La fortuna del Presidente

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Andrés Gómez Vela
Los collas tienen fama de ahorradores y, algunos, hasta de tacaños. Suelen decir que pueden pasarse el día acullicando coca con tal de sumar y no restar comiendo. También tienen fama de trabajar de sol a sol con tal de juntar platita. Menciono estos prejuicios y estereotipos negativos y positivos, cultivados durante años, a propósito de la fortuna del Presidente Morales, que entre 2006 y 2012 subió de 110.000 dólares a 388.000 dólares. No sé si él será algo amarrete, pero las cifras demuestran que es muy ahorrador, a tal punto que guardó íntegro su sueldo mensual y no invitó ni un refresco de mokochinchi a sus amigos, presumo que tampoco compró un regalito de cumpleaños para su hijo e hija, amigos o amigas.  
Los datos demuestran que Morales ahorró cada año 39.714 dólares; cada mes, 3.309 dólares; cada día 110 dólares y cada hora cuatro dólares. Frente a políticos millonarios del mundo o algunos expresidentes de Bolivia (salvando excepciones), la fortuna del Presidente no es nada. Las cifras también reflejan que nosotros, los bolivianos, mantenemos a nuestro Primer Servidor Público cama adentro con todo pagado en Palacio; le subvencionamos desde la marraqueta crocante de la madrugada hasta el mate de la noche y tal vez por ahí alguno que otro gustito.
El jefe del Estado ha explicado que su fortuna creció gracias a los ponchos que le regalaron en cada rincón visitado. Contó que tiene alrededor de medio millar de estas prendas y que cada uno cuesta 200 dólares, lo que suma en total 100.000 dólares. El mundo político aprovechó esta confesión presidencial para acusarlo de haber cometido el delito de “Beneficios en Razón del Cargo”, tipificado en el artículo 147 del Código Penal en los siguientes términos: “La servidora o el servidor público o autoridad que en consideración a su cargo admitiere regalos u otros beneficios, será sancionado con privación de libertad de tres a ocho años y multa de cien a doscientos cincuenta días”.
Algunos políticos quieren aprovechar esta “ingenua confesión” de Morales para indicar que la conciencia del Presidente vale un poncho y que la vendió en 500 ocasiones. El objetivo de ese tipo penal es advertir o evitar que un funcionario público, cualquier sea su rango, reciba regalos o beneficios como condición para favorecer al autor o autora del regalo. Es decir a cambio del regalo adjudica una obra millonaria o favorece con una medida o ley. En el caso del Presidente, los regalos vienen por el aprecio que algunos le tienen, por el llunkerio de otros y por la costumbre de regalar algo al visitante, así sea Goni, Banzer o Jaime. Si rechazara esos regalos causaría un enojo popular.
La última polémica sobre la riqueza de un Presidente se produjo en 1996, cuando el entonces diputado de Condepa, Andrés Soliz, denunció en un libro la fortuna de Sánchez de Lozada. Hoy sucede con Morales, quien es diametralmente opuesto a Goni, al menos en cuestión de dineros; aquel ganaba una millonada como presidente y empresario; éste tiene un sueldo de dos mil dólares por mes y supongo que también cuenta con un ingreso seguro por la coca (vendida se supone al mercado legal) que produce en su chaco de Villa 14 de Septiembre. Según informaciones obtenidas, ahora la coca se cosecha cuatro veces al año y un cato rinde entre Bs12.000 y Bs15.000 en cada cosecha. Morales refleja la bonanza de los cocaleros.
Los detractores del Presidente deseaban su empobrecimiento. Morales tiene derecho a subir su fortuna honestamente -y a comprarse las vagonetas que quiera, pero no a ocultarlas o a no pagar impuestos si el caso fuere- y hasta ahora no hubo una prueba que demuestre que se haya beneficiado de su cargo para enriquecerse ilícitamente. La única evidencia que queda es que es muy ahorrador. No estaría nada mal que gaste algo al menos en los recreos de sus hijos. Finalmente, el dinero sólo tiene sentido cuando se lo gasta y no cuando se lo guarda. 

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