Por: Adalid Contreras Baspineiro
Acudimos al framing, o teoría del encuadre, para analizar las informaciones que dominan la agenda en el contexto del proceso electoral, tomando en cuenta los condicionamientos que median en la selección de los temas a informar, en las interpretaciones de los emisores para la elaboración de los contenidos, en los propósitos de inducción buscados con las formas de presentación y en las interpretaciones esperadas de quienes consumen esta información.
Encuadres de la información
Robert Entman, uno de los pioneros de los estudios del encuadre en comunicación, nos ayuda a precisar mejor sus alcances señalando que enmarcar es seleccionar algunos aspectos de la realidad percibida y resaltarlos en un texto, de modo que promueva interés en el tema, interpretaciones con juicios de valor sobre el mismo y acciones a partir de su apropiación.
El framing va un pasito más allá de su prima hermana, la Agenda Setting o teoría de fijación de la agenda, que busca demarcar los temas de interés y de prioridad informativa, con la finalidad de influir en la opinión pública, para lo que acude a la repetición de la información hasta llamar la atención y calar en la mente de las audiencias. El framing, en cambio, se adentra en las maneras o atributos cómo se interpreta, elabora y presenta la información, siguiendo la línea de relato de una idea central. Por esto se dice que repara más en la aplicabilidad, es decir en las interpretaciones que le dan los emisores y los receptores, por lo que cobra importancia la manera cómo los medios presentan los hechos y cómo se los procesa.
¿Cómo se operatiza esta corriente del framing? Para su aplicación considera una idea central que puede tener distintos encuadres, mismos que sirven como filtros para conducir las percepciones. Podemos hablar de un encuadre de selección, que junto con el de producción se encargan de darle preeminencia, notoriedad y relevancia a los aspectos de la realidad que interesa mostrar. Seguidamente, y en conexión, se define el encuadre de los atributos de las narraciones interpretadas por los emisores y sus formas de presentación, pensando en que deben provocar influencias o inducciones en la población. Luego operan los encuadres como interfaces de la interacción con los campos de recepción, interpretación y valoración por parte de las audiencias.
Esta corriente resulta útil para el análisis de estrategias y acciones políticas, en los límites y posibilidades que tienen los paradigmas difusionistas, es decir aquellos que se realizan en las características de los emisores, los medios que emplean y los mensajes, con fines de incidir persuasivamente en los conocimientos, las conductas y las (re)acciones de los receptores, en la lógica de que el emisor es el mensaje.
Para redondear este planteamiento, recordemos con Skirrow que las noticias no son un producto neutral sino una secuencia de hechos manufacturados socialmente, por lo que resulta trascendental considerar el momento, el contexto, o la realidad de la que se extrae un tema y se lo selecciona para enmarcarlo como el factor capaz de concentrar la atención de la población, en la pretensión de predisponerla a adoptar lo sentidos que sugieren la elaboración y presentación de la información.
Mirando el encuadre de la coyuntura electoral
Un ejemplo reciente lo estamos viviendo en el proceso electoral boliviano, con la puesta en agenda de las acusaciones al ex presidente Morales por actos de estupro que se presentan con una avalancha informativa, en paralelo a una anoréxica iniciativa judicial, en un contexto muy complejo de pandemia, y en una coyuntura de salida dificultosa de un bloqueo de caminos y de respiradores que planteaba la realización de elecciones el 6 de septiembre y la renuncia de la presidenta a su candidatura.
El bloqueo fue superado con un acto de pacificación concertado por iniciativa del Tribunal Supremo Electoral que respaldan los otros poderes del Estado, generando una tregua fundamentada en la crítica situación sanitaria con visos de agravamiento, según las previsiones oficiales. Es en este momento que el tema estupro, lanzado con una profusa acción multimediática en vísperas del lanzamiento de la fase publicitaria de las campañas y bien acompañado de debates que ensalzan la polarización política, sirve para que pasen sin sobresaltos la dinamización de la campaña de la candidata-presidenta, el levantamiento sorpresivo de la cuarentena por la vía de un decreto, el juzgamiento a los líderes de los bloqueos, las aclaraciones esperadas sobre hechos de corrupción acumulados y nuevos, la expectativa por conocer las propuestas de las tiendas políticas y varios otros temas más que son borrados de la agenda.
Por unos días la vida del país se encuadra en las acusaciones al ex presidente. El tema se desliza como un alud que arrasa con todo lo que se le pone a su paso, y logra variados resultados como la colocación prioritaria del tema en las agendas de los medios de comunicación y de las redes sociales, las expresiones compartidas desde los más diversos sectores, la puesta del MAS-IPSP en el sillón de los acusados y la concentración de la atención ciudadana con expectativa por su desenlace.
El encuadre del tema (su selección, elaboración, presentación e inducciones buscadas), como factor de descalificación, logra resultados en los niveles social y ético, pero no es posible decir lo mismo en su transición al nivel político, si la pretensión consistía en desafiliar al MAS-IPSP de la contienda electoral, o en implosionarlo.
Buena parte de la narrativa que circula a propósito de este acontecimiento, pregona la fragilización de esta tienda política, asegura la inevitabilidad de divisiones internas, así como el aislamiento del ex presidente que opera además como jefe de campaña. Lo cierto es que no se alcanzan estos niveles de afectación, pero es previsible que la influencia mediática haya aportado, como contribuyente, junto con otros factores como la resistencia al bloqueo de caminos y respiradores, para el descenso porcentual de la preferencia electoral del MAS. Otra aportación posible, como contribuyente, podría ser la incidencia en la inhabilitación del ex presidente como candidato a senador. También es previsible, en un sentido no esperado, que la sobre repetición haya podido provocar niveles de saturación.
Lo que el proceso no logra definir, en el campo político, es que los descensos de la preferencia electoral del MAS-IPSP se reacomoden en favor de alguno de los contendientes. Lo vimos en las encuestas, solamente crecen los indecisos que, como sabemos podrían optar tanto por oposición (voto útil), como por un voto impensado (voto oculto), o como por la adopción de propuestas con capacidad de mover el mundo de sus sentipensamientos forjados en su vida cotidiana, con un sentido común articulado a los razonamientos y decisiones de su vida organizativa, es decir su praxis política.
Mirar este proceso desde la perspectiva del framing o de los encuadres, nos permite constatar que se movilizan emociones con fuerte sentido coyuntural, creándose ambientes favorables para los propósitos que se buscan. Pero, al mismo tiempo, el ejercicio nos permite constatar que para canalizar estos estados emocionales en decisiones, se requiere que las estrategias o se complementen con otras relacionales, o se reconviertan a las corrientes basadas en las mediaciones, puesto que los imaginarios inevitablemente vuelven al lugar del que se desprendieron, y que no es otro que la realidad donde viven las preocupaciones que aprietan la vida de las poblaciones en el campo de la economía, la salud, la estabilidad, la seguridad, la inclusión, o las expectativas por un futuro esperanzador.
Restar no suma
Este momento, el del reencuentro con la realidad que aprieta la vida, se convierte en el muro que contiene la avalancha emocional, vuelvo a decir si la pretensión de la inducción no da paso a formas comunicativas relacionales, donde el eje de atención es la gente, que de receptor o votante se convierte en sujeto histórico ciudadana – ciudadano.
Cuando opera el muro de la realidad cotidiana, los encuadres sobre las interpretaciones y valoraciones que muestran a la población según su ubicación en el escenario electoral, hacen visible el hecho que las ciudadanías empiezan a medir dimensiones que no siempre son tomadas en cuenta al momento de elaborar las informaciones. Nos referimos, por ejemplo, a la valoración que tienen sobre la idoneidad de los emisores, o su apreciación sobre los intereses que condicionan los temas y los sentidos de los mensajes, o las conexiones de estos encuadres con los que fueron dejados de lado en la agenda, o los mensajes que circulan por debajo de la superficie.
En apretada síntesis, es posible afirmar que, en diversos procesos, los encuadres que permiten apreciar el rigor y capacidad de movilización de las emociones, demuestran al mismo tiempo que procesos como los que hemos analizado, no siempre, o mejor casi nunca, logran que se exprese la intencionalidad del voto. Para ello se tendría que acudir a otros encuadres, a otros temas, y a otras formas de comunicación para sintonizarse ya no con las emociones que restan desacreditando, sino con las opciones que suman decidiendo con los pies en la tierra.
La historia es repetitiva, cuando no se abordan en proceso íntegro las interfaces de los encuadres de selección temática, elaboración de la información, formas de presentación y modos de procesamiento de la información, partiendo no del emisor, sino del receptor, el efecto buscado suele quedarse en su función de creación de un ambiente de descalificación, o en un sentido de operación en contra que, sino tiene un destino más avanzado en la desestabilización del opuesto, lo provocado con la información podría convertirse en un mecanismo boomerang.
Las corrientes de difusión tienen sus atributos en efectos desestructuradores, desestabilizadores y desajustadores de las seguridades de los oponentes políticos. Aquí radica su importancia. Sin embargo, no son dispositivos que sumen, especialmente en territorios de los indecisos, cuya presencia convierte las seguridades e inseguridades en grandes interrogantes. Lo vimos con la aplicación del framing que para encantar, cautivar y comprometer son necesarias propuestas, programas y capacidades de inclusión y de liderazgo.
En este propósito, la agenda de los encuadres que restan tiene que dar paso a las agendas que interpretan los imaginarios individuales y colectivos, con propuestas, para construir desde ellas sentipensamientos de futuro con esperanzas. Los encuadres de los estrategas lo saben.
Adalid Contreras es Sociólogo y comunicólogo boliviano