Cuando comenzó a grabar con la cámara de su teléfono móvil a un hombre que yacía en el suelo y se desangraba, vio de reojo cómo un grupo de marchistas evistas la comenzó a rodear por la espalda. Escuchó que unos la insultaban e intimidaban, y sintió que otros intentaban arrebatarle su celular. Se aferró a su móvil porque en él había registrado, minutos antes, la golpiza que unos masistas evistas propinaron a unos masistas arcistas por pretender impedir su paso hacia La Paz.
Irene Tórrez presintió un grave riesgo. Estaba sola, indefensa, vulnerable. Al percibir odio en los gritos, se identificó como periodista para ver si los evistas se inhibían de agredirla. No. Por el contrario, uno le arrancó su credencial de periodista de Cadena “A”, que colgaba de su cuello, como para decirle: ahora ya no eres nada, y te podemos golpear.
Entre que se resistía a perder su equipo de trabajo, a eso de las 15:30 horas del martes 17 de septiembre, en Vila Vila, Oruro, sintió un golpe seco y fuerte en su espalda que la puso de rodillas y la dejó aturdida. Un zumbido fuerte cruzó sus oídos y se nubló su vista. Cuando estuvo a punto de perder el conocimiento, escuchó que su instinto de sobrevivencia le dijo: no puedes caer, porque si caes, te van a patear en el suelo. Para no derrumbarse, se agarró de uno de sus agresores.
De pronto, una voz ordenó: ¡ya no la golpeen! Otra exigió imperativamente: ¡Que borre las imágenes (de su celular)! Irene sintió que tres sujetos la agarraban para obligarla a desbloquear su móvil, y a borrar las evidencias. Que borre también de la papelera del reciclaje (del teléfono), gritó otro. También borró obligada. Después que no quedó ninguna huella de los hechos, la soltaron y ordenaron desaparecer.
El testimonio de Irene Tórrez, que me contó cuando la llamé para expresarle mi solidaridad, grafica la constante lucha entre el periodismo que quiere difundir la verdad a través de los hechos y aquellos que pretenden ocultarla a través de la violencia.
Aquellos que pretenden acabar con los buscadores de la verdad estando en el poder no saben que necesitarán de estos cuando estén fuera del poder y quieran descubrir lo que éste oculta. Desconocen que cuando sean oposición requerirán de medios independientes para que les ayude a vigilar al siguiente gobierno.
Por ello, deben saber que en la estructura institucional de la democracia, el periodismo cumple tres funciones sociales fundamentales:
- Relatar hechos actuales de interés general.
- Explicar y mostrar esos hechos.
- Juzgarlos y ayudar al público a formar su opinión sobre la realidad social sucesiva.
En ese sentido, su “primera obligación es entregar un relato verdadero, amplio e inteligente de los acontecimientos del día en un contexto que le dé significado”[1]. Por eso, el periodismo se preocupa de ordenar los hechos reales, darles un sentido y convertirlos en realidad inteligible a través del lenguaje y géneros.
Dicho de otro modo, el trabajo del periodismo es ayudar a “comprender nuestro mundo y el lugar que ocupamos en él”[2]. Para cumplir esta función necesita ser libre e independiente en los términos que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la independencia: libertad, entereza, carácter, personalidad, rebeldía.
Por esta razón, al autoritarismo no le gusta la prensa independiente. Prefiere el periodismo dependiente del dinero público distribuido vía “publicidad estatal”. Aprecia a los periodistas sometidos porque ya no buscan la verdad, sino el dinero. Se siente a gusto con éstos porque disfrazan la propaganda y la ficción de información. Al final abandonan la objetividad como método de búsqueda de la verdad.
El periodista que cede ante el autoritarismo convierte el periodismo en un arma política al servicio de la ideología de un partido o del poder de turno. Lo peor, pone al servicio de intereses ajenos el derecho de un ciudadano a una información fiable.
“Las personas precisan verdades que les permitan gestionar su estar en el mundo (…) nuestro éxito o fracaso en cualquier cosa que emprendamos, y por tanto en la vida en general, depende de si nos guiamos por la verdad o de si avanzamos en la ignorancia o basándonos en la falsedad”, escribió el filósofo estadounidense, Harry G. Frankfurt.
El periodismo, como ventana de la realidad, tiene la responsabilidad de hacer visible todo aquello que el ciudadano necesita ver para aumentar su libertad y, a la vez, para hacerle sentir más seguro. Cuanta más información veraz y relevante tenemos de nuestro entorno más seguros nos sentimos[3].
Los gobernantes deberían cuidar el periodismo independiente porque lo necesitarán cuando hayan dejado el poder. Si lo convirtieron en arma política de propaganda, el siguiente gobierno hará lo mismo porque ya saben que los periodistas sometidos buscan el dinero y no la verdad. En consecuencia, el “periodista” que alababa a un político cuando estaba en el poder terminará atacándolo para favorecer al que ahora le paga desde el poder.
En cambio, un periodista que busca la verdad tendrá el mismo comportamiento con el político ya sea esté fuera o en el poder. Seguirá siendo el mismo porque no perderá su gusto por la verdad y su curiosidad hacia los hechos porque sabe muy bien que su función es fomentar el debate público sobre temas de interés social.
[1] Conclusiones de la Comisión para Libertad de Prensa reunida entre 1943 y 1947.
[2] Kovach y Rosenstiel, Los elementos del periodismo.
[3] Arroyas, E. La objetividad y la función democrática del periodismo, Universidad Católica de Murcia, España.
Andrés Gómez Vela es periodista y abogado.