Adalid Contreras – El proceso independentista de la república oriental del Uruguay

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Hoy, 25 de agosto de 2025, Uruguay celebra doscientos años de su proceso de independencia, que en esta fecha aprueba tres leyes que operan como conectoras de las luchas libertarias iniciadas en 1811 y el reconocimiento de la República Oriental del Uruguay en 1828, cuya legitimación culmina con la aprobación de su Constitución Política del Estado el 1830. No se trata de un hecho, sino de un continuum histórico con un eje común: el espíritu independentista de sus habitantes y múltiples formas de tejido de esa aspiración, en función de los contextos en los que se desarrolla.

El héroe máximo del Uruguay, José Gervasio Artigas, encabeza las luchas de la Provincia Oriental contra la corona española en 1811, propugnando la autonomía de las provincias federales del Río de la Plata y la distribución de tierras para sus pobladores. Se afirma que este movimiento representa una especie de proto-independencia, interrumpido el año 1820 con el apresamiento y exilio de Artigas, a raíz de la ocupación territorial y militar de tropas portuguesas que anexan el territorio oriental al Imperio del Brasil con el nombre de provincia Cisplatina. Véase cómo, Uruguay, a la par del conjunto de países del continente labra su independencia en relación al dominio español, pero debe virar su referencia sin abandonar la anterior, a la confrontación con un nuevo centro de dominación: el poder luso y la conformación de un imperio brasilero.

Por su ubicación en la banda oriental del Río de la Plata, Uruguay es un territorio al que en diferentes momentos aspiraron incorporar España, Portugal, Francia y Gran Bretaña. Por eso la independencia uruguaya es un proceso de afirmación de su propia constitución y de su autodeterminación.

Los procesos de resistencia de la Provincia Oriental ocurren desde dentro y desde los puntos de exilio donde radican los líderes de la liberación. Éstos establecen acuerdos con los movimientos de liberación de la provincias del Virreinato en Buenos Aires, que están inmersos en movimientos independentistas respecto al imperio español. Uruguay demanda su derecho federativo como provincia independiente, al mismo tiempo que disputa su independencia respecto al imperio brasilero.

En este marco histórico, el 19 de abril de 1825 ocurre un hecho trascendental en la historia del Uruguay: un grupo de Treinta y Tres patriotas exiliados y militantes liderados por Juan Antonio Lavalleja, cruza el río Uruguay y desembarca en la playa de la Agraciada emprendiendo una campaña, la de la Cruzada Libertadora, que reavivó la chispa del proceso de liberación y de autodeterminación. Juraron «libertad o muerte», calando hondamente en la población local, que se sumó a su movimiento.

Con esta fortaleza, y con el control de buena parte del territorio, convocan al Congreso de la Florida, un cuerpo legislativo que formalizó la voluntad de independencia del pueblo oriental el 25 de agosto de 1825, que marca la independencia de la provincia Oriental respecto al imperio brasilero. La Asamblea de Representantes de los cabildos provinciales, conocida como el Congreso de la Florida, se reunió y tomó tres decisiones fundamentales: la Declaratoria de la Independencia, la ley de Unión y la ley de Pabellón.

La Declaratoria de la Independencia proclama la libertad del territorio oriental en relación al Brasil y a toda dominación extranjera, con un mensaje claro: el pueblo oriental buscaba su autodeterminación. Se trató de una afirmación de la voluntad popular independentista.

Con la ley de Unión la Provincia Oriental se reintegró a las Provincias Unidas del Río de la Plata, no como un nuevo Estado independiente, sino como parte de la reunificación de una nación más grande constituida por provincias libres desintegradas del Virreinato. Esta unión no perduró porque las Provincias Unidas enfrentaban sus propias divisiones.

La ley de Pabellón estableció el uso de una bandera tricolor, con los colores blanco, azul y rojo, simbolizando la unión y la pertenencia a las Provincias Unidas del Río de la Plata. La bandera fue izada como un símbolo de la nueva etapa que se iniciaba bajo un proyecto común contra el imperio brasileño.

La formalización de la unión con las Provincias Unidas del Río de la Plata, en el Congreso de la Florida, fue interpretada por el Imperio del Brasil como una declaración de guerra, intensificando el conflicto conocido como la Guerra del Cisplatino. La superación de la guerra se dio por la vía diplomática con la mediación de Gran Bretaña, que llevada por sus intereses comerciales en la región, se suma a las demandas locales por restaurar la estabilidad y reabrir las rutas marítimas del Río de la Plata. La solución negociada, con el impulso liberador de la provincia oriental, fue la creación de un nuevo Estado neutral e independiente, entre Argentina y Brasil, que garantizaría el equilibrio geopolítico.

Las negociaciones culminaron en la firma de la Convención Preliminar de Paz el 4 de octubre de 1828, en la que Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata reconocieron la independencia de la República Oriental del Uruguay. La culminación de este proceso ocurre con la firma de la Constitución Política del Estado el 18 de julio de 1830, por la Asamblea General Constituyente, definiendo al Uruguay como un Estado unitario, republicano y confesional. La carta magna caracteriza al Uruguay como un Estado democrático presidencialista y se redacta en la Comisión de Asuntos Constitucionales presidida por el chuquisaqueño Jaime Zudáñez, boliviano-americano ilustre, cuyos restos descansan en la Basílica Metropolitana de Montevideo.

El Bicentenario ha sido asumido en el Uruguay como una oportunidad de reflexión sobre la historia, de análisis de su presente y de consolidación de su democracia, así como también de proyección en la línea de un proceso de continuum histórico que camina de la libertad a la unidad, de los Estados soberanos, y con ellos, a la integración latinoamericana-caribeña.

Adalid Contreras Baspineiro

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