Corrupción y extractivismos: un vínculo estrecho y diseminado

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Eduardo Gudynas

Los extractivismos se han vuelto muy visibles en América Latina, y en especial en Bolivia. Las explotaciones mineras, petroleras o los monocultivos, han dominado las estrategias de desarrollo de los países y están en el centro de muchas polémicas. 

Del mismo modo, la corrupción regresó al foco de la atención ciudadana. Aunque es un mal conocido desde tiempos coloniales, ahora adquirió más relevancia con nuevos escándalos que han alcanzado incluso a presidentes.

Sin embargo, menos evidentes han sido los vínculos entre corrupción y extractivismos. Pero ya no pasa desapercibido que varios complejos esquemas de corrupción incluían, por ejemplo a empresas mineras o petroleras. En algunos casos se necesitaba de la corrupción para poder acceder a los recursos naturales, y en otros, como allí se movía tanto dinero, era una fuente atractiva para alimentar financiamientos ilegales.

Esas relaciones son el objetivo de mi reciente libro “Naturaleza, extractivismos y corrupción – anatomía de una íntima relación”, que se acaba de presentar en la Feria del Libro de La Paz. Su objetivo es describir y sistematizar aquellas situaciones donde emprendimientos extractivistas quedaron envueltos en casos de corrupción. Dicho de otro modo, es un ejercicio de ecología política y economía política sobre como prácticas ilegítimas tales como sobornos, peculado, prevaricación, tráfico de influencias y otras, inciden en los modos de apropiación de recursos naturales. 

Un primer hallazgo llamativo fue encontrar casos de corrupción para todos los tipos de extractivismos. Sin excepción. Hay ejemplos que van desde proyectos mineros o petroleros, a los sectores forestal o pesquero. Ningún tipo de recurso natural está a salvo.

Estos y otros resultados se basan en más de un centenar de casos de corrupción en América del Sur examinados en el libro. A partir de ellos se realiza un análisis que es conceptual, considerando por ejemplo los actores o las instituciones envueltas en esos casos. De todos modos, el texto no es una investigación policial; no se indican culpables ni se relatan escenas de entregas de sobres con dinero. En cambio, explora los elementos y procesos comunes que surgen de aquellas situaciones donde quedan asociadas prácticas de corrupción con los extractivismos.

Desde esa perspectiva, otro hallazgo relevante es que existen ese tipo de prácticas en todos los países sudamericanos. Aquí tampoco hay excepciones; no surgen diferencias entre los distintos regímenes políticos, ya que aparece con gobiernos conservadores como progresistas. Del mismo modo, la corrupción en los extractivismos involucra todos los tipos de propiedad, desde las compañías privadas transnacionales a las empresas estatales, pasando por aquellas de capital mixto o las cooperativas. La promesa de varios progresismos de impedir la corrupción no se cumplió.

Estas prácticas afectan a todos los niveles relacionados con la explotación de la Naturaleza, desde los pagos para incidir en las evaluaciones de impacto ambiental hasta el tráfico de influencias para evitar controles de contaminación, desde incidir en las licitaciones de concesiones mineras o petroleras hasta la compra de impunidad para los infractores ambientales.

Buena parte de la atención ciudadana se ha centrado en grandes casos, como el del esquema organizado por Petrobras y las empresas constructoras, no sólo dentro de Brasil sino también en países vecinos. En el libro se analiza ese entramado, destacándose que se reorganizó a esa empresa petrolera en función de poder canalizar los dineros de las comisiones desde las compañías contratadas a los partidos políticos. Cada grupo político designaba su “representante”, que pasaba a ser gerente de una división, y desde allí gerenciaba los sobornos entre las compañías subcontratadas y su propio partido. Era un esquema cotidiano, muy organizado, donde estaban muy claros los porcentajes y los intermediarios, contando con la complicidad de una enorme lista de ejecutivos y empleados, y por ello operó por años. 

Esos y otros casos brasileños han tenido ramificaciones enormes. Pocos meses atrás, la fiscalía de ese país informaba que se habían realizado 1765 procesos, con 188 condenas a 123 personas. Las multas totales a las empresas han sido estimadas en 3 mil millones de dólares.

Aunque recibe muchas menos atención que el caso de Petrobras, distintas investigaciones en Chile revelan una situación igualmente grave. En ese país, por ejemplo, la minera SQM transfería pagos ilegales a todos los partidos políticos bajo el primer gobierno de Sebastián Piñera. Buena parte de la prensa no le ha dado tanta difusión ya que pone los focos más en Brasil, pero en Chile terminó afectando a todos los partidos con representación parlamentaria. Bajo lo que podría llamarse la “equidad en la coima”, los dineros entregados eran proporcionales al número de legisladores de cada partido, desde la derecha con la UDI (Unión Demócrata Independiente) al Partido Socialista y otros grupos de la oposición. 

El panorama puede resultar desolador por momentos, pero es necesario advertir que no todas las actividades extractivistas implican corrupción.  Ni la corrupción está enfocada específicamente en prácticas de apropiación de recursos naturales como los extractivismos.

Casos como los de Brasil y Chile expresan lo que se califica como “gran corrupción”, donde se involucra de distintas manera empresas de los sectores extractivos con gobiernos o partidos políticos; situaciones similares tuvieron lugar en Ecuador, Perú, Argentina y Venezuela. 

Pero la corrupción anclada en los extractivismos también penetra en las comunidades locales, lo que se analiza con detalle en el libro. En el libro esa problemática se ilustra con un caso peruano, donde un importante líder ciudadano fue grabado mientras negociaba un pago a cambio de detener la protesta local contra un megaproyecto extractivista. También se aborda la trama del Fondo Indígena de Bolivia, ya que allí también quedaron atrapados actores que provenían de organizaciones campesinas e indígenas.

Como la corrupción en proyectos extractivistas ocurre a cualquier escala, afectando muy diversos actores y avanzando dentro de la institucionalidad, en el estudio se subraya que termina afectando a la democracia. Tanto algunos casos como los estudios comparados muestran que la corrupción alrededor de los recursos naturales prefiere regímenes que aunque democráticos sean hiperpresidencialistas, así como puede operar bajo los autoritarismos. De esa manera logran impunidad con los impactos sociales y ambientales que esos emprendimientos generan, e incluso avanzan en su imposición quebrando la salvaguarda de los derechos de las personas y de la Naturaleza.

Enfrentar estas estrechas relaciones entre extractivismos y corrupción no será sencillo. Se necesitan no sólo nuevas normas y fiscalizaciones ante la corrupción, sino también un cambio cultural para no caer en ella. En su esencia sigue siendo un problema moral que involucra a toda la ciudadanía. Pero desde otro lado, se requieren alternativas a los extractivismos. Es que ese tipo de emprendimientos tienen severos impactos, y hay casos donde se apela a la corrupción para imponerlos. Además, como mueven enormes cifras de dinero, no es difícil que atraigan a quienes esperan ensayar nuevas maniobras ilegítimas. De este modo, combatir la corrupción en los modos de apropiación de la Naturaleza se convierte en otra razón para buscar las opciones para abandonar los extractivismos.

El presente artículo está basado en la ponencia del autor en la mesa redonda de presentación del libro “Naturaleza, extractivimos y corrupción – anatomía de una íntima relación” en la Feria del Libro de la Paz, compartida con los periodistas Andrés Gómez Vela (Rimay Pampa) y Ruben Atahuichi (La Razón), y en el seminario brindado en el Instituto de Investigaciones Socio-Económicas (IISEC), de la Universidad Católica Boliviana, donde también participaron Fernanda Wanderley y Cecilia Requena, docentes en esa institución. El libro fue publicado por La Libre en Cochabamba. 

* Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), en Montevideo.

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