Por Enrique Ormachea Saavedra
El Plan de Desarrollo Económico y Social (PDES) 2021-2025, denominado “Reconstruyendo la economía para vivir bien, hacia la industrialización con sustitución de importaciones”, plantea consolidar “la seguridad alimentaria con soberanía en productos alimenticios estratégicos que sustituyan las importaciones”.
Como se sabe, el déficit alimentario fundamental del país a principios de la década de 1990 se explicaba por la insuficiente producción de trigo y su transformación en harina. Por ello, hacia 1992, el 79,5% del total del volumen de las importaciones de alimentos correspondía a trigo y harina de trigo, y el resto a productos lácteos e insumos tanto para la producción agroindustrial orientada al mercado interno como a la exportación. Esta distribución relativa ya había sufrido variaciones a fines del periodo neoliberal (2005), pues si bien los volúmenes de importación de trigo y harina de trigo se habían incrementado, su participación relativa había descendido al 51,4% del total de las importaciones de alimentos como consecuencia del incremento de importaciones de otros productos alimenticios.
La dependencia de las importaciones de trigo y de harina de trigo, y el incremento de las importaciones de otros productos primarios significativos para la seguridad alimentaria de la población (como papa, verduras, leguminosas y frutas), se han mantenido durante el largo periodo de gobierno del MAS, escenario que obedece a los bajos niveles que ha tenido la producción agrícola en rubros esenciales para la seguridad alimentaria del país. Pero, también, han venido cobrando relevancia las importaciones de alimentos preparados, situación que pone de manifiesto la debilidad de la agroindustria alimenticia del país y el fracaso de las denominadas “políticas de industrialización” que durante tanto tiempo pregonó Evo Morales.
Los incrementos netos de la producción agrícola entre 2006 y 2020 fueron de 7,5 millones de toneladas métricas. De este total, tres cultivos explican el 74% del total del incremento neto de la producción agrícola de este periodo: la caña de azúcar, que está articulada a la agroindustria sucroalcoholera cuyo cultivo viene siendo promovido para la producción de etanol; y la soya y el sorgo en grano, cultivos articulados a la agroindustria aceitera y a la industria cárnica. Los cultivos que debieron ser promovidos para lograr la “seguridad alimentaria con soberanía” —como pregonaba la propaganda oficialista— apenas representan el 9,6% del total del incremento neto de la producción agrícola entre 2006 y 2020 (papa 6,1%, trigo 2,1%, cebolla 0,5%, tomate 0,4% y manzana 0,1%).
El PDES 2021-2025 plantea la sustitución total de importaciones de trigo, pues se pasaría de una producción de 311 mil TM en 2020 a 903 mil TM en 2025, logrando con esta cifra, incluso, un excedente para la exportación. Un crecimiento tal implicaría un incremento neto de 592 mil TM o un incremento neto promedio anual de 118,4 mil TM. Sin embargo, el plan no señala cuáles serán las variables que permitirían lograr semejante salto en la producción de trigo, puesto que, entre 2006 y 2020, se tuvo un incremento neto de la producción de tan sólo 158 mil TM o un incremento promedio anual de 10,5 mil TM/año.
Pero, además, es importante señalar que una parte sustancial de la producción de trigo en el país se concentra en el departamento de Santa Cruz, cultivo que está estrechamente vinculado al incremento de la producción de soya, ya que es utilizado como cultivo de rotación en invierno. ¿Será que el gobierno de Luis Arce Catacora cifra sus esperanzas de sustituir la producción de trigo a partir del incremento constante de la superficie cultivada de soya?
EL PDES también plantea la sustitución total de importaciones de frutas y hortalizas, sin mencionar los rubros deficitarios específicos más importantes que serían sustituidos; es decir, papa, cebolla, tomate y manzanas, entre los principales. Y tampoco hace mención a la sustitución de alimentos procesados o manufacturados que fortalecería la producción industrial nacional de alimentos. Salvo la puesta en marcha de más plantas procesadoras de lácteos, una planta de estevia, otra de papa procesada, una planta procesadora de quinua y una industria piscícola que, sin lugar a dudas, se asentará en el Chapare para promover, entre otros, los emprendimientos empresariales de Evo Morales, no se plantea nada más en relación a este importante sector.
Se puede concluir, entonces, que el planteamiento del PDES en sentido de avanzar hacia la industrialización con sustitución de importaciones es, al menos en el ámbito de la producción agrícola y agroindustrial, bastante limitado, proponiéndose, además, metas poco probables de ser alcanzadas.
Enrique Ormachea Saavedra es investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).