Percy

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Era un buen tipo. A sus 43 años fue ministro de Transportes del gobierno izquierdista encabezado por Hernán Siles Suazo, quien abrió la senda de retorno hacia la democracia con la Unidad Democrática y Popular (UDP). Digamos, nació a la política como hombre de izquierdas. Desde entonces se cobijó en el poder, se paseó por diferentes instituciones cruceñas, entre ellos el Comité Cívico Pro Santa Cruz. En sus ratos libres fue senador de la República y cinco veces alcalde de Santa Cruz de la Sierra. En resumen, desde hace más de 40 años vive de la política o da vida a la política o la política le da vida.
Pasó por diversos partidos políticos. Con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) ganó los comicios municipales de 1989, 1991 y 1993; en 2005 postuló por el Movimiento de Unidad Popular (MUP) y en la última elección formó su propia agrupación ciudadana: Santa Cruz para Todos. Sus electores nunca cuestionaron su transfugio político de las filas de la izquierda a la derecha, prefirieron quedarse con el camba, con la persona dicharachera y de arranques histriónicos, antes que con el político. No importa en qué partido, pero lo querían dirigiendo el futuro de miles de cruceños.
Posiblemente este cariño popular nació a principios de la década del 90, cuando declaró una guerra frontal a las logias cruceñas, “Caballeros del Oriente” y “Toborochi”.
“Las logias son clasistas, ya que es un círculo de poder, donde no ingresan los pobres ni las mujeres y han copado las cooperativas públicas. Yo voy a combatir a las logias, primero con la juventud y la niñez, predicándole como un Padrenuestro que ser cruceño no es ser logiero”, declaró el 9 de agosto de 1992.
Entonces, el diario El Deber le homenajeo en un editorial. “Ya estamos habituados a ver al burgomaestre cruceño dejando con un palmo de narices a gremios poderosos, a los que nadie, ni antes ni después, se atrevió a enfrentar (…) Bueno pues, esto que vamos a decir ya es una perogrullada: de locos como el alcalde cruceño, estamos necesitados, no solamente aquí, sino en todo el país”, escribió.
Dieciocho años después, en diciembre de 2010, otro periódico cruceño, la Estrella del Oriente le homenajeó en otro editorial: “Con todo ello, nos dimos cuenta que a Santa Cruz le había llegado la modernidad, que del pueblo quedaba la hospitalidad y el dicharacherismo del ciudadano cruceño, pero que ahora estábamos viviendo en una ciudad moderna, hermosa y como buenos periodistas empezamos a buscar al culpable de ese cambio y encontramos a Percy Fernández, como culpable de ello. Hombre del año el 2010”, redactó el editorialista.
En definitiva, este ingeniero civil que nació un 14 de febrero de 1939 era un mimado de la prensa, al menos de editorialistas y propietarios de medios (algunos hasta promocionaron su candidatura), posiblemente, no de los reporteros, quienes fueron maldecidos, insultados por Percy en varias ocasiones. “Ojala se mueran de muerte natural nomás para que nadie sea culpable”, espetó un día, en un acto, a dos periodistas que no atendían su discurso. Ridiculizó a otra repitiendo “dengue, dengue, dengue, cara de dengue”, al igual que lo hizo con Roberto Fernández, tras escucharlo que dijo “pran” en lugar de plan” y le repitió “pran pata pran, pran pata pran”, causando hilaridad entre los televidentes que veían el debate entre los dos candidatos.
Se le fue la boca y le perdonaron, se le fueron los gritos y le perdonaron, pero esta vez se le fue la mano y “mandó a la mierda” (como el suele decir) su carrera política por tocar el culo de la política.
Es la prueba andante de que el poder envilece, y cuando esto sucede, un político termina su vida útil y debe ser declarado -por la misma gente que le dio el honor de ser su primer empleado público- “incapaz mental de ejercer un cargo”. Mejor retirarse con honores, que con maldiciones. Antes era un loco necesario, hoy es un loco peligroso.

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