Vender la sangre de mujeres por monedas

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Por: Max Baldivieso

“El padre occidental es un Padre sádico, la ley es su imagen y su semejanza, su ley es nuestro cuerpo suspendido en el pecado, un padre que produce seres en una cadena de producción infinita y los llama ‘sujetos’. La ciencia del derecho entendida como la ciencia de todos los casos imaginables, una súper política freudiana del arte de pastar al ganado humano.” Ricardo Sanín.

Los antecedentes de feminicidios sobran y los castigados faltan, esto es lo que ocurre con la justicia manoseada y vapuleada.

En el país se reportó 108 feminicidios y 46 infanticidios en 2021. El reporte da cuenta de que 44 de las víctimas tenían entre 21 a 30 años de edad, 24 entre los 31 a 40 años y 13 de 41 a 51 años. La principal causa de estas muertes fue por asfixia, seguida de golpes o traumas, armas blancas, armas de fuego e intoxicación, según datos del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF).

Para los operadores de justicia resulta solo una estadística, donde la mayoría de los casos tiene sentencia que es cumplida en diferentes penitenciarías del país.

Pero algo que se pregunta el pueblo es si, una vez cumplida la labor de encerrar a estos paridos por las piedras, ¿realmente se encuentran cumpliendo sus penas? O, ¿estos individuos son benefactores de jueces corruptos que les conceden libertad gracias a chicanearías?

No se comprende cómo se llegó a este momento de ataque brutal a mujeres y que estas se conviertan en estadísticas y en parte del amarillismo de medios de comunicación que alimentan el morbo de una sociedad deshumanizada.

Estos días despertamos con terror por un individuo fruto de una sociedad basada en la violencia contra otra persona por el placer individual. Uno que tiene la mirada enferma de odio y un gesto soberbio. Él encontró un juzgado que monetizó a su favor las estadísticas de mujeres asesinadas.

Tampoco se logra comprender las imágenes que ruedan por las redes sociales, que taladran la racionalidad. Son madres, padres, hermanas, hermanos, hijas e hijos buscando en la casa de este psicópata la ropa de sus seres queridos desaparecidos.

Buscan una respuesta en un mar de interrogantes. ¿Qué les paso? ¿Dónde están? ¿Cómo puedo olvidar su rostro, su voz y no seguir buscando? Mientras tanto, los jueces hacen oídos sordos o subestiman el dolor de los familiares.

Algo que se rescata es el actuar del Estado, que se volvió querellante contra estos operadores de la ley corrompidos por monedas manchadas de sangre.

Sin embargo, se necesita una reingeniería de la justicia para recuperarla como institución que proteja y brinde garantías y castigue con la dureza adecuada. Se quiere ver a las mujeres caminar libres por las calles, sin mirar sobre el hombro, sin sentir miedo ni ser acosadas. Se requiere seguridad para que no haya víctimas de traficantes, delincuentes o asesinos, entre otros malditos.

“Nuestra sociedad necesita abolir la posición de subordinación, desigualdad, marginalidad y riesgo en la que se encuentran las mujeres por el simple hecho de ser mujeres y sostienen que la meta del ejercicio de la violencia por parte de los hombres, deliberada o no, es preservar la supremacía masculina”, apuntó la fallecida activista y escritora sudafricana Diana Russell.

Esto es prioridad en la conciencia política de las mujeres y en la agenda democrática de cada país. Se  constituye en uno de los grandes retos erradicar la violencia basada en género, violencia que padecen las mujeres por el hecho de serlo. Aquí se sintetizan las violencias misógina, sexista, ideológica, religiosa, racista y política.

En estas categorías subyacen la desigualdad, discriminación y subordinación estructurales que viven las mujeres en la sociedad. Por tanto, el análisis debe incluir los ámbitos privado y público en que se ejerce violencia sexual, física y psicológica, discriminación laboral, restricción de derechos sexuales y reproductivos, etc.

La dupla violencia y discriminación contra las mujeres de todas las edades no es solo un fenómeno político, sino, en especial, es un crimen con clara direccionalidad.

Max Baldivieso es periodista

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