Andrés Gómez Vela
Hace una semana, quedamos en que el derecho a comunicar trae consigo el derecho a la información y éste el derecho a la verdad. Por la cara que pusiste, pude deducir que tenías ganas de decirme que la verdad es una discusión filosófica que data de hace siglos y que hasta ahora nadie dijo la verdad. No te voy a discutir, vas en sentido correcto.
Sin embargo, déjame decirte que desde la perspectiva dialéctica, la verdad es la antítesis de la mentira. Dicho de otro modo, para buscar la verdad, debe haber un intento de alguien de esconderla o falsearla para evitar consecuencias.
No me digas por favor que cada uno tiene su verdad o depende del cristal con el que se mira la vida ¿Comulgas con la teoría relativista? Entonces, si todo es relativo, también la teoría. Además, si caemos en eso, el mundo sería un caos; cada uno mataría, robaría o abusaría respaldado en su verdad, y por ahí no va la vida, sino por los mínimos acuerdos.
Ya que estamos en esto, vale la pena hacer un repaso de las teorías. Pero antes permíteme recordar a Umberto Eco, quien, en alguna ocasión, escribió que la semiótica es la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir; y si una cosa no puede usarse para mentir, tampoco puede usarse para decir la verdad.
Sí, es verdad, la discusión sobre la verdad viene desde los tiempos de Aristóteles, cuyo país, Grecia, sufre hoy una grave crisis. “Decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso; decir de lo que es que es y de lo que no es que no es, es lo verdadero”, dijo el filósofo.
En nuestra época, las españolas Luisa Santamaría Suárez y María Jesús Casals, ajustaron el terreno teórico y separaron la realidad verbal de la realidad real; en la primera hay verdad y falsedad, en la segunda, verdad y apariencia o inexistencia.
Una vez tú te referías al Pragmatismo como la teoría que subraya que la verdad es el resultado de la investigación y que por ello es útil. Cierto. En cambio, el idealismo sostiene que la verdad se desprende de la coherencia entre ideas y acciones. “Coincidencia del hombre consigo mismo”, se suma el existencialismo.
En la acera del frente, está el positivismo, cuyos seguidores señalan que el mundo de la verdad es el mundo de los objetos, de los hechos, de las cosas palpables, verificables, por tanto investigables.
Tras este repaso teórico, convengamos que a la verdad se llega por las palabras que expresan razonamientos no contradictorios, es consecuencia de la investigación, es coherencia y coincidencia existencial y no es un concepto absoluto.
Aclarada esta parte, pasemos de la filosofía al terreno jurídico, donde está el derecho a la verdad, y te invito a ver lo que dijo el profesor de la Universidad de San Diego (EEUU), Larry Alexander, en su libro: “Is there o Rigth of Freedom Of Expressión?”. “La libertad de expresión es un instrumento fundamental para el descubrimiento de la verdad”, escribió Alexander en el marco de la teoría consecuencialista.
Dadas así las cosas, la expresión no debe estar sujeta a restricciones gubernamentales y el acceso a la información pública necesaria para la toma de decisiones democráticas no debe ser negado.
Sobre esa necesidad, el derecho a la verdad nace y crece en el desarrollo jurisprudencial y normativo de los últimos 30 años de los órganos de protección de los derechos humanos y en el derecho internacional humanitario.
Los argentinos Damián Loretti y Luis Lozano señalan que este derecho forma parte del más amplio derecho a la justicia que tienen las víctimas de graves violaciones de derechos humanos.
En pocas palabras, el derecho a la verdad obliga a los estados a reconocer que los pueblos tienen el derecho inalienable a conocer la verdad acerca de hechos que terminaron con la violación de derechos humanos, por ello, los gobiernos no pueden declarar esos hechos como secretos y prohibir información al respecto.
El derecho a la verdad establece cuatro obligaciones a un Estado, te lo quería decir hoy, pero se acabó el tiempo y el espacio, ¿qué tal si continuamos otro momento?
