¡Miopía!: La expresiva señal de Marco Rubio que no mereció ni un “like”

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Windsor Hernani Limarino

La diplomacia es, a la vez, una ciencia y un arte. La ciencia se sustenta en los conocimientos que debe poseer un diplomático —Derecho Internacional, Relaciones Internacionales, Economía Internacional, entre otros—; mientras que el arte se expresa en el uso del lenguaje, las normas, los protocolos y otras habilidades que rigen el comportamiento y el accionar diplomático, facilitando la interacción, la negociación y la consecución de los objetivos nacionales.

Una de las habilidades más importantes en la diplomacia es la palabra, que tiene un valor trascendental; incluido, por supuesto, el silencio, que también comunica y puede ser determinante.

En ese contexto, la declaración formulada por el Secretario de Estado de los Estados Unidos constituye una señal por demás expresiva. Marco Rubio afirmó textualmente: “creo que uno de los acontecimientos más prometedores, es que a finales de este mes habrá una elección,  después de 25 a 30 años de un gobierno antiestadounidense y hostil. Ambos candidatos (…) quieren relaciones fuertes y mejores con Estados Unidos, y otra oportunidad transformadora y eso es importante”.

La declaración no fue casual. A mi juicio, fue meditada y tuvo el propósito de enviar un mensaje claro y contundente, que no solo debió ser tomado en cuenta, sino también correspondido con inteligencia diplomática por ambos candidatos.

Las palabras, sin duda, fueron escogidas con precisión para transmitir un mensaje estratégico. Tres son los términos claves: “prometedor”, “hostil” y “oportunidad transformadora”.

El término “prometedor” es sinónimo de optimismo, esperanza y expectativa favorable. Rubio reconoce que hay un cambio político en Bolivia y, en consecuencia, un giro en la política exterior; de una línea ideologizada y alineada, gestionada por los gobiernos del MAS, hacia otra más plural y menos dogmática.

Al calificar la elección como un hecho “prometedor”, Rubio reconoce implícitamente la madurez democrática del pueblo boliviano, que optó por el cambio, y la contribución que ello representa para rehabilitar la imagen democrática del país ante la comunidad internacional.

Esta inflexión, abre la posibilidad de romper el aislamiento en que el país se encuentra sumido y proyectar a Bolivia como un actor con capacidad de reinsertarse en el sistema internacional con mayor autonomía, dejando atrás la lógica de la confrontación ideológica y los alineamientos automáticos con determinados países o bloques.

El término “hostil” constituye un diagnóstico. Alude a la actitud confrontacional que caracterizó a la denominada “diplomacia de los pueblos”, la cual utilizó cuanto foro o conferencia internacional se presentó para responsabilizar a Estados Unidos de los males que aquejan a la humanidad. Esa postura resultó inconducente, prejudicial y nada aportó al interés nacional; que, por sentido común, debe ser desterrada.

Por último, la expresión “oportunidad transformadora” anticipa una apertura y disposición de Estados Unidos para reconstruir las relaciones diplomáticas tras casi dos décadas de tensiones, colocando nuevamente a Bolivia en la agenda de Washington.

La declaración de Marco Rubio no fue una mera opinión o un elogio, sino una invitación a redefinir el lugar de Bolivia en el relacionamiento bilateral. Fue una señal de apertura que debió ser correspondida para reposicionar al país como interlocutor serio y confiable ante Washington.

Lamentablemente, la señal enviada por el Secretario de Estado estadounidense fue ignorada. No mereció, por parte de los candidatos presidenciales, una respuesta equilibrada ni un gesto diplomático mínimo. No hubo siquiera un tuit o, al menos, un “like”. ¡Eso es miopía y falta de tacto diplomático!.

El silencio de los candidatos bolivianos también comunicó. No sé si transmitió desinterés, falta de visión estratégica, desorientación u olvido. Espero que haya sido esto último. En cualquier caso, un viejo refrán dice: “Nunca es tarde para bien hacer.” Ojalá el candidato ganador enmiende la omisión, porque de señales, gestos y palabras se edifican o se derruyen los lazos diplomáticos.

No solo el nuevo cuerpo diplomático boliviano debe ser profesional y hábil; también el presidente, como jefe de la diplomacia nacional, debe encarnar la visión, la prudencia y la inteligencia estratégica que exige el mundo contemporáneo. No se trata de tener gestos simbólicos, ni de retórica vacía, sino de comprender que cada palabra, cada silencio y cada señal diplomática tienen consecuencias. Un estadista auténtico no desperdicia señales, las convierte en oportunidades para la consecución de los intereses nacionales.

 

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