América Yujra – Querida Bolivia:

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El claro azar o las secretas leyes / que rigen este sueño, mi destino, / quieren, oh necesaria y dulce patria / (…) / que yo, la gota, hable contigo, el río, / que yo, el instante, hable contigo, el tiempo, / y que el íntimo diálogo recurra, / como es de uso, a los ritos y a la sombra / que aman los dioses y al pudor del verso.

Ha llegado agosto. Y con él, tu aniversario. Un año más, ¿Cuántos llevas ya? 198. No diré la trillada frase: “el tiempo pasa rápido, pero ni se nota”; la inmortalidad te es algo inherente, así como el sacrificio y la resistencia, a pesar del tiempo; de lo bueno y de lo malo.

A través de esta misiva, quiero decirte algunas cosas. No puedo prometer no dejarme llevar por las emociones, pero sí escribiré más verdades que las que escucharemos de quienes dirán —tan descaradamente, por cierto— que estás “saliendo adelante”.

Los días previos al 6 de agosto son festivos. Y complicados. “—Abajo está terrible. (Iré) hasta donde se llegue”. A diferencia de otros días, éstas palabras del chofer no fueron seguidas de protestas. Los pasajeros, con quienes compartí el minibús la mañana del viernes, entendieron que el caos vehicular era en tu honor.

El recorrido duró unos cinco minutos más hasta que nos topamos con un grupo estudiantil que se dirigía al desfile más próximo. Tocaba caminar. Mirase por donde mirase, los colores eran únicos. Lindo espectáculo de ondulaciones tricolores que irradiaban vigorosamente por los bondadosos rayos del sol en plena mitad de mañana.

Un bosque de banderas (de tus nueve departamentos) precedió a la banda de música que cerró el paso de ese colegio. Seguí avanzando. La variopinta atmósfera de la calle estaba repleta, además de los vibrantes colores que referí, de niños y adolescentes presurosos y alegres; también abundaban diversos puestos de venta.

De uno de ellos, un niño me ofreció una pequeña bandera tuya. Para esconder mi emoción, abrí mi mochila y simulé buscar las monedas que sabía que llevaba en el bolsillo de mi abrigo.

Cuidadosamente, guardé la pequeña tricolor. Rojo, amarillo, verde. Esos colores que tan bien representan tu historia; esos colores que hace mucho tiempo aceptamos como un símbolo de unidad, pese a los intentos de un grupo canalla por cambiarla; esa bandera que engloba a tus valles, altiplanos y llanos. Esa tricolor que dice tu nombre: Bolivia.

Muchos de los que vivimos en ti levantamos tu bandera con total fervor, sinceridad e ilusión. Lamentablemente, esa caterva que defenestra tu historia sólo la usa con descaro, mintiendo y dañándote sin reparos.

En los aniversarios siempre se esperan regalos o buenos deseos. Sé que nada de eso has recibido, sobre todo los últimos 17 años. No es mi intención poner el dedo en la llaga, mucho menos ponerte más triste de lo que debes estar; pero anticipé que diría verdades, y eso haré.

Platón decía que el ser humano posee cuerpo y alma. Así te percibo, destinataria de esta carta mía. Tienes alma. Y tienes un cuerpo; tristemente, está enfermo.

Los síntomas iniciales no aparecieron hace 17 años. Es obvio. Tu historia está repleta de luchas y anhelos por libertad e independencia; de traiciones y saqueos viles; de promesas hechas, unas cumplidas, otras que se convirtieron en patrañas. Mas en estos años, quienes deberían haber buscado el correcto tratamiento han ahondado los males; y las consecuencias son devastadoras.

Tus pulmones desaparecen. La fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) señala que, en los últimos 37 años, perdiste casi ocho millones de hectáreas de bosques. Sólo en los dos últimos (2020-2022) se destruyeron 800.000.

La deforestación arrasa sin piedad. También tus tierras sufren esa enfermedad. Según Mapbiomas, el área de uso agropecuario subió a 10.8 millones de hectáreas, un incremento del 291% desde 1985. En la última década, las áreas protegidas (como el TIPNIS) han sido usadas ilegalmente para plantaciones de sustancias controladas.

Tu sistema circulatorio no se salva. Los ríos Beni y Madre de Dios, tan vitales para ti, tienen altos niveles de mercurio, ese veneno que ya atacó a los pueblos Ese Ejjas, Mosetenes, Leco, Tsimanes, Tacana y Uchupiomonas.

De igual manera, otros órganos tuyos están enfermos. Según diversos estudios nacionales e internacionales (como el reciente de la Fundación Construir), la Justicia padece de un sometimiento crónico: no tiene independencia, eficacia ni transparencia.

De tu riqueza, la económica, sólo se puede decir que es tan incierta como encontrar dólares y comprarlos al cambio oficial.

Otra enfermedad crónica ha sido motivo de atención en las últimas semanas. Una propiciada y socapada entre Órganos: el narcotráfico. Los informes de la fundación InSight Crime dan cuenta de que te han convertido en un territorio de tránsito (aéreo y terrestre) de droga y en la base de operaciones de grupos criminales brasileños (Comando Primeiro da Capital (PCC), Comando Vermelho), colombianos y mexicanos.

Cada escándalo evidencia ese mal. El “narcovuelo” a España quedó eclipsado con el último: uno de los narcos sudamericanos más buscados vivía tranquilamente en tu territorio, poseedor de lujos, información privilegiada y protección del grupillo que dice gobernar (desde 2006) buscando “el vivir bien”.

Ante tales ruindades, un gobierno racional y serio ya habría destituido a los culpables de tantas afrentas a tu salud. Parece que ese grupo se siente cómodo en el escándalo. ¿Qué venenos más saldrán de su tan alabada “Agenda 2025”? Por suerte, ese proyecto se resquebraja, y quizá no perdure más allá de tu bicentenario.

¿La culpa de todo recae en quienes te mal gobiernan? En la mayor parte, sí. Pero los que delegaron esa responsabilidad también son culpables. A veces, la memoria es corta y si a ello le sumamos la desidia y el apoliticismo de quienes te habitamos, sólo es posible un resultado peligroso: un gobierno incapaz e indolente, cuyo único objetivo es imponerse como omnipotente, todo a costa tuya.

¿Y tu alma, Bolivia? Felizmente, no está en quienes hoy amargan tu aniversario. Está en esa alegría de aquellos estudiantes que esperaban desfilar; en esas personas que se emocionan cuando escuchan tu himno, ven tus bellos paisajes o disfrutan de esa comida típica que transporta a la infancia; está en quienes, sin temor, se enfrentan a ese grupo que quiere enfermarte más. Tu alma está en quienes reflejan ilusión en la mirada, como aquel niño que me ofreció tu tricolor.

Somos diversos, pero eso no nos impidió, a lo largo de tu historia, unirnos por ti. La dignidad, la libertad y la búsqueda de justicia fueron las razones más fuertes para resistir saqueos y golpes (verdaderos). Esos valores siempre serán contagiosos, pero requieren que algo las inspire.

Por eso estás ahí; y, a diferencia de quienes te habitamos, tu existencia es eviterna; mientras esa idea se mantenga por generaciones, siempre tendrás buenos ciudadanos que te defenderán y resistirán contigo cualquier golpe autoritario. Y te curarán el cuerpo a través del alma.

Sé que me estoy olvidando de muchas cosas, pero no quiero hacer más larga esta carta. Además, este verso de Oda compuesta en 1960, escrito por Jorge Luis Borges, cerrará tan bien como abrió esta dedicatoria textual que te envío:

Eres más que tu largo territorio / y que los días de tu largo tiempo, / eres más que la suma inconcebible de tus generaciones. / No sabemos cómo eres para Dios en el viviente / seno de los eternos arquetipos, / pero por ese rostro vislumbrado / vivimos y morimos y anhelamos, / oh inseparable y misteriosa patria.

América Yujra Chambi es abogada.

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