centralista en Autonómico. ¿Por qué no lo hicieron? ¿No tenían tiempo para pensar en Autonomía porque el Centralismo les era útil para reproducirse políticamente?
Si ayer fueron los Barones del Estaño, hoy son los cívicos. A diferencia de los primeros, éstos participaron y participan de forma directa en las instancias de decisión del Estado. Actúan sin intermediarios. Hicieron política desde sus haciendas hasta Palacio.
Hace cuatro años y cinco meses perdieron Palacio. Fueron echados junto a Goni, en Octubre de 2003, después de haber masacrado a su propio pueblo. Están fuera del poder apenas 38.160 horas y sienten que les falta el aire. Que se asfixian. Que les falta el elemento más vital de sobrevivencia política.
Su poder alcanzaba a 1.098.581 Km2. Por impotencia política perdieron territorio y se achicaron a 370.621 km2. Se encogieron física y mentalmente. En teoría política es una gran derrota perder 727.960 Km2 de poder. Ayer nomás vivían en Palacio, hoy se recluyeron a sus haciendas. ¿Podrán volver? Por supuesto. Si quieren recuperar los 1.098.581 Km2 deberán “enterrar” sus intereses de grupo y pensar en el ser nacional. Para ese fin deben parir un líder o lidereza con mente boliviana. Hay muchos y muchas en fase de incubación, pero aún no les dejan desarrollarse, nomás por puro egoísmo.
[1] Carlos Mesa, Presidencia Sitiada.
El mito del centralismo
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