Auxilio, Cala Cala

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Por la década del 70, en la población de Qhampaya, municipio de Pocoata (Norte de Potosí), un grupo de comunarios del lugar degolló a toda una familia por un conflicto confuso; nunca se supo si fue por tierras o por otra razón. Se salvó apenas un niño de 7 años que se había escondido detrás de unas tinajas y quien luego contó detalles del hecho, versión que fue reproducida año tras año. Entre las víctimas, había un bachiller. “Éste sabe leer, escribir, piensa”, dijeron antes de matarlo y le destaparon el cráneo, como si fuera una tutuma, para comerse el cerebro del estudiante. “Ahora vamos a ser como él, sabremos leer, escribir y pensar”, sentenciaron. ¿Una reacción natural ante una exclusión y humillación de cinco siglos? ¿Reacción salvaje?
Cuarenta años después, pasa lo de Cala Cala y Saca Saca, municipio de Uncía (Norte de Potosí), donde lincharon a cuatro policías. Los ayllus del lugar, Laimes, Aymayas, Purakas, Karachas, acusan a las víctimas de haber cometido extorsiones, coimas, abusos, hasta asesinatos. ¿Reacción natural ante la exclusión del Estado y los excesos policiales? ¿Salvajismo? La respuesta se la dejo a usted, pero urge leer algunos mensajes:

¿Reserva moral? Este discurso sirvió para sostener el cambio de creencia que empujó la última revolución y se convirtió en el cimiento filosófico del proceso de cambio que vivimos. Fue repetido hasta penetrar en el imaginario popular un nuevo capital simbólico: indígenas puros, buenos, casi angelicales. Los hechos de Uncía destaparon, al menos según la Policía, la relación de ayllus con el narcotráfico y contrabando de autos chutos. Esta misma realidad se presenta en varios lugares del altiplano y otras partes del país, donde hay indígena-originarios que han hecho de lo ilícito su modo de vida. Si la policía antidroga se diera una vueltita por algunos vallecitos de Cochabamba y el Norte de Potosí, se encontraría con varias sorpresas, entre ellas: marihuana en medio de maizales. El discurso de la “reserva moral” se desinfla y demuestra que la moral no es cuestión de razas, sino de culturas.
¿Anticapitalistas? Declarar la guerra al capitalismo, teniendo soldados con mentalidad capitalista suena contradictorio. El capitalismo no sólo es un sistema económico, sino de vida. El caso Cala Cala revela vínculos de grupos indígenas con actividades ilícitas para acumular fortuna, lo propio sucede con algunos cocaleros, que conviven con el narcotráfico. ¿Y la filosofía del bien vivir? Hay que trabajar más en cada persona, en el nuevo ser boliviano.
Ausencia de Estado.- En 180 años, la presencia del Estado fue nula en más del 70 por ciento de la geografía nacional. No basta abrir una escuela o un hospital, la presencia del Estado se traduce fundamentalmente en el bienestar espiritual y material de la comunidad, lo que frena la decisión social de desviarse a lo ilícito.
Policía abusiva.- “Dales unos pesitos a los pacos y se van a callar” es una frase deprimente para deshacerse del cumplimiento de la Ley. Es como decir: los pacos no tienen valor, solo precio y son baratos. En los pueblos, el exceso tiene una tarifa fuera del mercado de coima. Pesa el mito de autoridad y el miedo del lugareño al uniforme, a tal punto de pagar lo que diga “la autoridad”.
Cala Cala y Saca Saca traen consigo un grito de auxilio no sólo para el Estado, sino para la sociedad en su conjunto: estamos más ocupados en el discurso que en la transformación de la realidad.
“La mejor forma de decir es haciendo”, escribió José Martí y tiene razón.

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