Hernán Cabrera – El odio racial como arma política e ideológica

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Desde todo punto de vista condenable y vergonzosa la actitud del candidato a la Vicepresidencia, Juan Pablo Velasco, cuando se refiere a los collas, a los que “quiere matarlos”, si bien lo dijo cuando no era candidato; pero deja traslucir que es un sentimiento fuerte en su personalidad. Ojo que es oportuno hacer un análisis mas integral y remontándonos a un pasado inmediato de lo que significó y significa el uso del odio racial como arma ideológica y política.

Cuando el país empezaba a despertar de su largo letargo de los gobiernos neoliberales e irrumpió Evo Morales como candidato del MAS para ganar las elecciones generales del diciembre de 2005 con amplia mayoría del 54%, tenía su propósito de empoderar a los marginados, a los campesinos, indígenas, a los excluídos del ejercicio del poder y para ello tuvo varias estrategias económicas, políticas, culturales y hasta religiosas, siendo uno de ellos, el tratar de acabar con las taras sociales que arrastramos desde la colonia y se vino acentuando con el pasar de los años: la discriminación y el racismo, violencias encubiertas y directas que nos han mantenido en las tinieblas y en la sospecha de que el otro es mi enemigo.

No hay que desconocer que los gritos de “collas de mierda”, “cambas flojos”, etc., eran escuchados de forma permanente en el oriente y el occidente, a lo que alimentaban ciertos programas radiales, televisivos y periodistas que bajo el discurso regionalista, de defensa de los valores, querían decir lo que ellos quieran. Pero no solo era contra ellos los discursos incendiarios de los collas vs cambas, sino de cambas vs cambas, o cruceños vs traidores, etiquetados a los que no estaban con el discurso único del Comité pro Santa Cruz. También se cometía y se comete racismo dentro de la misma cruceñidad.

Precisamente para afrontar estos discursos violentos, el gobierno de Evo Morales movilizó todo su aparato para aprobar la Ley 045 Contra toda forma de Discriminación y Racismo, vigente desde septiembre de 2010, con cuyo instrumento se esperaba combatir y disminuir los niveles de actos, declaraciones, hechos, gestos, discursos racistas y discriminadores. Pero ocurrió lo contrario.

Se agrietaron las relaciones sociales entre los sectores, poblaciones, organizaciones, que cada vez que el gobierno o alguna autoridad departamental o municipal aprobaba medidas las calificaban de racistas y de odio al indio.

Evo Morales lo usó muy bien esta arma ideológica, no solo para llegar al poder, sino también para retornar al Palacio de Gobierno, luego de sus 14 años de gobierno, cuando no le fue permitido debido a una Sentencia Constitucional que le impedía su llamado derecho humano a la “rerelección”. Ni corto ni perezoso arengó a sus bases que porque era indio, pobre y la voz de los marginados le estaban cometiendo un acto discriminatario contra su persona y sus deseos de volver a ser candidato a la Presidencia.

Y sus bases repetían estos eslóganes como verdades.

El MAS y sus sectores fueron los que ahondaron hasta el hartazgo el odio racial y alimentaron a sus bases la victimización de que eran objetos, gracias a los cambas, a los oligarcas, a los empresarios, a los de la derecha. Se usaron ambas categorías sociales: la discriminación y el odio racial como estrategias políticas para confrontarnos entre bolivianos y para mantenerse en el poder, que en principio dijeron Morales y Alvaro García que se iban a quedar por 500 años en el gobierno.

Es un tema central en el país que debe merecer una atención prioritaria de parte de todas las estructuras del poder, de los partidos políticos, de las universidades, de las ONGs, de los movimientos sociales, porque si de algo estamos contaminados y que cada vez nos despiertan los demonios precisamente son con estas dos taras históricas

La discriminación y el racismo son dos taras sociales que arrastramos desde la colonia y que en el siglo XXI se ha profundizado y ampliado los escenarios y protagonistas, ya sea como víctimas o verdugos de ejercer un acto discriminatorio y de perpetuar o imponer discursos del odio racial.

Unas de las recomendaciones precisas del informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) presentado el 23 de julio de 2021 y que mereció amplia cobertura, promesas de su cumplimiento, discursos victimizadores, rostros compungidos fue: “Que los líderes políticos y sociales se abstengan de utilizar la problemática del racismo para generar discursos de odio, estigmatización o violencia”.

No eran consejos religiosos, recetas de cocina o de autosuperación personal. Era un mandato político que este grupo le dejó al Estado y sus instituciones, que estaban en la obligación de encarar políticas públicas.

¿Qué hemos hecho todos, no solo el gobierno o el sistema judicial, o los partidos políticos para cumplir con esas recomendaciones de ese grupo interdisciplinario? Al parecer poco o nada, sino que se siguió usando la problemática del racismo para alimentar los discursos de odio, de la estigmatización y la violencia. Hay responsabilidades compartidas y muchas.

“El racismo indio no es odio al blanco, no es odio al color del cuero, al color del mestizo. No. El racismo indio es odio a la opresión. Es el amor a la libertad; a su libertad”, reflexiona Fausto Reinaga en El pensamiento amautico.

Tanto las declaraciones de Velasco, como las acciones del MAS y Evo Morales, que usaron el racismo y el odio en sus acciones y discursos son repugnantes y golpes bajos a la democracia, como sistema político que nos impulsa a la convivencia social, a la paz, al ejercicio de nuestros derechos humanos.

Hernán Cabrera M. es periodista y filósofo

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